Reseña.Una invitación a saldar la separación entre literatura, crítica y sociedad. La docente e investigadora Lucía Tennina indaga en los saraus brasileños en busca de una práctica nueva de la crítica literaria. Una crítica de la crítica de la crítica.Por Juan Álvarez Tolosa
Quienquiera que se preocupe por la posibilidad de que la literatura forme parte de una discusión más amplia sabe que hoy estamos perdidos. No para siempre, claro, pero sí desorientados. Las figuras que hacían que los libros y el pensamiento se dedicaran a los temas importantes para el presente del país han ido desapareciendo, y la devaluación intelectual se evidencia en las ideas escritas por los presidentes, desde Sarmiento hasta Milei.
En medio de esta crisis interviene Lucía Tennina con Crítica anfibia. Su labor en los últimos años se centró en la literatura brasilera y los saraus (especies de jams de poesía en las favelas). Esto incluye sus investigaciones en la Universidad de Brasilia, sus traducciones y la creación de Mandacaru, una editorial dedicada a traducciones de Brasil. Durante ese recorrido, Tennina parece haberse hecho varias preguntas y encontrado algunas respuestas.
Habla desde la academia: “a partir de los años 80, el papel del crítico literario académico se fue consolidando profesionalmente desde una superespecialización y la adopción de un perfil abstencionista en materia de compromiso intelectual”. Más tarde: “sus producciones se fueron volviendo profundamente autorreferenciales y repetitivas, hecho que se tradujo en una práctica edulcorada y amable”. Entonces, Tennina se propone hacer un “mapeo de las producciones recientes que se corren de este modelo crítico en agonía y nos ofrecen, vistas en su conjunto, producciones críticas que tienen un impacto en nuestro cotidiano”.
En una buena parte, su objetivo parece inalcanzable. Hay un capítulo dedicado a los “Gestores de la crítica” donde esboza sus ideas sobre la creación de editoriales de una forma resumida, obligada para un libro de este tipo. En otro, al hablar de los “Influencers de la crítica”, les dedica un análisis que inevitablemente queda corto y fechado. En cambio, en un capítulo entretiene lo que llama “Crítica situada”, un pensamiento revisionista a través de lecturas anacrónicas, técnica siempre actual en una era de valores tan cambiantes. A estos apartados, sin embargo, les cuesta desmarcarse de una forma de estudio muy sistematizada, que recae por momentos en los lugares comunes de la academia: distancia, exceso de ejemplificación, ausencia de juicios y sentimientos. Todo eso que critica en los tres capítulos más jugosos, mucho mejor direccionados hacia una discusión más amplia.
Dos de ellos funcionan casi como una dialéctica. El titulado “Crítica performática” refiere a una crítica literaria que se planta en otro tipo de escritura, más que nada una primera persona con una pata en la realidad y otra pata en la ficción, fusionando dos esferas autónomas para expresar sus ideas estéticas. El ejemplo principal es Aquí América Latina, de Josefina Ludmer. “De lo que trata es de pensar al sujeto, a la literatura, a la lectura y a la escritura a partir no de sus identificaciones (definiciones), sino de su poder de afectación”, escribe. Así, la tarea de ampliar el círculo de la crítica se concreta, aunque en realidad parece aún ahogado en el terreno de lo literario; o sea, la literatura sigue sin salirse de sus márgenes, cualesquiera que sean estos, y uno se pregunta si la intrusión de la crítica en el arte no es lo mismo que la ya vieja intrusión del arte en la crítica (desde Borges a Aira).
La “Crítica transdisciplinar” que describe más tarde, por su lado, parte del clásico problema del canon. Busca reformularlo y diversificarlo. Para eso, Tennina apunta la necesidad de salir del estudio literario y aplicar, en su caso, la etnografía: “sin tener que caer en ciertos comodines que la ciencia inventó para mantener el status quo de sus disciplinas”, se quiere “cuestionar los objetos de estudio, la epistemología y la metodología de los estudios de la literatura”. Una primera intuición es que, si la “Crítica performática” lograba escaparse de la academia para refugiarse en la literatura, la “Crítica transdisciplinar” logra escaparse de la literatura para refugiarse en otra academia; es otro diálogo, pero casi igual de cerrado.
En casi todos estos casos, la meta de identificar “producciones críticas que tienen un impacto en nuestro cotidiano” late como un ideal muy difícil de reconocer en la experiencia real, incluso según sus propias descripciones. Sin embargo, es en esos capítulos que se introducen sus experiencias en los saraus paulistas, eventos organizados por poblaciones marginales cuya literatura es oral, colaborativa y anticanónica, mucho más parecida a la cultura del rap que a la de los circuitos culturales centrales. Luego, esos episodios casi epifánicos son desarrollados por Tennina en su apartado sobre “Crítica no extractivista”. De forma libre y desprejuiciada, la búsqueda de esta crítica es articularse con círculos por completo desplazados, tanto de la academia como de la literatura en su acepción más común. Tennina cuenta dos experiencias en las que los poetas de los saraus son integrados en trabajos críticos. O sea: no son simplemente estudiados, sino que incorporan sus conocimientos y saberes experienciales al formar parte de grupos de trabajo que se adaptan a sus dinámicas. En estos intercambios es donde mejor se ven cristalizadas las ideas bien expuestas al inicio, donde se hace efectiva la apertura de círculos cerrados y la incorporación de partes que no suelen formar parte del diálogo literario legitimado. De hecho, es también en este capítulo donde más brilla la escritura de Tennina, donde mejor se conjuga la crítica-de-la-crítica y la narración de los hechos, como si hubiera escrito el resto del libro solo para hacer resaltar estos eventos. En este sentido, su elogio de la “Crítica performática” cobra sentido y ese tipo de proyectos, de apariencia tan específica e institucional, de repente se vuelven atractivos.
Hacia el final, Tennina incluye un manifiesto que resume muy bien la ambición de su ensayo: una idea de intervención polémica sobre la crítica literaria para que salga de su propio nicho y ensaye alguna forma de reinserción social. Las soluciones que plantea pueden ser más o menos efectivas, más o menos novedosas. Pero la inquietud es lo esencial, lo que despunta a este libro de la gran masa de producción crítica y lo que, ojalá, sobreviva y se multiplique.
Crítica anfibia
Lucía Tennina
Tren en movimiento
2025
128 páginas