El presidente fue derrocado en una ofensiva rebelde y huyó a Rusia, mientras Damasco estalla en celebraciones y el país inicia una nueva etapa.
El presidente sirio Bashar Al Assad fue derrocado tras perder el control del país después de una ofensiva rebelde de tan solo 12 días. El mandatario, que había gobernado Siria durante más de dos décadas, huyó en Rusia, mientras que Damasco, la capital del país, vivió una jornada caótica de celebraciones callejeras, tomas de edificios y liberación de rehenes. Este evento marca el comienzo de un periodo de transición política en Siria.
La coalición rebelde, encabezada por la Organización de Liberación del Levante (HTS), fue la responsable de tomar el poder. En la madrugada del día en que se confirmó la caída del régimen, el grupo rebelde proclamó que Damasco había sido liberada del “tirano” Al Assad, lo que provocó la euforia en las calles. Miles de ciudadanos salieron a celebrar, algunos derribando estatuas de Al Assad en una manifestación de alegría y triunfo. En la plaza de los Omeyas, en el corazón de la capital, se oyeron disparos celebratorios.
Ahmed al Charaa, líder del HTS en Damasco, destacó que el derrocamiento de Al Assad representaba “una nueva historia para toda la región” y ofreció un discurso en la Mezquita de los Omeyas, rodeado por miles de personas. Tras la toma de la ciudad, Hadi Al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria (CNFROS) en el exilio, aseguró que la situación en la capital se estabilizaría en los próximos días.
Bashar Al Assad, quien sucedió a su padre Hafez en la presidencia hace 24 años, abandonó Siria rumbo a Moscú, donde fue recibido por Rusia “por razones humanitarias”. La relación cercana entre ambos mandatarios había sido clave durante más de una década de guerra civil en Siria, con apoyo militar y recursos proporcionados por Moscú. Según reportes, Al Assad salió de Damasco antes de que sus fuerzas armadas y de seguridad abandonaran la ciudad.
La huida de Al Assad no solo significa el fin de su mandato, sino también el de su dinastía, que gobernó Siria durante 53 años. La residencia presidencial fue saqueada por multitudes, mientras que otras partes del palacio fueron incendiadas.
A nivel internacional, Turquía, que había respaldado a ciertos grupos rebeldes, pidió una “transición pacífica” y se comprometió a garantizar la seguridad. Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó el derrocamiento de Al Assad como un “día histórico” y destacó su papel en el “eje del mal” liderado por Irán. En respuesta, el ejército israelí ordenó tomar una zona de distensión en los Altos del Golán, un territorio sirio ocupado y anexado por Israel.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, consideró que la caída de Al Assad representaba una “oportunidad histórica” y subrayó que el exlíder sirio debería rendir cuentas. En paralelo, el Ejército de los Estados Unidos llevó a cabo ataques contra 75 objetivos del Estado Islámico en el centro de Siria.
La ONU celebró el fin del “régimen dictatorial” en Siria, y el enviado especial de la organización en el país, Geir Pedersen, destacó que la victoria rebelde representaba un “punto de inflexión” que abriría la puerta a un futuro de “paz, reconciliación e inclusión para todos los sirios”.
Mientras tanto, diplomáticos de Irán, aliado clave de Al Assad, abandonaron la embajada en Damasco antes de que fuera asaltada por “individuos desconocidos”. Además, las fuerzas de Hezbolá, que habían apoyado al régimen, se retiraron de las afueras de Damasco y de la región de Homs.