El país enfrenta un aumento inusual de enfermedades prevenibles: Tierra del Fuego registra el mayor brote per cápita de coqueluche y una niña de dos años llegó a terapia intensiva sin diagnóstico ni vacunación, mientras una familia con sarampión viajó por varias provincias exponiendo a miles de personas. La baja en las coberturas y el avance del negacionismo ponen en riesgo décadas de control epidemiológico.

El resurgimiento de enfermedades que parecían controladas vuelve a poner en alerta al sistema sanitario argentino. Mientras Tierra del Fuego enfrenta el mayor brote per cápita de tos convulsa del país —con una niña de dos años que llegó a terapia intensiva sin diagnóstico ni vacunación—, el Ministerio de Salud emitió una nueva alerta por sarampión, tras confirmarse cuatro casos en una familia uruguaya no vacunada que recorrió varias provincias en transporte público. Ambos episodios revelan un denominador común: la caída sostenida de las coberturas de vacunación y el avance de los discursos negacionistas.
Tos convulsa: gravedad en bebés y un brote inesperado
El caso que encendió las alarmas en Tierra del Fuego ocurrió en Ushuaia, donde una nena de dos años ingresó con un diagnóstico inicial de bronquiolitis. Su cuadro se agravó rápidamente y llegó a presentar una hiperleucocitosis tan severa que se sospechó leucemia. Antes de una punción de médula programada, un estudio molecular permitió identificar la verdadera causa: Bordetella pertussis, la bacteria de la tos convulsa. Con el tratamiento adecuado, la niña se recuperó.
El episodio fue apenas una parte de un brote mayor: 128 contagios confirmados en la provincia. La cadena de transmisión se habría iniciado en un adulto y luego se extendió a contactos familiares y escolares. A nivel nacional, ya se registraron al menos seis muertes de bebés, cinco en Buenos Aires y una en Santa Fe. Todos casos prevenibles con el esquema obligatorio de vacunación.
A pesar de que Tierra del Fuego tiene mejores coberturas que el promedio nacional —especialmente en la vacunación de embarazadas—, los refuerzos muestran un descenso: 88% en el primer refuerzo y menos del 70% en el segundo. En el país, ambos están por debajo del 55%. La infectóloga Luciana Bellone fue tajante: “Que no se sospeche coqueluche dificulta el diagnóstico. Necesitamos sensibilizar al sistema de salud y a las familias”.
Sarampión: una familia no vacunada recorrió el país con la enfermedad
Cuando el país celebraba haber contenido el brote de sarampión iniciado en febrero, una nueva alerta volvió a encenderse. El 20 de noviembre, Uruguay notificó cuatro casos confirmados en una familia de residentes uruguayos, procedentes de Bolivia, que viajaron entre el 13 y el 16 por Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Entre Ríos y la Ciudad de Buenos Aires sin vacunación y usando transporte público.
El Ministerio de Salud difundió cada tramo del recorrido para advertir a quienes hayan compartido micros o paradores. Cualquier persona expuesta debe vigilar síntomas como fiebre alta, erupciones, tos y conjuntivitis, y usar barbijo al concurrir a un centro de salud.
La alerta se produce en un contexto particularmente delicado: la cobertura de la Triple Viral al año de vida cayó al 83% en 2024, lejos del 95% necesario para interrumpir la circulación del virus. Más grave aún: el refuerzo de los cinco años apenas llega al 46,7%. América ya perdió su estatus de región libre de sarampión debido a un brote persistente en Canadá.
Negacionismo, política y consecuencias sanitarias
Ambos brotes —coqueluche y sarampión— confluyen en un escenario donde el negacionismo sanitario gana espacio. Tierra del Fuego es también la provincia donde reside Viviana Lens, médica y dirigente del Frente Patriota Federal, invitada a un evento antivacunas convocado por la diputada del PRO Marilú Quiróz en el Congreso. Pese al repudio masivo de sociedades científicas y organizaciones, la actividad sigue en pie.
El ministro bonaerense Nicolás Kreplak fue contundente al responsabilizar al Gobierno nacional por desatender las políticas de inmunización mientras permite que estos discursos circulen dentro de las propias instituciones del Estado.
Un panorama que se repite: enfermedades que vuelven
Los casos de tos convulsa y sarampión no son hechos aislados: son indicadores de un retroceso sanitario que los especialistas venían alertando. La disminución de la percepción de riesgo, la falta de insistencia en algunos consultorios, la desinformación y el avance organizado de discursos antivacunas están erosionando una de las herramientas más efectivas de salud pública.
Las cifras son claras y preocupantes. Las consecuencias, también: bebés hospitalizados, cadenas de contagio masivas y enfermedades que ya se creían erradicadas.
“El sistema necesita sensibilización y las familias deben volver a confiar en las vacunas”, remarcan profesionales de pediatría e infectología. Porque detrás de cada caso grave —o de cada niño no vacunado— no solo hay una historia individual, sino un síntoma de una fragilidad colectiva.


