Con un discurso en apariencia revestido de rigurosidad niega un fenómeno tan indudable como el cambio climático. Lo había hecho antes y lo hizo ahora al responder una pregunta de Myriam Bregman.
Javier Milei critica a la política y a los políticos; cuestiona la cifra de desaparecidos y a los derechos humanos que define como “un curro”; descalifica al Papa y a la iglesia; ningunea el trabajo de los científicos del Conicet y promete que, si llega a la presidencia, podría privatizarlo; afirma que las empresas “pueden contaminar un río todo lo que quieran” y duda del reclamo soberano de Argentina sobre Malvinas. Más allá de todos los disparates, uno de los más llamativos se vincula con la negación del cambio climático. Así lo expresó hacia el final del debate ante una pregunta de Myriam Bregman: “No niego el cambio climático. Lo que yo digo es que existe en la historia de la Tierra un ciclo de temperaturas. Es decir, hay un comportamiento cíclico y este es el quinto punto del ciclo. La diferencia con los cuatro anteriores es que antes no estaba el ser humano y ahora sí está el ser humano. Por lo tanto, todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas y lo único que buscan es recaudar fondos para financiar vagos socialistas que escriben papers de cuarta”. Nada parece salvarse de la irracionalidad de su motosierra.
A pesar de la ingente evidencia científica recolectada por los especialistas más importantes del mundo, el candidato de La Libertad Avanza insiste en señalar que el cambio climático no existe desde hace rato. Desde su perspectiva, tal como expresó en una entrevista reciente con Tucker Carlson, periodista de la cadena Fox News: “El mundo ha tenido otros picos de altas temperaturas como tiene ahora. Es un comportamiento cíclico, independientemente de la existencia del hombre”.
Consecuente con su pensamiento, en 2021, en un diálogo con el youtuber Julián Serrano, el diputado y ahora candidato presidencial expresaba: “El calentamiento global es otra de las mentiras del socialismo. Hace 10 o 15 años se discutía que el planeta se iba a congelar. Ahora discuten que se calienta, aquellos que conozcan cómo se hacen esas simulaciones van a ver que las funciones están sobresaturadas en determinados parámetros a propósito para generar miedo”. Un congelamiento que nadie en su sano juicio podría asegurar. Al contrario de lo que expresa el “libertario”, el calentamiento global no es ninguna novedad, ni representa un discurso de moda ligado a alguna ideología puntual.
Lo que sucede es que para el candidato de La Libertad Avanza, el ambientalismo es un producto asociado a ideas marxistas. Por lo tanto, como tiro de elevación, combate todo lo que provenga de ese origen. Sin embargo, la única verdad es la realidad: el verano ardió en el hemisferio norte y las temperaturas extremas, por encima de los 45 grados, batieron nuevos récords casi a diario en territorios bien disímiles como Grecia, Italia, Croacia, Portugal y Turquía, así como también en naciones africanas como Argelia y Túnez. Ni siquiera hace falta cruzar el Atlántico: a principios de 2023, Argentina experimentó el verano más cálido de su historia. De hecho, tuvo más de 10 olas de calor en toda la temporada, el doble del promedio de cuatro o cinco que habitualmente se registran.
El protagonismo de la acción humana en el calentamiento global quizás sea uno de los pocos fenómenos tan indudables. Por este motivo, es que los países desarrollados promueven el recambio de sus matrices energéticas hacia fuentes renovables, y prometen (sin cumplir, por supuesto) evitar la quema de combustibles fósiles y limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los científicos y las científicas de todo el planeta, que se nuclean en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, difunden de manera periódica sus informes (que sintetizan, en cada ocasión, la información corroborada en miles de artículos académicos). La evidencia sobre la influencia humana en la recurrencia de fenómenos extremos (precipitaciones, sequías, deshielos acelerados, reducción de glaciares, etc.) es arrolladora.
El Acuerdo de París de 2015 (que se había puesto el objetivo de limitar el incremento de la temperatura a 1.5 grados como máximo), aún en vigencia, está suscripto por 195 países. Solo existe un solo antecedente de una nación que optó por retirarse del pacto. Sí, Estados Unidos, durante el mandato de otro negacionista: Donald Trump. A partir del gobierno de Joe Biden, EE.UU. se reincorporó al acuerdo. ¿Qué tienen en común Trump y Milei? En principio, ambos buscan proteger los intereses del mercado, puntualmente, los de las empresas petroleras que ganan toneladas de dinero a costa del presente y el futuro de las próximas generaciones.
Un discurso para confundir
Cuestionar el cambio climático a partir de datos con fuentes dudosas es parte de una estrategia discursiva que Milei sostiene a nivel general. El candidato demuestra estar entrenado para justificar lo injustificable a partir de argumentos que, en apariencia, están revestidos de un presunto conocimiento. Por caso, es de los pocos candidatos que citan escuelas de pensamiento y que se ufanan al repasar conceptos. Lo hace de una manera arbitraria, pero lo hace al fin.
Apenas un mes atrás, Milei opinó sobre el Conicet y sobre sus trabajadores, los científicos: “Que se ganen la plata sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad y mejor precio, como hace la gente de bien”, dijo. En 2014, la revista Actualidad Económica publicó el texto “De los picapiedras a los supersónicos: Maravillas del progreso tecnológico con convergencia”, con la firma de Javier Gerardo Milei. En el artículo describe cómo “la convergencia y la aceleración del crecimiento basada en el capital humano y el progreso tecnológico nos pondrán de frene a una singularidad económica”. Un fenómeno a partir del cual “la economía dejaría de ser la ciencia de administración de la escasez para convertirse en la ciencia del estudio de la acción humana en un entorno de abundancia radical”.
El artículo cita cifras cuyas fuentes resultan inhallables. Además, es útil porque permite entrever agradecimientos por demás interesantes. Ricardo López Murphy, Ricardo Martínez, Carlos Maslatón, Karina Milei, Nicolás Posse, Pablo Pulido, Rodolfo Rennis, Carlos Rodríguez, Daniel Salamone y Daniel Sticco son algunos de los mencionados. Y una dedicatoria muy especial: “A mi gran fuente de inspiración, Conan Milei, quien me ha empujado a descubrir los límites de lo posible aventurándome a lo ‘imposible’ y más allá también”.
Su discurso confunde porque cuando enuncia, apela a un espejismo de rigurosidad. Durante el primer debate, contó con presunta precisión la cifra de desaparecidos durante la última dictadura. Y, a través de los números niega la historia: se muestra como un técnico, confía en una ciencia desprovista de ideología. De hecho, para él, la ciencia –al igual que la política– debe estar administrada “por los que saben de verdad”. La ciencia es exacta o no tiene sentido.
Bajo esta premisa, la economía también es una ciencia exacta; dos más dos son cuatro en Argentina, en Japón y en cualquier parte del mundo. Olvida, en sus exposiciones, que la economía es una ciencia social en que el contexto, la desigualdad, la presencia de países más poderosos que otros, las presiones de las corporaciones y los organismos internacionales (como el FMI) condicionan. De nuevo: pone a jugar a los números para negar el contexto.
En una entrevista con el periodista Diego Iglesias, Daniel Salamone, el científico que –según Milei– administrará la “oficina” del Conicet en caso de ser presidente dijo que al libertario “le apasiona la ciencia” y que “es muy curioso”. El problema, en definitiva, es lo que entiende por “buena” y “mala ciencia”. La primera, desde su perspectiva, es la que brinda resultados inmediatos y la única susceptible de ser financiada. Así, los científicos y científicas del país son empujados a convertirse en los empresarios de sus propios avances. Comerciantes de sus ideas. Emprendedores.
FUENTE: Página 12.