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JUNTAS (LA BARRERA DEL SONIDO) DE ROM FRESCHI

Reseña
por Juan Rocchi

La reciente reedición de Juntas (la barrera del sonido) por parte de la editorial platense Todas las fiestas de mañana invita a releer los poemas de Romina Freschi (Buenos Aires, 1974) desde una nueva perspectiva. El paradigma del poema de amor (parental), y las herramientas poéticas que permiten alcanzar una expresión honesta de los vínculos afectivos. 

No es fácil escribir poemas de amor. Menos hacerlo bien. Si se encuentran infinitos textos sentimentales, sufridos, efectistas, es porque el amor es un tema tramposo que hace parecer que lo que se escribe al respecto es inmediatamente poético. No lo es. El poemario Juntas (la barrera del sonido), de Rom Freschi, constituye una búsqueda audaz en esta dirección y ofrece una forma nueva para la poesía amorosa. 

Si hacemos un recorrido rápido por la producción consagrada entre la poesía argentina reciente, existen poemas de amor. Son los que pertenecen a la poesía rosa representada más acabadamente por Cecilia Pavón y Fernanda Laguna. Se trata de poemas efectivos, apoyados principalmente en un recurso único con variaciones y sostenes: la apelación a la inocencia. La poesía actual se permite escribir y valorar poemas de amor siempre y cuando el yo lírico sea simple, desprejuiciado, boludo. Mientras haya relación directa e irreflexiva con los sentimientos. 

Por eso la famosa pregunta de Alejandro Rubio en la contratapa de Control o no control, la poesía reunida de Laguna: “¿Fernanda Laguna, es boluda?”. La pregunta es pertinente, aplica a ambas (así como a muchos y muchas de sus discípulas), y resume el problema de su poética en este punto esencial. Más allá de que lo sean o no: la efectividad del poema de amor, su capacidad de sortear el peligro, depende de hacerse las boludas. O asumiendo el peligro de ser boludas; también puede ser. Esta tradición poética resultó exitosa entre lectores y continuadores.

Si bien hay muchas más aristas que pueden ser analizadas en los textos de Pavón y Laguna, no es el punto. Lo importante es marcar que la tradición del poema amoroso ya tiene un mojón a evitar si se quiere escribir algo nuevo. Entonces se puede volver a empezar diciendo que Juntas no es un poema que se haga el boludo. Es un poema de amor con voluntad de hacer honor a esa experiencia; algo que George Oppen llamaría honestidad. El amor, en el caso de Juntas, es el de una madre por su hija pequeña. Están de vacaciones y la pequeña está aprendiendo a hablar (la barrera del sonido mencionada en el título), habla mucho, y su madre está conmovida. Hay una primera voluntad que es la de guardar todo lo posible de esos sucesos, tanto en el diario-poema de la madre como en los dibujos de la hija. Las charlas, los paseos, la importancia de todo eso que está pasando. 

Si el poema no se hace el boludo, es en parte porque se hace cargo de esa importancia sin traicionarla: no hay gestos cancheros. Lo contrario a hacerse el boludo es hacerse cargo y devenir responsable; así como la madre es responsable de la hija, el poema es responsable de la fidelidad de la expresión, de captar la verdad de ese vínculo (“alguna prueba para existir por fuera / para que leas esto y veas / sientas / creas / un reflejo / de amor real”). 

El objetivo de Juntas parece ser entonces mostrar al amor materno como una experiencia al mismo tiempo trascendente y compleja. Un objetivo difícil, empezando por que, en la tradición del pensamiento occidental, esta dupla es un oxímoron. Lo trascendente rechaza lo complejo: así como en la intuición mística, el acceso a lo superior es inefable, funde todo en la unidad, es lo simplísimo. Lo complejo, a su vez, expulsa la trascendencia: el orden de las razones, la ciencia, siempre puede buscar un fundamento terrenal más, una explicación de orden material. El logro poético es exponer esa dualidad en el vínculo amoroso real.

De esta manera, Juntas expone los problemas del vínculo materno –y al hacerlo se acerca a todos los otros tipos– de la forma más directa. Y lo hace evitando la moda más recurrente en la literatura actual: concentrarse en las pequeñas cosas cotidianas, en lo chato. El tiempo detenido de la playa, la soledad y el espacio en que poder imaginar historias, construyen un escenario aislado para la exploración del vínculo a un nivel más profundo. La maternidad en Juntas es existencial. Existencial y áspera. 

Uno de los principales problemas es quién manda. A quién pertenece ese vínculo. En la relación de poder entre una madre y una hija –la madre escribe y publica, la hija recién empieza a aprender las palabras bajo la observación de su madre– la decisión pertenece absolutamente a la adulta. Ese poder –y la consecuente responsabilidad– se choca con el despotismo infantil insuflado por la devoción de la madre por la hija. A través del prisma del amor, la madre juzga a su hija con toda la bondad posible: es genial, artista, irrepetible (“Durante el día soy / satélite trivial / insoslayable / irremediable / -no hallo remedio / para esto que Dios / me dí – / irrenunciable / todo lo blé / -lo blue- / que sos”). La total entrega que representa la Virgen con el niño en brazos en el relato bíblico existe también para las personas de a pie. 

Un segundo problema es el de la expectativa, la presión sobre un vínculo. A diferencia de la postura desafectada de la literatura canchera, la madre tiene expectativas sobre la felicidad de su hija, sobre su crecimiento y su experimentación del mundo (“Arena, oro verdadero de la orilla / de la vida, para vos empieza / este ímpetu voraz / y yo a veces te sirvo / en cuchara demasiado grande”). No hay vergüenza en pretender algo más de un vínculo, algo que no está pasando; tener miedo y exigir más.

Al nivel del estilo, sorprende un poco el análisis que hace Anahí Mallol en la contratapa del libro, en donde interpreta: “El lenguaje se vuelve aquí ligeramente parco, elude la metáfora, opta por la pequeña imagen. No hace falta más, parece decir”. Al contrario, la metáfora es uno de los recursos de los que Freschi más se sirve. Haciendo una prueba rápida, no hay una página de las primeras veinte que no tenga una metáfora central para su estrofa (“Lucha, hija // Esmeralda del alma / todo lo que cuesta / vencer el miedo, el mundo”). Tampoco hay mucho de pequeña imagen; más bien, el imaginario fantasioso de una nena de tres años toma la posta y hace aparecer monstruos y reinas que se mezclan con el mar y las libélulas del paisaje.  

Sin entender qué libro habrá leído Mallol, lo que diferencia a Juntas de otros poemas de amor, lo que lo vuelve novedoso, es lo que quedó afuera del análisis: maximalismo en la expresión, rechazo al cancherismo, honestidad en los problemas y en el trato con la hija. 

En un contexto de vínculos humanos cada vez más pobres, Freschi se hace cargo de trabajar con la densidad propia de un verdadero encuentro. O digámoslo sin vergüenza, siguiéndola: propia del amor. Un tipo de relación que es ajena al cálculo, a la utilidad, a la especulación. El logro de Juntas es presentar de nuevo algo que parece perdido: el amor en su riqueza de miedos, expectativas, culpas, alegrías, conmociones. Una apuesta por la sensibilidad sin resignar inteligencia, sin caer en la espontaneidad boluda del corazón. 

Juntas (la barrera del sonido)

Rom Freschi

Todas las fiestas de mañana

33 páginas

2023

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