Aunque el derrumbe inicial del mercado laboral quedó atrás, 2025 consolidó un esquema de trabajo informal, monotributismo forzado y salarios en mínimos históricos. Más de la mitad de los ocupados enfrenta algún grado de precarización y la pobreza estructural se estabiliza muy por encima del promedio histórico.

Durante 2025, el mercado de trabajo mostró una dinámica menos abrupta que la registrada en los primeros meses del gobierno de Javier Milei, cuando el salario real sufrió una caída cercana al 17% y la pobreza trepó por encima del 50%. A lo largo del último año, los ingresos dejaron de desplomarse y algunos segmentos del empleo registrado privado lograron sostener la leve recuperación iniciada a fines de 2024. Sin embargo, esa estabilización ocurrió en niveles muy bajos, con una pérdida acumulada de poder adquisitivo que arrastra casi una década.
Los indicadores sociales reflejaron una mejora parcial. La pobreza descendió desde el pico del 52,9% del primer semestre de 2024 hasta ubicarse en torno al 31,6% en la primera mitad de 2025, según datos oficiales, con estimaciones privadas que confirman un registro similar para el segundo semestre. Pero esa baja no respondió a un fortalecimiento del empleo de calidad, sino a estrategias defensivas de los hogares, como el aumento del pluriempleo y la incorporación de más miembros al mercado laboral.
El propio informe de Mercado de Trabajo del Indec, citado por el Gobierno para celebrar la creación de 238 mil puestos entre el tercer trimestre de 2024 y el mismo período de 2025, expuso el núcleo del problema: el 85% de esos nuevos empleos correspondió al sector informal. En términos netos, la cantidad de ocupados apenas superó en 88 mil a la existente a fines de 2023. Además, el crecimiento del trabajo por cuenta propia y del monotributismo contrastó con la destrucción de empleo asalariado formal, especialmente en la industria, que perdió decenas de miles de puestos.
La precarización también avanzó dentro del universo registrado. Entre septiembre de 2024 y septiembre de 2025, el número de monotributistas aumentó en más de 53 mil personas, mientras el empleo asalariado privado se contrajo y sectores clave como la industria y la construcción continuaron en retroceso. La suma de informales y cuentapropistas superó el total de puestos “nuevos”, configurando un patrón de generación laboral basado en ingresos bajos, escasa protección y mayor vulnerabilidad social.
Ese esquema impactó de lleno en los salarios. De acuerdo con datos del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, a octubre de 2025 los trabajadores registrados privados cobraban en promedio un 22% menos en términos reales que en 2017, mientras que en el sector público la pérdida rondó el 37%. Durante el último año, los haberes permanecieron prácticamente estancados en ese piso, consolidando una pobreza laboral que alcanza incluso a quienes trabajan jornadas completas.
Especialistas coincidieron en que 2025 no profundizó el deterioro inicial, pero sí lo volvió estructural. El mercado laboral encontró un equilibrio regresivo: menos empleo asalariado, más rebusque y autoempleo, y salarios incapaces de cubrir la Canasta Básica Total. En ese contexto, la promesa oficial de que la reforma laboral impulsaría el trabajo formal quedó desmentida por los datos. El resultado fue un crecimiento económico concentrado en pocos sectores, con baja capacidad de generar empleo de calidad y un escenario social marcado por la persistencia de los trabajadores pobres.


