Literatura
Una lírica de la decadencia, que hermana cuerpos, sujetos y paisaje urbano, se entona en estos cuatro poemas del mendocino Gonzalo Nicolás Terraza (1984) –hasta ahora inéditos. Imágenes labradas desde el conocimiento cercano que imponen los trabajos y los días; la risa agria del que planeó por demasiado tiempo su venganza.
TRÍPTICO DE LA VIRGEN II (LA JUANA) Los recuerdos de La Juana conceden a esta fotografía un amarillo similar al de los girasoles que se lucen en el expresionismo tibio de Barrancas, Maipú, Provincia de Mendoza. Hay gestos y gestos, y en el medio, se moldea una máscara de cera que representa una cotidianidad color vinagre mientras la Virgen mira bulímica hacia abajo y los pibes toman merca de la mano de Dios Padre Todopoderoso. Un tuberculoso cielo que se despliega en las contraseñas del cuerpo del trabajador borracho de vino que yace incorruptible como un cadáver entre yuyales a 40 grados de temperatura entre los sicarios de pura cepa y el negocio carnal del intercambio. MÚSICA PARA AHUYENTAR LA MUERTE Ayudo a orinar a mi padre sobre un viejo Paraíso en la Costanera, lo tomo de la cintura, sostengo su pene y acomodo sus ojos en blanco frente al eje místico de la Resurrección. Son casi las tres de la mañana, el cielo se torna color rata entre vahos de niebla y el humo blanco del tabaco negro. En la vereda de enfrente, un grupo de travas agita sus brazos: se ríen, aúllan, juegan con la luz de sus celulares son el último enjambre de luciérnagas enviados para espantarnos a la muerte de encima. Le digo a mi padre que bajo este cielo granulado son bellas mariposas que exhuman fantasmas mientras los zorzales traducen los amaneceres en los bares de la estación. Ayudo a orinar a mi padre pero su hepática mirada, se estanca en viejos mundos abandonados una normativa para enderezar la postura y así convertirse en una catedral humana. Se bebe hasta las últimas riñas del cuerpo y negocia, su propia anatomía, con la baba de un animal inédito. EL POEMA AGREGADO En mis bolsillos guardo las llaves de la difunta una foto de tu madre teniéndome en brazos y un atado de cigarrillos negros. La tarde baja como un Alikal mis ganas de apapacharte siguen firmes como una bandera te odio tanto como te quiero con el empeine firme sobre tu cuello o mi vieja camisa a cuadros recién puesta sobre tu torso. No se puede escribir sobre todo lo bello, es la ley de las familias disfuncionales: tragar los pedazos de pan como quien mastica una tuerca una noche del 31. Pero querido primo, no aprendimos nada sobre la continuidad de los baldíos sobre el asco que daban los curanderos sobre el tabaquismo de nuestras madres, quienes entre mates, tortitas y peronismo escupían flema con alquitrán y sangre al ras de una vespertina carcajada. Hoy tengo 39 años y ni siquiera tengo tu marca en mi tarjeta de cumpleaños. Me río, como te reís vos cada vez que el zonda te cierra los bronquios o el Diablo me tuerce los codos. Nacimos pobres, mascando los grumos de la leche los huesos iban perdiendo calcio y una nube rosa nos cubría la cara Hoy guardo las llaves de la difunta cierro definitivamente las puertas para que te abraces a la madera Esta resistencia es un acto noble para que los músculos reposen y así pueda despreciarte, tranquilo. LA VENGANZA DE TEODORO BARRETTO PADRE Mientras sostengo este tubo de oxígeno perteneciente al Ministerio de Salud de la Provincia mis reflejos de ajedrecista arden como cebolla recién picada. El aroma a jarabe empaña las ventanas y mi yo lírico emite gritos de madre ahogada. Debería permanecer en silencio limarme las uñas o extorsionar a mis hijos escuchar atentamente el bombardeo de mis taquicardias en celo mientras arrastro los subsidios del Gobierno como se arrastra a un perro muerto Las moscas merodean un balde con agua sucia yo me quedo titilando en un nirvana de pensamientos occidentales. La gente adora hablar de sus patologías, lo obligan a uno a tragarse sus mundos con todo el veneno adentro a lo largo de la historia a lo ancho de las generaciones Yo ya estoy envenenado, tieso, indefenso tomaré el toro por las astas y los prenderé fuego cuando estén bien dormidos.
Gonzalo Nicolás Terraza. Nació en 1984, en la ciudad de Mendoza, donde vive. Actualmente prepara su primera plaqueta de poemas.