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30 AÑOS DE LA TRAGEDIA DE LA AMIA: RECUERDOS Y SECUELAS DEL ATENTADO

El 18 de julio de 1994, una bomba explotó frente a la AMIA en Buenos Aires, dejando 85 muertos y cientos de heridos. 30 años después, los sobrevivientes reviven el horror de ese día y la lucha por justicia que aún continúa.

El atentado de la AMIA ocurrió apenas dos años después de un ataque similar a la Embajada de Israel en Buenos Aires. Ambos eventos sacudieron a la sociedad argentina durante la presidencia de Carlos Menem, un período plagado de eventos inexplicables, incluida la muerte de su hijo en un accidente aéreo.

Las investigaciones apuntaron a la organización terrorista libanesa Hezbolá y al gobierno iraní como responsables, pero nunca se lograron condenas en los tribunales. La investigación estuvo plagada de acusaciones de corrupción y encubrimiento, dejando el caso sin resolver y la justicia para las familias y los sobrevivientes aún lejana.

Un Día Trágico

Esa mañana de julio, Cristian Degtiar y Paola Czyzewski, ambos estudiantes de derecho, tenían sus planes en la AMIA. Cristian trabajaba en la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y había ido a entregar un informe junto a sus amigos Viviana Casabe y Ezequiel Szafir. Paola había acompañado a su madre a la oficina y había bajado a buscar un café cuando la bomba explotó. Ambos murieron junto a muchas otras personas en el edificio.

Las familias de Cristian y Paola vivieron horas de angustia. La hermana de Cristian, Marina, corrió al lugar al enterarse del atentado, solo para enfrentar la devastación. Luis Czyzewski, padre de Paola, también llegó rápidamente, encontrando a su esposa Ana María Blugerman en estado de shock.

Las Secuelas

Dos días después, los cuerpos de Cristian y Paola fueron identificados en la morgue. Las familias habían pasado 48 horas en un auditorio cercano esperando noticias. “Había una persona que cuando aparecía algún cuerpo lo que hacía era pararse sobre una tarima y gritar cómo era el cuerpo para ver de identificar a cada una de esas personas”, recuerda Luis.

Marina, convencida de que su hermano estaba vivo, enfrentó la dura realidad. “Mi obsesión fue que haya sido el primero. Que no haya sufrido, que no se haya enterado lo que pasaba”, dice. Con el tiempo, encontró algo de consuelo al saber que Cristian estaba con amigos, esperando medialunas y una Fanta.

Un Grito de Justicia

Treinta años después, Horacio Neuah sigue luchando con los recuerdos. “Haberme salvado es un premio. No es gratis el premio, no es que me gané la lotería. Queda una carga”, dice. Horacio testificó en los juicios, pero siente que nunca obtuvo justicia. “Nadie vino a decirme: ‘¿qué te pasa, viste, cómo quedaste?’ Estoy frustrado. Yo no quiero plata, no quiero nada, quiero que se aclare la cosa”.

Luis Czyzewski y Marina Degtiar siguen luchando por justicia. Luis mantiene el mandato de su hija Paola de pelear para que los responsables paguen por el crimen. Marina se centra en asegurar que la memoria de las víctimas perdure.

El edificio de la AMIA fue reconstruido con medidas de seguridad reforzadas, pero el recuerdo de la tragedia y la lucha por justicia continúan siendo una parte importante de la vida de los sobrevivientes y las familias afectadas.

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