La PF y el STF identificaron movimientos coordinados del círculo bolsonarista —viajes, reuniones diplomáticas y una vigilia frente a su casa— que sugerían un intento de sacar del país al expresidente, ya bajo arresto domiciliario. La ruptura de la tobillera selló la decisión de detenerlo.

Una serie de acciones sincronizadas dentro del núcleo más cercano al bolsonarismo encendió las alarmas en la Policía Federal (PF) y en el Supremo Tribunal Federal (STF). De acuerdo con una investigación publicada por UOL, los agentes advirtieron un posible plan para trasladar a Jair Bolsonaro al exterior, pese a que cumplía prisión domiciliaria. Las señales habían empezado a acumularse: una convocatoria a simpatizantes para rodear su vivienda en Brasilia, un viaje de sus hijos a El Salvador para reunirse con figuras próximas a Nayib Bukele, y encuentros del senador Flávio Bolsonaro con miembros de la Embajada de Estados Unidos en la capital brasileña. La sospecha se convirtió en certeza cuando los equipos detectaron un intento del expresidente de romper su tobillera electrónica, lo que derivó en una orden inmediata de detención preventiva.
El juez Alexandre de Moraes, a cargo del caso, sostuvo que Bolsonaro debía permanecer preso porque “la continuidad en el incumplimiento de las medidas cautelares no cesó; al contrario, se amplió cuando violó conscientemente el equipo de monitoreo electrónico”. Su posición fue acompañada por los ministros Flávio Dino y Cristiano Zanin, que completaron la mayoría en la primera sala del STF. Bolsonaro había llegado al arresto domiciliario en agosto, después de reiteradas violaciones a restricciones previas, entre ellas la prohibición de comunicarse con aliados por redes sociales. El episodio del sábado, cuando intentó quemar la tobillera dentro de su casa, reforzó la idea de que buscaba crear condiciones para escapar y facilitó su traslado a la Superintendencia de la PF, donde permanece.
Entre las consideraciones del Supremo figuró también la convocatoria de Flávio Bolsonaro a una vigilia frente a la casa de su padre, un movimiento que, según Moraes, podía generar confusión, disturbios y un escenario ideal para facilitar la fuga. La proximidad de la vivienda del expresidente con el barrio diplomático —apenas quince minutos en auto— alimentó el temor de que intentara refugiarse en alguna embajada aliada para solicitar asilo. Ese riesgo llevó a descartar, por ahora, cualquier posibilidad de que vuelva a cumplir la detención en su domicilio.
El trasfondo es más amplio. Bolsonaro fue condenado en septiembre a 27 años y tres meses de prisión por su rol en el intento de golpe de Estado tras las elecciones de 2022, aunque la pena solo comenzará a ejecutarse plenamente una vez agotados los recursos. Su defensa busca que la condena se cumpla en prisión domiciliaria, alegando su edad —70 años— y problemas gastrointestinales, pero el Supremo ya rechazó ese pedido. El intento de destruir la tobillera complica aún más esa alternativa y la decisión final se conocerá en las próximas semanas.
El caso ha provocado tensiones internacionales. Los vínculos entre Bolsonaro y Donald Trump, reforzados durante el primer mandato del estadounidense, derivaron en la aplicación de aranceles del 40% a Brasil bajo el argumento de una persecución judicial contra el líder ultraderechista. La medida terminó generando problemas internos en Estados Unidos y Trump debió retroceder. Desde Johannesburgo, durante la cumbre del G20, Lula da Silva replicó con firmeza: “Trump tiene que saber que somos un país soberano, que nuestra Justicia decide y lo que se decide aquí está decidido. La Justicia decidió, y él va a cumplir la pena que le corresponde”.
Las defensas de Bolsonaro y de otros seis acusados por la trama golpista aún tienen un último recurso disponible, aunque con escasas probabilidades de éxito. Una vez rechazado, la condena quedará firme. Y tras su traslado a la sede de la Policía Federal, todo indica que el lugar donde cumplirá prisión el exmandatario será muy distinto de su casa en Brasilia, pese a los esfuerzos recientes de sus abogados por mantener esa opción abierta.


