Entrevista.En esta entrevista, Claudio Rosales repasa su recorrido poético desde Las Heras, su relación con la lengua, el peronismo como materia literaria y los márgenes de la edición independiente. Con humor, fricción y autonomía, Rosales construyó una obra que se desmarca del canon local sin dejar de tensarlo: una poesía que se ríe de la solemnidad, pero no del compromiso con la forma.por Gonzalo Nicolás Terraza
Los poemas del mendocino Claudio Rosales se valen por sí mismos. No necesitan de la solemnidad de las reflexiones, ni de monólogos autocompasivos del autor. En ellos hablan los barrios, las calles, los desvaríos del Municipio, el peronismo, el tetra y personajes que entran y salen de forma desproporcionada: algunos vengativos, sardónicos, otros tiernos y muchas veces… en patas. Rosales hace hablar a Las Heras como un distrito en cuyo epicentro convergen estéticas, populismo, la muerte y el peregrinaje de los vecinos. Poemas que friccionan, que tensan la lengua hasta convertirla en un giro novedoso de fraseos y deformaciones necesarias, y así instalar nuevos interrogantes en un lector tan acostumbrado a la marmórea universalización de la literatura local. Rosales usa la risa lamborghineana, inexcusable para dar el tono justo a juegos deconstructivos de la lengua que lo rodea, sin dejar de respetar la métrica del verso (Levertov) y la innovación como gimnasia diaria. Las últimas conversas que tuvimos duraron de 4 a 7 horas en diferentes días. Los temas ondulaban como una serpentina de apellidos que quedaban en el aire: Perón, Ramponi, Las Heras, Rubio, Mansilla, Rosas, Lafalla, la Franja, la Doctrina, y así podemos seguirla… porque, como decía Urondo “Hablar de poesía es una tentación”.
Durante todo el trayecto de tus publicaciones, Las Heras ha sido, y es el eje central de la mayor parte de tu literatura. Pienso en wachi, corner, las heras, donde sitios y personajes parecen converger puntualmente con la lengua que te rodea. ¿Cómo fue ese proceso creativo? ¿Qué lectura coyuntural podés hacer al respecto?
Voy a decirte primero que mi acercamiento a la poesía como lector comenzó en la escuela, que era por otra parte el lugar donde había libros. En mi casa había muchas revistas y diarios, pero pocos libros. Era un chico normal y corriente educado por su casa e instruido por la escuela pública. Empecé a escribir sin ningún motivo personal o íntimo. Jamás fui a talleres literarios. Voy a decir que me las arreglé con lo que encontré. En ese tiempo, finales de los ochenta del siglo XX, en Mendoza, la lírica nerudiana y el cancionero cuyano eran las expresiones culturales más aceptadas como modelos a seguir. Creo que aún lo siguen siendo y no está mal, lo que está es agotada igual que los líricos del compromiso social que se hicieron funcionarios, o los “nuevos poetas” que durante los noventa y trabajando en los medios aprovecharon para hacerse una fama, lo que sí está mal.
Entonces escribía para mí y sin ningún objetivo, algo parecido a caminar de noche por un lugar que no conocés. Publiqué mi primer libro con poemas a los 25 años. Era el desconocido poeta, sin cuñas de organizaciones, ni maestros que lo promocionaran. Todo costó el doble y, producto de mi poquísima paciencia con la vida menduca, las relaciones con el medio local artístico fueron escasas y poco felices. Trabajaba. Publiqué un segundo libro después del 2000, también de poemas, pero esta vez todo el proceso, desde escribirlo hasta la edición y la publicación, fue hecho por mí. Había alcanzado por necesidad cierto grado de autonomía respecto a la publicación de libros. Luego y como experiencia plástica de orden visual hice lo mismo con textos y primeras obras de autores contemporáneos que conocía.
A mediados de la primera década del siglo XXI conversaba con un amigo mientras fajaba con una tira de papel blanco el toco de cuadernos con escritos y poemas que había sobre una mesa. Mi amiguito me esperaba para irnos y estaba apurado. La demora la producía mi indefinición de titular el rótulo en la faja. De manera que para hacerla corta y con una lapicera azul en la faja escribí las heras, después salimos. Tiempo después extraje algunos para una publicación y el rótulo cantó el nombre del nuevo libro.
¿Qué leías por ese entonces? ¿Cómo te influenciaban o modificaban esos textos y esos autores?
Para ese momento los libros que leía eran en su mayoría de autores argentinos. El motivo era lo insoportable de las traducciones españolas o mexicanas de los autores que me interesaban. Cuando era narrativa hacía un esfuerzo por traducir en tiempo real, durante la lectura, los españolismos. Una operación desgastante y que “frenaba” el fluir de la prosa. Igual para esa época ya había consumido suficiente y el coger por tomar me producía una interferencia paródica que me hacía abandonar la lectura. Con la poesía en lengua inglesa del siglo XX comencé a practicar la traducción. Algunos poemas “breves” de James Joyce, Ezra Pound, Denise Levertov, Hilda Doolittle, Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti fueron los más propicios para ese ejercicio. Respecto a la poesía argentina era un lío, el uso del vos en lugar del tú limitaba mi elección a poetas que prescindían del “poético” pronombre personal y aunque me señalaran que eso solo aplicaba a un sector, muy escaso y novedoso, de la poesía argentina, no lo soportaba. Me gustaban Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo más que Almafuerte y Jacobo Fijman; Alfredo Bufano más que Armando Tejada Gómez y Enrique Ramponi; Leónidas Lamborghini más que Juan Gelman; Joaquín Guianuzzi más que Miguel Ángel Bustos; Darío Canton más que Daniel Samoilovich; Daniel Durand más que Washington Cucurto.
De los libros que siempre leía por esa época (fin del siglo XX comienzo del XXI) quizás buscando hacer una síntesis, eran Poemas completos de Néstor Perlongher; Música mala de Alejandro Rubio; Encontrados en la basura de Leónidas Lamborghini y Potlatch de Arturo Carrera.
Tu relación con el peronismo parece ser la de una entidad nacional de la lengua que hace fricción en muchas imágenes y escenas que aparecen en tus poemas.
Pienso: Que cuando el peronismo aparece en la vida nacional existían ya los radicales, los comunistas, los conservadores y los anarquistas, todos con esquemas y doctrinas europeas. Que derecha o izquierda son términos para tranquilizar a los profesores y a los periodistas. El peronismo es una revolución, interrumpida, que armonizó trabajo y capital; y llevó a los trabajadores al centro de la historia del país. Que Perón fue el mejor presidente de la Nación Argentina. Que el peronismo cuando no es doctrinario es una chantada. Que, y al revés de lo que pasa en política, el peronismo infiltró la literatura argentina hasta convertirse en fondo o tema en narraciones y poemas, a favor o en contra y bien o mal escrito, ahí está.
Hoy se habla de Carbónico como un proyecto que dejo una huella en la política de ediciones independientes de Mendoza. ¿Cómo fue armar ese proyecto? ¿Cómo fue su criterio de selección?
La tarea de publicar a otros salió de solidarizarme con esos autores que no accedían a la publicación ni privada ni estatal. A casi todos los que publiqué los frecuentaba, éramos amigos o los conocí. Traté que fueran cantidades cortas, 50 libros. Los editaba y los “armaba” con técnicas de encuadernado básicas. Los presentábamos y los distribuía en recitales y ferias. También pienso que Carbónico Ediciones Mza. fue un gesto desde esta ciudad cuyana a toda esa idea solemne y careta de lo que debe ser una publicación. Los tradicionalistas del libro, acá en Mendoza, se desorientaron hasta que tiempo después, cuando los propios lo implementaron, terminaron por aceptarlo. Sabemos que en todo el país hubo historias parecidas en cada ciudad. Hasta hay papers o investigaciones académicas al respecto. Voy a decirte que mientras duró (circa 2002-2012) siempre lo viví como una experiencia artística personal de arte y de amistad. No comulgo con la idea de sectores superpolitizados que proponen estos quehaceres como militancia.
¿Qué autores y textos están marcando para vos un estilo o un tono novedoso en este momento? Hablo de autores o textos del país en general, no tienen que ser solo de Mendoza.
Mirá no sé, estoy algo desentendido del momento. Lo que si sé es que un poeta que recién empieza debe hacer como el cazador pobre, esto es a lo que salga.
Ahora me acuerdo tengo el libro 30.30 poesía argentina del siglo XXI (e(m)r; 2014) y en el índice con un punto de lápiz, he señalado a Tomás Boasso, Franco Boczkowski, Violeta Kesselman, Milton López, Paula Moya, Bernardo Orge, Manuel Podestá, estos podrían ser algunos. También Agustina Randis, Gastón Moyano, Yamil Al Nayar, que son de acá y tienen publicado libros. Las antologías y, contrariando a los que las defenestran por multitudinarias, mezcladas, polémicas o incorregibles, nos muestran que el todo es superior a las partes, aunque estas tengan particularidades propias.
Un texto inédito tuyo los medios a su alcance parece salirse del mapa lasherense y desplazarse con una musicalidad de los versos que irrumpe el contenido. ¿En qué año y en qué contexto político lo escribiste?
Lo empecé a escribir cuando estaba el tema de la Ley de Medios en todos lados, y eso es porque los medios están en todos lados, bien. Entonces escribí algunos y después los olvidé y metí en una carpeta. El título Los medios a su alcance es un recorte del pedido de difusión que Rodolfo Walsh en su carta más conocida “Carta abierta a la Junta Militar” escribió. El recorte me lo ordenó todo, y terminé escribiendo algunos poemas más. Lo de inédito, no, porque en 2014 lo publiqué y lo repartí a amigos o conocidos.
Otro trabajo que hice con esa carta de Rodolfo Walsh, en 2011, fue llevarla a una reescritura lamborghinesca y resultó un texto balbuceante, estertoroso, porque la imagen que tenía era la de Walsh agonizando y como deshilachándose en su mente las oraciones y las palabras. Lo titulé “Rodolfo Walsh en la ESMA”.
Voy a decirte, solo por dar testimonio, que es finalmente cualquier entrevista, que busqué publicarlo y a través de conocidos en una revista, alternativa y filocomunista de la provincia, pero me dijeron que era un irrespetuoso que se tomaba para la joda algo tan serio. En 2024 lo publicó la revista digital La Intemperie.
¿Cómo ves el peronismo en Mendoza? El radicalismo arrasa en las urnas. Lo público se ve cada vez más degradado por un gobierno ultra conservador.
Voy a decirte que el peronismo abajo está bien y puede llegar a ser gobierno en las próximas elecciones. No es mentira ni es insulto que el peronismo tiene siempre voluntad de poder. El maquillaje progresista y el look neoliberal se va a aplacar y nuestros dirigentes deberán seguir la doctrina justicialista, que es el mejor manual de procedimientos para la toma de decisiones en un gobierno. Soy de los que piensan que el último gobierno peronista de Mendoza fue el de Arturo Lafalla.
Acaba de salir ocho relatos lasherenses. ¿Cómo te sentiste componiendo dentro de una estructura narrativa?
ocho relatos lasherenses son textos que podría intercalar con los poemas y no pasaría nada. El relato como recurso narrativo me dejó buscar el estilo para lo que me interesó relatar. Como era la primera vez que publicaba narrativa busqué objetividad y mesura ante tanta estridencia y furia, que parece direccionar la literatura más al periodismo y la pedagogía que al arte.
Que Antonio Di Benedetto haya escrito de la manera y forma que lo hizo, es un testimonio que la literatura puede ser algo más y lo digo sabiendo que hay muy buenos narradores hoy trabajando, pero una escasez de publicación los ha relegado a la oralidad de los programas de radio o a la espera de un premio estatal.
Para terminar. ¿Autores mendocinos que hay que leer sí o sí?
Sergio Taglia, Pablo Arabena, Darío Zangrandi y Gastón Moyano podrían ser, y principalmente porque aún no han dado lo mejor y sin embargo es de lo mejor que se escribió y que leí en este siglo en Cuyo.