Reseña. Un reencuentro entre amigos revela distancias silenciosas, tensiones latentes y verdades que sólo aparecen cuando el paisaje obliga a mirar hacia adentro. Gastón Moyano ensaya una lectura íntima de La playa, de Cesare Pavese. Un escenario donde la languidez veraniega es apenas una superficie bajo la cual late una tensión más honda. por Gastón Moyano
La Playa Nouvelle de Cesare Pavese, el planteo funciona de manera intangible, varios personajes que rodean a los tres principales, la pareja de novios y su amigo el Profesor. Gente joven de 30 años, pasan días de vacaciones charlando, caminando en una ligereza por momentos insoportable.
El Profesor registra lo que pasa, las charlas con la chica donde ella recuerda su pasado, registra el cuerpo del chico y su sensibilidad que él mismo se ha obligado a matar. Las imágenes y los paisajes de La Playa se cierran alrededor de la pareja y el Profesor imágenes cerradas que imperceptiblemente van excluyendo al resto de los personajes y sus voces pasan a ser voces de fantasmas los tres que quedan en ese círculo se los asfixia, el Profesor toma notas mentales de esa paulatina asfixia.
Los diálogos no importan, lo sugestivo sucede cuando el Profesor se retira a su habitación, escribe, escribe y escribe, no se sabe bien qué, es algo sobre la pareja y en esa escritura a la que el lector no tiene acceso se filtra sutil la angustia, ella aparece en los dedos del Profesor que sostiene un cigarrillo, la angustia se hace presente en los escalones y en la balaustrada de la entrada de la habitación, una cama y un escritorio, la angustia en las fluctuaciones de la luz en la guarnición de la lámpara sobre el escritorio, los barcos que circulan en el mar, se alejan, los dedos del Profesor limpian los cristales de sus lentes en momentos de descanso de la escritura. En La Playa sentados los tres recuerdan, una acción poderosa es recordar el pasado, poderosa e inútil, surgen y desaparecen, dejan espacios vacíos, espacios que gratifican al Profesor, son materia para una posible escritura. Con un lento cambio de luz en el texto, Pavese sugiere que la conciencia del Profesor es la extensión de La Playa, lo que en ella se escucha, lo que en ella se ve, lo que se siente proviene de esa conciencia, una conciencia que parece pertenecer a un lugar helado, despoblado, no a esa Playa con brazos musculosos de chicos que nadan y después emergen hermosos del agua, no a esa Playa de centenares de chicas con uñas pintadas de rojo en los dedos de sus pies.
La conciencia del Profesor observa la angustia que se mueve detrás del escenario de aparente normalidad de La Playa, lo cercano no es claro, musita lo que nombra, nombra la muerte, la muerte en los ojos cansados del Profesor, la muerte en sus párpados cansados, la muerte en las espaldas desnudas de los chicos sentados en la arena al sol. Gestos, formas y sombras nos inducen como lectores a esa sobrecarga de angustia que precede a la muerte, rostros de abuelos olvidados, la forma de lo que no pudo ser donde todo está inmóvil, el mar es de mármol, la conciencia del Profesor es lo único que se mueve, pero solamente cuando él entra en su habitación para sentarse a escribir sobre, suponemos, ese verano que se extingue.

La playa
Cesare Pavese
Traducción de Silvio Mattoni
Caballo negro
2025
92 pps.

