Literatura.Épica sentimental contemporánea: un yo que vive la intimidad como batalla y la política como paisaje amoroso. En los poemas de Andrómeda L. Fayerfoygl (Buenos Aires, 2004) no hay separación clara entre lo público y lo privado; los símbolos se mezclan y se invierten. Radios, ríos, cruces y luces funcionan como mediaciones que unen y separan. Puntos de intersección entre deseo, sacrificio, mito y memoria.
Corrí hasta acá como un perro cansado. No, eso va después. A ver.
Me muevo como se mueve la luz
–no las partículas, me entenderás,
solo la luz como la vemos,
en nuestros recuerdos, sobre todo–
y entro silenciosamente en la puerta que dejaste entreabierta;
(es todo mucho más puro si no dejamos nunca de movernos y hablar.
la contemplación y la siesta nos están exprimiendo de todo lo que nos hizo felices.
todo momento de rabia infecciosa
nos purifica. todo momento de soledad
nos traiciona)
me muevo como se frunce el sol
en el pelo de una muchacha joven que sale del subte
en la escalera mecánica, yendo a trabajar.
También me muevo como si entrara bajando
por la escalera quieta y normal y como si girara la cabeza
para ver a la chica de la escalera mecánica al lado mío,
que sube inmóvil, y mis piernas paran como las suyas, pero no me muevo
y para llegar bien ella se despertó
dos horas antes de que yo me vaya a dormir.
Pero como esas mujeres que entran y salen del túnel,
o como mi recuerdo de ellas,
o como una que sale del mar
después de mucho tiempo,
me muevo, o intento moverme,
que no es lo mismo. Pero aunque no el mar
dejó su olor y creo que pronto voy a volver a sumergirme, aunque todavía
hace mucho frío. Y que la sal purifique la carne, o que lo intente.
No es por repetir lo mismo hasta el cansancio, pero la luz, a través de las hojas de un árbol…
inmóvil en tierra seca con ojos que luchan por mantenerse abiertos,
por ella, para verla, la luz, a través de las hojas de un árbol…
Quizás sea demasiado, y me duerma igual,
o entre en esa modorra de casa colonial, de perro sin raza,
de naranjas pudriendo en el piso de ladrillo. De carne quemada bajo el sol, de sus costras.
Quizás sueñe. Quizás sueñe con la luz, atravesando las hojas de un árbol…
(o con el mar. o con el perro. o con la luz traicionando al mar y al perro.
corrí hasta acá, sí. por eso dije todo tan rápido. un perro muy cansado.)
“96 tears”
si ellas hubieran tenido una radio yo empezaría este poema diciendo:
“pusimos la radio y empezó a llover”:
lo que pasó fue otra cosa, pero más o menos
pusimos la radio, aunque no llovió.
me encanta esta canción. lloro
para no morir. la conocías?
me gusta mucho, me pregunto
si fue usada en alguna película.
es una de esas canciones de película,
viste? una de esas canciones que alguien pondría en la radio
antes de que la pantalla se inunde de lágrimas.
te desnudaste toda y me asusté más que cuando estabas vestida. todos tus puntos débiles se me clavaron entre las costillas – verdades y mentiras antediluvianas. al ritmo del tema un fin se acerca y lo único que tengo ante tanta agua es una espada enfundada y un martillo que nunca llegará a golpear.
Encuentro en el río
Y así yo – jornalero de tu cama,
soldado de tus legiones – acepto
morir y vivir y dejo de atacar
para yacer a tu lado, (“cadáver”).
Nada es nada. Yo, que muero por tu hoz
y vivo por tus mercedes, tengo tus
rizos atrapados entre dedo y dedo.
Espero que el mar ya se haya enfriado.
Te madejo y exocitadinas escapamos
al pastizal. Atadísimas las dos,
ataviadas de blanco y negro
porque somos una para la otra
y otra para la una. Excito tus nervios
con una canción que deberás conocer
y que a mi me da miedo cantar realmente.
Me gustaría que aquí hubiera un río
y que fuera de día para ver tu piel
asolada y dorada. Y nuestro reflejo deformado.
Un beso con vos es todo enredarse
y enredarse. Y nada nos separa salvo la muerte.
Y a mi todo me asusta. Quiero vernos besar
sobre el agua arrugada.
Lo escuché, juro que lo escuché
aunque no lo puedo repetir.
Te canto canciones alunadas,
brilla el sol y parece un nuevo día.
¡Espero que lo sea, princesa!
La otra para la una.
Quiero que veamos el atardecer
como si nos escribiéramos cartas todos los días
y pensaras en mi cuando sintieras calor
en tus mejillas. Quiero todo
de todo de vos. No me lleno aunque me canse.
hablar de la cruz
y verte así rompió
el agua de mi cara – los vasos
sanguíneos que explotan como cristal:
burbujas de bilis y lloré
por los monstruos
de fusión temprana
de ayer y hoy.
te voy a contar un cuento de tres hermanos
● uno mayor y prepotente
● uno mediano y avaro
● uno menor y valiente y bueno y amable y desinteresado
que obtiene al final todo lo propuesto,
por supuesto, y todo lo que nunca quiso
también.
no sabe que quiere algo que no es
una novia ni un pájaro ni un tesoro
pero yo tampoco sé qué quiere
así que no tengo que reprocharle
al hermano menor.
te voy a contar un cuento de tres partes
de un todo un id un ego un superego
un padre un hijo un espíritu
santo: un espíritu santo que sagrifica –
no se dice así – que santifica todo
lo que toca mis hijos se vuelven oro
ya escribí un poema sobre esto.
no alcanzó.
ahora pienso que no era sobre esto
porque en realidad me gustaría contarte de cuando
se dividió la tierra en tres partes:
● una precaria y vital
● una poderosa y moribunda
● una ni poderosa ni vital
– pero desesperada por serlo.
si no:
● carro de heno
● paraíso terrenal
● el infierno
una cruz que divide
el espacio en cuatro
digo en tres. pero de alguna forma
es una cruz. siempre lo fue
aunque ahora tome otra forma.
un río muy largo
que nos separa o una cadena
de criptomonedas. no sé bien qué es eso.
así que voy a hablar de la cruz.
Tradición
No en el cielo pero en algo parecido
rugen bichos de alas coloridas.
Bucólico & industrial como vos solo,
terreno tan poco nuestro,
yo no te creo. Nazca el sol.
Acá nada es una guerra pero todo
es una grieta; cuando el suelo
resquebraja
cruje también nuestro duelo.
Que pintoresco. Por cuantos lloran
hay tantos que ríen
y varios que dicen
que fue una traición.
Van camiones por la ruta
llevando cargas de paz;
van camiones por la ruta
y nunca más los verás
tomar el poder de alguien
que tampoco serás tú;
que eliges tan ciegamente,
qué tan forzada es tu mano…
Hablo de tus corazones,
hablo de miles de mil.
Nada pase sin que veas
la mano que ama al alfil.
Andrómeda L. Fayerfoygl (Buenos Aires, 2004) estudia Ciencias Antropológicas en la UBA y se obsesiona intermitentemente por el modernismo, el cine. Edita desde 2023 el fanzine colectivo Hemostasia y participa en otras publicaciones independientes.