Con un 3-1 inolvidable sobre Cruzeiro en el caluroso estadio de La Olla, Racing se consagró campeón de la Copa Sudamericana, el trofeo internacional que esperó durante 36 años.
El sol asunceno dibujaba sus últimos trazos sobre el campo de juego cuando Roger Martínez, imparable como un tren en bajada, marcó el gol definitivo. Fue el 3-1 contra Cruzeiro, el que selló la historia, el que hizo llorar a los hinchas de Racing que viajaron a Paraguay con la esperanza de ver al club alzar su primera Copa Sudamericana. Tras 36 años de espera, el fútbol internacional vuelve a teñirse de celeste y blanco.
La fiesta comenzó antes del pitazo final. El estadio de La Olla, hogar de Cerro Porteño, fue testigo no solo de un partido, sino de una experiencia única. El calor abrazador, con temperaturas que parecían multiplicarse entre cuerpos apretados y transpirados, no detuvo a los miles de hinchas que viajaron desde Avellaneda y otros rincones de Argentina. “Esto es mucho más que fútbol”, decían algunos, mientras compartían agua y abrazos con los vecinos paraguayos que, generosos, ayudaron a refrescar a los visitantes con mangueras y sonrisas.
Racing comenzó el encuentro con una intensidad que marcó la diferencia. En apenas 20 minutos, ya había anotado dos goles —uno anulado por el VAR— y mostrado que estaba dispuesto a dejar todo en el campo. Gastón Martirena abrió el marcador con un golazo que rompió literalmente la red, mientras que Adrián “Maravilla” Martínez amplió la ventaja con una definición que encendió aún más a la hinchada. Cruzeiro intentó reaccionar con el descuento de Kaio Jorge, pero fue Roger quien cerró la final con autoridad, dejando en claro que este título no sería discutido.
La Olla vibró como pocas veces, pero lo que sucedía en Asunción no era solo un espectáculo deportivo, era un ritual colectivo. Padres con hijos, amigos, familias enteras unidas por un amor incondicional. Para muchos hinchas de Racing, era su primera experiencia fuera del país, y la calidez del pueblo paraguayo dejó huella. “Esto es un abrazo entre culturas, entre pasiones”, decía Víctor, un vecino que repartía cervezas a la salida, celebrando junto a los argentinos.
El título tiene un significado especial. Gustavo Costas, técnico del equipo, encarna la fusión entre el Racing de antaño y el de esta nueva era. Fue jugador en los momentos más oscuros, puso el pecho en el descenso y volvió para liderar a un grupo que mezcla talento y entrega. Costas, ídolo también en Paraguay, representa el amor genuino por el fútbol, ese que no se mide en millones ni en mercantilismo. Con esta conquista, Racing no solo suma un trofeo, sino que cierra un capítulo de su historia y abre otro lleno de esperanza.
Los hinchas que coparon La Olla y el Cilindro, y los que celebraron en el Obelisco, saben que este triunfo es un legado. Es la copa que une generaciones, que reconcilia pasado y presente, y que se comparte como un tesoro familiar. “Esto que hoy vivimos en Paraguay es más que una victoria. Es amor verdadero, mborayhu añeteguáva, como dicen aquí”, resumió un hincha emocionado. Ahora, la Copa Sudamericana viaja a la Argentina, pero su historia ya pertenece a todos los que la vivieron, dentro y fuera de la cancha.