Reseña.Notas de lectura de una biografía excepcional en la literatura argentina. La vida escrita por Ricardo Strafacce abre a un punteo de los rasgos estilísticos principales del biografiado, Osvaldo Lamborghini. Un anti-Saint Genet y la pregunta por el porvenir de la literatura.por Raúl A. Cuello
La forma más tautológica (y tal vez más realista) de abordar una vida es adscribiendo a la máxima que alguna vez profirió Gertrude Stein (“A Rose is a rose is a rose is a rose”). Parafraséandola se obtienen resultados similares: la vida del Dr. Johnson es, efectivamente, una vida, como así también lo fueron las de Matisse, Genet, Derrida o Lytton Strachey. El caso es que estas vidas lograron sortear la pátina de olvido que confiere el tiempo gracias a sus obras, magníficas y disímiles, alcanzando, eso sí, una nueva cota dado que hubo quien dedicara buena parte de la suya a esculpir sus biografías. Tal vez el caso de Sartre sea el único en donde biógrafo y biografiado se encuentran en un mismo pedestal simbólico y el que, además, conviven en una misma contemporaneidad (Boswell compartió con Samuel Johnson el denominador temporal, pero no así la fama). Las más de las veces, un biógrafo especializado se encarga de recolectar la información que puede y enarbola una visión de conjunto, más o menos homogénea, más o menos brillante. Holroyd y Spurling lo hicieron admirablemente, Peeters lo logró con menos brillo (aunque huelga decir que su Tres años con Derrida es una pequeña chef d’œuvre).
En nuestro caso, es decir, el de la literatura argentina y su historia, no conocemos aún los efectos que le depararán a Osvaldo Lamborghini, una biografía de Ricardo Strafacce. Sabemos que el Saint Genet cómedien et martyr fue a la vez todo un suceso y una lápida para el autor de Querelle de Brest: el libro de Sartre (un tocho de casi setecientas páginas) llegó a abrumar a Genet quien veía a esta “cosmogonía sagrada” como una nube que opacaría toda su producción futura (de hecho, Genet no volvió a escribir algo que estuviera a la altura del Journal du voleur o de Notre-Dame-des-Fleurs después de funesta intervención de Sartre). Por algo a una biografía hay que escribirla cuando el sustrato que la motiva ya pasó a mejor vida: no vaya a ser que sea esta quien desencadene la muerte.
De igual forma, algo del Saint Genet pervive en la bio de Strafacce: su voluntad por agotar toda la información obsesivamente lo convierte en un verdadero monstruo. Entrevistas, correspondencias, anécdotas de los más variopintos registros, direcciones, fotografías, nombres. Todo, absolutamente todo, es materia dispuesta para esbozar una silueta que se ajuste a la díscola figura del menor de los Lamborghini.
Publicada originalmente en 2008 por la editorial Mansalva, ahora es Blatt & Ríos quien hace una apuesta total por editar a este ente vivo. Porque si hay algo que se percibe en la disfrutable lectura del libro es que algo está vivo allí adentro. Algo de la famosa frase de Kantorowicz que siempre recordaba Ruiz (“Amigo de sus amigos, maestro de sus maestros…”) parecía emanar de Osvaldo Lamborghini. Así lo recordaron Aira y Fogwill en sus correspondientes despedidas. Libertella llegó a decir que “había muerto su superyó”, aquel que velaba por cierta sensibilidad estética en sus escritos. Resulta magnífico pensar a Lamborghini como un superyó, sobre todo por la vida extremada que llevó en sus breves 45 años.
Dejando de lado la exigua, pero no menos relevante, obra que dejó tras de sí, sería preciso, no obstante, reparar en algunas particularidades estilísticas o principios ordenadores que ayuden entender un poco al biografiado. Quiero decir, trazar una pocas perpendiculares que permitan conectar las aristas del sujeto Lamborghini.
En el arco temporal que une el principio con el final de su vida vemos que lo que comenzó como una promesa de la pintura (O.L. exhibió, de chico, algunas obras de su producción en muestras) terminó afianzándose en ese cúmulo de la genitalia que fue su Teatro Proletario de Cámara. Que su preocupación madre (“primero publicar, luego escribir”) terminó por invertir sus funciones: los últimos años de su vida Lamborghini vivió encerrado escribiendo casi sin descanso y sin publicar nada. Que tuvo como influencias directas la gauchesca y una propensión desmedida por el calembour y al mismo tiempo, convivieron en él otras influencias quizás menos evidentes como Visconti o Broch (“El mundo está lleno de la insidia del sentimiento”). Que su “fórmula emotiva”, en cuanto al quehacer del escritor, no distó mucho de la de Flaubert: acusado por la falta de inspiración para moldear la forma de una frase, desgajó sus malestares enviando misivas a sus allegados. Que pensó, casi como nadie, en el estilo, legándonos tres proposiciones que deberían formar parte de sus “obras completas”. La más extensa de ellas: “En el estilo sobran las palabras: demasiadas palabras. El estilo, arma de las armas, eficacia, por la revuelta suprime cualquier clase de complacer esteticista. Tiemblan las carnes al verlo, hiela la sangre. Así se dice frase por frase”. Que, como quería él, envejeció (y murió) joven como Gombrowicz. Que fue el primero que vio en Aira al mejor escritor vivo…
En cuanto al libro, como proyecto, no se había visto en la literatura argentina (con la excepción de La Operación Masotta de Carlos Correas) una pasión tan grande como la que moviliza a Strafacce a invocar al fantasma, aun en desmedro de opacar a Leónidas, y al hacerlo regalarle a sus lectores la fantasía y el provecho que depara a quienes asisten a un festín único: el festín de la inteligencia. Porque la biografía de Strafacce es un festín, un aquelarre, un ocho mil literario. Quizás pasen muchos años, quizás no suceda nunca más, que alguien tan gratuitamente entregue diez o más años de su vida a un propósito tan noble como la de ubicar en el firmamento de las letras a una de sus voces más originales, más programáticas y graciosas que supo dar esta gran llanura de los chistes.
Ricardo Strafacce
Osvaldo Lamborghini, una biografía
Blatt & Ríos
2025
880 págs.