Literatura. Duelo, amor y memoria. Del teléfono que habla con los muertos en Otsuchi a las escenas mínimas de un padre que envejece, la experiencia emocional como desplazamiento. Una geografía afectiva que puede ser Japón o Congreso. Los poemas de Celina Feuerstein (Buenos Aires, 1959) articulan mesura en la dicción, economía de recursos y buenos cortes de verso para ir, no hacia el lamento, sino hacia la invocación.
En un pueblito al norte de Japón
el teléfono negro del señor Susaki
habla con los muertos
a través del viento
No imagina el señor que un gran tsunami
muy pronto va a cubrir todo Otsuchi
¿Intuirá algo su viejo corazón?
Una mañana fría Susaki Sama
sube al cerro. El sol rebota en la nieve
y un halo de luz sagrada
envuelve la cabina
Brilla el teléfono. Lo veo. Brilla
Se ilumina el cerro y
me pregunto:
cuando ya no quede nadie
¿se oirá
el sonido de las voces?
Yo
como el señor japonés
quiero creer que el viento
o una brisa suave o
el fuego en la boca del sol
traen
las voces de mis muertos
vienen y van
a veces vuelan otras
es un viaje en tren
y si no llegan si
las voces duermen y me olvidan
viajo yo
atravieso nubes y montañas
voy a su encuentro.
***
Mi padre cruza Avenida del Libertador. Es tan ancha y él
va encogido, camina despacio creo
no va a llegar. Se apoya en su bastón
el bar de la esquina una vez más
es refugio. Leerá el diario, lo sé, va a tomar
su cafecito y yo
lo amo tanto en su ritual. Papá está viejo
quisiera ser joven, me dice
y busco al de entonces
el torso erguido, su abrazo
mi pequeñez. También yo
quiero volver allí donde reía. Vamos
enseñame esas verdades que callaste
tan adentro. Guardabas
la tristeza dijiste no quiero
recordar. Vayamos andando vení
comprame un helado o mejor
almorcemos los domingos en La Rueda
con los chicos con mamá
heladería Congreso se llamaba
ahora ya no existe
casi nada existe
papá.
***
Hoy busco al sol en mi ventana
quiero olvidar el frío. Así
este brillo en el vidrio se convierte
en refugio tibio y voy
a pedir que vuelvas otra vez
querido mío
sombra y amparo
¿alcanzará con invocarte
como al calor de los rayos que entran
y me abrazan?
***
Pero el cielo que pedís yo me lo guardo
aunque derrame su celeste
y los mares se llenen
de cielos infundados
atesoro este limbo y su obcecada luz
a veces muestra y otras enceguece
no me perturba:
bienvenida cada tanto una quimera
exaltada y amorosa. No sé qué otro color
darle a mi mundo. Sea de albores
siempre encendida la chispa loca.
***
Te quiero no te quiero. Ella poeta
del amor sabe deshojar
las margaritas. Entonces vos si me querés hacele caso
a la loca que grita a cuatro vientos. Vamos mové
no tengas miedo: peor es morir sentado
que ya no muerdan los dientes y no caigan
ni lágrimas ni pelos en la sábana. Peor peor
olvidar. Vamos, decime qué esperás
¿Cuál muerte? ¿Que se congele la garganta de tanto
decir mañana? Si fuera posible corregir los almanaques
tachar las fechas cómplices de tu desidia y
de la mía. Ay si pudiera despertar en otro sueño. Llamar
piedra a la piedra y cielo al cielo ¿cambiaríamos
el final? Esta historia tan nuestra
¿sería nueva?

Celina Feuerstein nació en Buenos Aires en 1959. Es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y trabaja como psicoanalista. Algunos de sus poemas se publicaron en la Antología de Poesía Federal de la Ciudad de Buenos Aires. En marzo del 2018 publicó el libro de poemas La casa vacía, por la editorial Caleta Olivia. Participó en el poemario Martes verde, del colectivo Poetas por el derecho al aborto legal. En 2020 publicó De qué se trata el otoño en mi ventana (poesía), por Modesto Rimba y en 2022 A la velocidad de la luz, poemario publicado por la editorial Tren Instantáneo. Participó en el libro de Ediciones Arroyo Bajé para respirar. En 2021 formó parte de la Antología Jardín (100 poemas sobre flores), de Editorial Camalote, y en 2022 de Campo, de la misma editorial. En 2024 salió Pequeñas prosas blancas, por la editorial La mariposa y la iguana.


