POSTAL:
DORSO:
El tiempo no existía y en el fondo del mar aun quieto reposaban los abuelos formadores envueltos en plumas de quetzal. Pero el suspenso de la existencia se agolpó en un solo punto y la palabra sagrada que es la voluntad creadora, se pronunció y empezó la tierra a emerger del que antes era un mar calmo y silencioso.
Aún estaba húmeda esa tierra que se hizo valle, cerro y volcán, cuando las primeras gentes caminaron por ellas, y su memoria primera fue mirar obsesivamente los volcanes y los cerros, como quien encarga su palabra a criaturas gigantescas que existirán mucho más tiempo que ellos. Porque observar un cerro o un volcán es lanzar una señal al futuro. Acá estaban y acá estarán mientras nosotros somos ramas que nacen un día y al otro -inertes- vuelan por el viento del tiempo que todo se lo lleva.
Los años y los meses tenían otros nombres y el tiempo ya existía, pero tenía otra forma. Era una esfera llena de engranajes, se llamaban tunes y katunes las medidas del tiempo, tenían nombre de energías los días, y su movimiento circular hacía avanzar la inmensa bestia de la vida sobre la que nacemos todos. Y ahí estaban los cerros y los volcanes, con su memoria de ser fondo de mar, con su color azul como el azul-verde de las plumas que envolvieron a los abuelos creadores, que decidieron que todo existiera.
Es una tarde del tiempo circular, del tiempo en el que imitando a los volcanes las personas hacían templos para encajar su lenguaje con el de las estrellas. Los volcanes y los cerros aun sin ojos pueden ver más lejos, y entonces las vieron venir, acercarse, a las gentes extrañas que traían pájaros de fuego que atravesaban todo, las gentes extrañas que con otras palabras hablaban y con otras ropas se vestían. Los volcanes los vieron acercarse, sintieron la extrañeza su pasos, empezaron a contar en reversa los tunes y los katunes, porque el suspenso es también la fuerza que tira en retroceso antes de lanzarse al vacío. Y las gentes supieron que algo iba a pasar. Venían los otros de un lugar lejano, y traían con ellos otro tiempo, uno largo y recto que buscaba atravesar la redondez de los días.
Es un amanecer de la era en la que el tiempo se volvió loco. De frente a los cerros y los volcanes nacieron las criaturas nuevas, brotaron del choque brutal de los tiempos; criaturas que se buscan la cara, que se esconden para existir. Kualaja, Xelajú, Quetzaltenango, valle de muchos nombres, y que ha dejado su memoria insertada en la observación obsesiva de sus cerros y volcanes. Mucho ha nacido y mucho ha muerto, muchas formas hemos tenido y ellos siempre han sabido ser la memoria de todo.
Son las seis de la tarde del 7 de enero del año 2022, y también es el día Wakib’ kat, día que es red, que es araña que teje, que enreda y agrupa. El tiempo enloquecido es nuestro tiempo, y solo viéndote de frete a vos volcán, a vos cerro, puedo ver el fondo del mar quieto, el lugar sin tiempo en el que aun sin palabra se dio el mandato para que naciera la tierra, la vida, el puente que unió dos inmensas masas de tierra y las hizo un solo continente.
Son las seis de la tarde del 7 de enero de 2022, estoy atravesando el valle que me lleva a mi ciudad, y la memoria grita en forma de volcán, dice nombres, fechas, me cuenta del fondo del mar y la fuerza que la hizo salir de él. Tomo la fotografía mientras siento que mi memoria son estos volcanes enlazados con el cielo, y claramente los escucho, me dicen: este es tu lugar en el mundo, desde acá intentarás tejer tu memoria con la de los otros.
Carmen Lucía Alvarado Benítez. Quetzaltenango, Guatemala 1985. Poeta y editora. Ha publicado los libros de poesía “Imagen y Semejanza” (2010), “Poetas Astronautas” (2012), “Edad geológica del miedo” (2018). Su libro”Pangea Muerte” permanece inédito y se plantea como un libro sin final que contiene una poética más que una colección de poemas. Fue nominada al premio Rhysling en 2022, por mejor poema de Ciencia Ficción publicado en inglés en 2021 (traducción de Toshiya Kamei).
Es directora del sello independiente Catafixia Editorial y fundadora de las librerías Santiaguito Libros y Catafixia Centro.