Literatura.Adolescencia, deseo, recuerdo y una mirada adulta que corrige el recuerdo. Lo afectivo como aventura. En estos poemas, Jerónimo Maina (Córdoba, 1994) traza, sin solemnidad, una cartografía emocional de la experiencia juvenil. Algo que se juega en mirar al otro, una forma de revelación, de comunión con lo real.
Frasco
Cuando era chico, un día
me quedé encerrado en un frasco de mermelada.
No podía estirarme y si probaba
con alzar la voz
el sonido penetraba insoportable en el oído.
Solitario, un cuerpo
esquelético enorme
abrió la heladera, desenroscó el frasco
untó en dulce el cuchillo, filo de plata
dejó el resto en el borde y lo cerró.
Herméticas incandescentes
pasaron las horas.
El hálito en mi boca empañó
aquella casa de vidrio.
Golpeé en vano las paredes, mis nudillos
sangre en frutilla, alimentos inmóviles
alrededor de mí.
Pegajoso intenté dormir, pegajoso
(como si no hubiese sido más que un mal sueño)
amanecí en mi cama. Gotas de hielo
haciéndose agua en la piel, restos de fruta
manchando el colchón.
Safari
Cuando me sentaba atrás tuyo en el colegio
y dejabas caer tu nuca sobre mi banco
y yo, al principio con la birome,
después con la regla, después
con los dedos, me convertía
en un explorador diminuto
me adentraba en la espesura de tu pelo
para escapar de la clase de química, yo
creía que me gustabas, y que capaz
en una de esas, yo te gustaba también.
Un día te confesé mi amor.
Me miraste con ternura, me dijiste
todo lo que se dice en momentos así.
Ahora, recordando
esta escena a diez años de distancia
creo que sí, que gustar nos gustábamos
que no nos hacíamos falta, pero estábamos
un poco mejor el uno con el otro.
Yo me internaba en un continente desconocido
y vos, a veces
de tan relajada cerrabas los ojos
la profesora gritaba tu nombre
te pedía que te endereces
nos traía de nuevo, dirían otros
a lo real, diría yo
a la mentira.
Instrucción
Mi hermana tenía una cajita de música
en la que una bailarina diminuta de porcelana
daba vueltas y vueltas según el gesto
de la mano en la rosca, una mano
infantil expectante
de aquel instante transparente de belleza.
Para girar y no caer, es preciso
sostener la mirada en un punto fijo
mover el tronco y no la cabeza, y luego
mientras el cuerpo rota
voltear la mirada en un movimiento seco
buscar en ese golpe el retorno
al punto que se eligió.
Trazar el horizonte
es el único truco, la fuente
de la que nace y sorbe
la belleza transparente, la fuerza
del equilibrio.
Fértil
Ay, si te miro a los ojos
se estira un puente, blanco pigmento
entre tu muslo y mis dedos.
No dejes que me guarde en la caverna de la culpa
mirame
porque me caigo, chabón
sosteneme,
tus ojos
son lianas para este animal confundido.
La noche está estrellada y qué se yo
no es tuyo ni mío este fuego
que enciende, que incendia, que arrasa y nos deja
como pinos caídos entre sábanas manchadas.
No voy a volver a mi mente, resolví
el acertijo, no dejes que lo olvide
al final era esto
si te miro a los ojos
desnudo se espeja el mundo ante mí,
acompasa el aire en mi pecho y lo calma.
Que sigan viaje las estrellas y seamos su paisaje
que esclarezca el sol en la meseta de tu pecho
que crezca el jardín entre tu piel y la mía.
Blanco pigmento se seca
corre y se infiltra entre tu piel y la mía
tierra fértil
si te miro a los ojos.
Diecisiete
Si querés, un día de estos
vamos a la placita donde nos besábamos siempre,
después a tu casa y me cebás
unos mates dulcísimos.
Tengo unas ganas terribles de acostarme en tu cama
pasar la tarde así, en tetas y en cuero
viendo el sol irse de a poco y nada más.
Preguntarnos en silencio
cuándo será la primera vez
que hagamos el amor.
Jerónimo Maina nació en Córdoba en 1994 y desde 2021 vive en Ciudad de Buenos Aires. Publicó dos libros de poesía: Quedate hasta que me duerma (PorNos, 2019) y Safari (Ed. de autor, 2024). Coordina talleres de lectura y escritura, y la plataforma digital de poesía Ventana Pez. Da clases de lengua y literatura en escuelas secundarias y en nivel superior.