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CAPERUXITA, DE AGUSTINA PÉREZ

Poeta, investigadora y docente de Teoría y Análisis Literario en la UNAHUR, Agustina Pérez entrama una prosa fuertemente alusiva y visual, que hace equilibrio sobre el lenguaje y explora la potencia simbólica del nombre. Su libro más reciente, Caperuxita, pone a rodar, al decir de Daniel Rodríguez Ballejo, “ficción y verdad, pensar y fe, para colisionar con las ruinas de la lengua caste”.

por Daniel Rodríguez Ballejo

«Leer recién empieza cuando se relee. Leer por primera vez no es más que la preparación de esto. Porque hace falta, para que haya lectura, una actividad específica, distinta del objeto que se va a leer, con la que la primera precipitación tiende a confundirlo, sumiéndose en ella»

Henri Meschonnic

En 1681, Basho toma su nombre de la planta de banano que un discípulo suyo trasplanta junto a su choza. Con anterioridad, Felipe II toma su nombre de Felipe, el de Castilla, rey iure uxoris, en favor de Juana la mal llamada Loca.  Shklovski se refiere a los dibujos de Chagall por su trazo de niño. Todo esto tan diacrónico o díscolo en su aparente ambigüedad viene a colaborar con Caperuxita, por detrás.

El cuento de Agustina Pérez comienza por los lindes, cuando Caperu no solo pisa la línea de demarcación –como hiciera Ulises en el Canto XXIV– sino que además la cruza. De atravesar aquel linde es que se constituye Caperuxita: una narración de la Tierra Reseca a las Últimas Poblaciones. Quien interfiere inmediatamente es Felipe II, llamado El Atrevido, que se atrevió a colocar en ese linde un baobab traído expresamente de Crimea, la tierra en disputa. Entre la Tierra Reseca, territorio expresamente administrado del Medio Ovo y las Últimas Poblaciones: hay un foso, rejunte de marisma y miasma. Para cruzarlo se requiere de un entrecomillado puente que, se nos dice, es en realidad una soga, pero los puentes se arman de cualquier manera, y eso lo traíamos sabido. Aquella soga fue labrada por una hacendera –Mirto Dermi, anagrama de Ritmo Medir, seudónimo de una bailarina– con la reliquia crística tergiversada, la corona de espinas que fue encontrada por Felipe II dentro de una botella. 

El crédito biográfico de este Felipe excesivamente apodado, todo motes, se brinda a partir de su mudanza a El Escorial, palacio que Felipe II, El Biográfico, mandara a construir en 1559. Crédito biográfico también para Joseph Bois, que se introduce en el relato por la puerta de atrás, o más bien por la faz roja del baobab. Es con la introducción de Bois que vemos aparecer a Mirto Dermi, la Negra de Gainza. Mirto Dermi salva la vida de Bois. Sin embargo en este cuento no hay teleología, la ausencia de un fin es reemplazada por un Final en holograma que vive impreso en Beatrix, paradisíaca y destinataria del recado. 

En su poema del Año Nuevo, dedicado a Rilke, Tsvietáieva nos habla de un lugar que es linde, límite, mundo, luz y hogar. Aquellas cosas todas en una remiten a un problema de legibilidad: palabra zonza pues sonsaca al lector la posibilidad de ser lobo. La hipotiposis, descripción vívida, a la que se aspira no es en vano. Los lindes, las Últimas Poblaciones, son también la posibilidad de un deslinde. La ficción se asemeja más bien a un advenimiento. Los materiales se entremezclan como en collage. Hay un toma y daca entre la lengua medida, el narrar como quien no quiere la cosa y el lugar común. El llano del caste se nos antoja casto y ya no es una lengua, son, también, diversos usos del lunfardo entre reescrituras y tergiversaciones. Sin lo llano. Y la llanura está allí, necesariamente. Caperuxita camina, lleva el mandado. Asediada por el Pilatos de Sol. No hacía falta decir que la hacendera había traicionado: treinta denarios.


Caperuxita tiene pies antiguos y ojos modernos. Caminante rala del macadam. Todo son ovos. Porque «la expresión es un giro torcaz», algo que se acumula como un ethos en la narración. Como en la Roña Criolla de Zelarayán, como en la caballada de su relato caballar, “la piel”, aquí es una intención de hacer fracasar lo que se abomina.

“La obra literaria es una pura forma, no es un objeto, ni un material, sino una relación de materiales”, dice en su Teoría de la prosa Shklovski. La alternación de registros, la rima, la aliteración por momentos hasta perlongheriana ponen a rodar ficción y verdad, pensar y fe, para colisionar con las ruinas de la lengua caste. Ese camino es el de Caperuxita

Caperuxita 

Agustina Pérez

Club Hem

2021

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