Literatura. Un lenguaje directo, una sintaxis elíptica y un registro oral que se tensa hacia la reflexión. La mente puesta en la alienación digital, la economía del deseo, la observación hiperrealista de la rutina. Los poemas de Félix De Cunto (Trelew, 1996) conjugan la voz de una época: urbana, hiperconsciente, atravesada por el capitalismo y la tecnología. El presente como zona de interferencias.
Mala plata
la superposición de voces no impide reconocer
que al final la intención siempre es la misma.
acá todos hablan de dinero. del que a los 27
ya la hizo o del que la quemó de un saque
y ahora, extraviado entre el platino de una bala,
y el temor a sí mismo, vuelve de boxes, vive
de nuevo, debe reaprender a regular
la energía con la que rellena sus gestos.
el dinero es un músculo caprichoso
que hay que ejercitar diariamente
una prótesis sin sangre a la que se le insufla
la propia para que nos deje en paz
cuando se habla de dinero de lo que en verdad
se está hablando es de la falta.
cuando se habla de felicidad en verdad
está hablando la angustia.
cuando no pienso demasiado,
alguien me alimenta a su favor: compro
vendo la herida abierta
cerrada la billetera
no pesa nada de pesos
unto el resto malgasto
mi tiempo en pequeños dígitos inquietos.
Subte línea A
viernes 10PM, voy en otra, como el resto,
pensando en el cubo rubix del dinero,
en el cubo rubix de la muerte, en el cubo
rubix del amor. voy con la vista perdida
en el cableado que se arma
y desarma del lado malo de la ventana.
de pronto, una falla eléctrica detiene
el trayecto. nadie habla nadie suelta
las manos de las costillas
de la formación, salvo por el chico
que hace freestyle acapella.
los segundos pasan, la máquina no reinicia,
ahora hay un bebé que llora en brazos
de su hermana,
ahora un padre de setenta le limpia
la saliva que se le cae
en el pantalón de corderoy
a su hijo de cuarenta,
ahora una chica con auris inálambrico
usa su cámara frontal
para pintarse los labios que en unas horas
besarán los de un desconocido.
hay una señora de lentes levemente inclinados
que busca preocupada complicidad
en otros ojos, no la va encontrar
en esta formación, no la va encontrar en mí.
Don´t tread on me
trata de fijar la punta del dardo
de su mente y los objetos -restos
incorpóreos de un discurso ajeno-
no despiertan su mayor interés. orbitan
más allá de su imaginación castigada
a mazazos por la novedad. orbitan junto
a las moscas que mete su madre
en verano cuando entra a escondidas
a su pieza y le abre las ventanas. el aire
viciado se extingue más rápido si giran
también las paletas del ventilador.
trata de fijar su mente
en otra cosa y no puede: lo que puso,
lo que le puso a, lo último que subió,
lo que le dijeron de, lo que dijo al 50%,
lo que no dijo pero por la negativa
atrae su sospecha.
lo que se bate lentamente en el bol
más gastado de su cráneo
lo llevará a la perdición,
y según su matriz, eso es el amor.
trata de no pensar más y lo consigue, se pierde
en el zig zag de interfaces y pestañas
que se abren a la par de sus ojos
rojizos, rojos, rojísimos.
y pensar que hubo un tiempo
en el que sus pupilas eran el hueco infinito
por el que de cabeza se enterraban
las cascadas de su infancia,
un tiempo en el que no importaba
comprender la fuente de sus emociones,
en el que no había una computadora
cerca para volcar su ira en un foro
que noche a noche lo envuelve
como la serpiente de su foto de perfil
envuelve el vacío amarillo
que su cuerpo en espiral forma.
Desorden
algo así como despertar sin alarma
y dejar de escuchar el ruido del sol
proyectándose sobre la materialidad
de las cosas. fue, dejarla pasar. despertar
al siguiente en la misma posición
en la que estabas y mirarte rápido
las palmas de las manos para constatar
que todavía se está en actividad, que
todavía nadie desenchufó la línea
grisácea que mantiene tensa
la urdimbre de estos pensamientos.
por una milésima de segundos, dudar,
y por dudar, asustarse. obviamente,
no contárselo a nadie.
Veinte días sin fumar
el tiempo abandona sus cortocircuitos
y resisto despegado a la telaraña de tabaco
que conectaba acontecimientos puntuales
de mi rutina. el primer cigarrillo
que fumé así como se dice fumar: el gesto
altivo del encendedor, la mano armando
carpa a la flama contra el viento, fue un Kool
su paquete verde salido de una farmacia,
suavidad, ligeramente mentolado,
no hubo tos, útil para concretar mi misión
y entrar de una en el goce nicotinero.
al humo lo busca la pura compulsión,
velcro de pura adherencia a las cosas,
uno puede enchaparle a cualquier momento
un pucho y volverlo poderoso,
ante la ansiedad, ante el tedio,
ante el malestar emocional
o la constipación, también.
todos los caminos conducen a pitar.
esperar el colectivo, caminar
tres cuadras: tamaño exacto para tal placer,
la borrachera, el tobogán que hace la cerveza
en la garganta, el segundo después
del segundo mate, el viento, el sol, la respuesta
a una buena secuencia, el desquite
frente a una mala racha, el frío, el río, el exceso
de risa, una conversación con profundidad sostenida
en un presente continuo.
post sexo, pre sexo, pre llanto, post punk,
querido cigarrillo, llave de pensamientos,
chispa de sociabilización, no te odio,
no te extraño, solo te suelto un rato
para adorarte a la distancia en todo tu esplendor.

Félix De Cunto (1996) Vivió la mayor parte de su vida en la ciudad patagónica de Trelew, Chubut. Montajista y artista audiovisual que escribe. Hizo talleres con Daniel Durand y Melina Varnavoglou. Sus poemas han aparecido en diferentes fanzines. En 2024 publicó BUG, webzine que articula imágenes visuales y textos propios.
 
								

