LITERATURA
Compartimos uno de los cuentos de Cornish Rex, el libro de la escritora Mariela Coronel Silva, publicado por Astronauta Ruso. Dirigido por Rodrigo Parada, este proyecto editorial oriundo de Hurlingham nace con el objetivo de darle visibilidad a nuevas voces de la literatura argentina contemporánea.
EL PAÑUELO DE MI PAPÁ
Salimos en el colectivo hacia el centro. Yo tenía un padrino que trabajaba de boletero en el cine Normandie de Lavalle. Él nos permitía entrar gratis y sin hacer cola. La primera película que vimos era sobre tres niños ninjas que tenían trajes de colores y le hacían muchas bromas a su abuelo. Mi carcajada me ponía la panza dura y la de mi papá era igual a la de Patán, el perro de los autos locos.
Cuando terminó la película teníamos tiempo de ir a comer y fuimos a un barcito donde mi papá saludó a gente y pidió milanesas con puré. Nos dieron dos grandes platos ovalados, parecía que no iba a terminarla nunca. Tomé un vaso de coca y después de un largo rato fuimos al cine otra vez. Mi padrino nos esperaba con las entradas para ver Todos los perros van al cielo. Y esa película fue tan triste que hasta mi papá lloró. Aunque no estuve segura porque un ojo de mi papá siempre lagrimeaba. Él había nacido al revés y el ombligo se le enroscó en su cuello y en el intento de salvarlo -porque se podía ahogar- se le dañó el ojo derecho. Mi abuela me lo contó varias veces. Me dijo que el lagrimal quedó mal cicatrizado y hacía que las pestañas crecieran hacia adentro. Por eso mi papá siempre tenía encima un pañuelo de tela blanca con rayas marrones.
Salimos de nuevo a la peatonal y me preguntó si quería ver otra película antes de irnos a casa. Le dije saltando: ¡Sí, veamos otra! Yo elegí ver El Oso porque era de animales, pero no empezaba hasta las ocho de la noche. Fuimos a tomar café con leche por la calle Corrientes para esperar la función. Ahí pidió un diario y se puso a completar la grilla mientras yo terminaba mis medialunas de grasa.
Al salir de la cafetería todavía faltaba una hora y fuimos a meternos en las librerías de la cuadra. Habrán sido cinco o siete, no sé. En cada una, mi papá paseaba por los pasillos y, al detenerse, con una mano sostenía la mía y con la otra iba pasando para adelante los libros como si fuesen cartas. No se llevó ninguno, pero me compró una garrapiñada en el puesto de afuera del cine a las ocho menos cinco. Entramos.
El oso grande era el protagonista y cuidaba a uno chiquito que quedó huérfano, escapaban de un cazador del que después se hacían amigos. Y los ayudó a ir por el camino libre de caza, pero el osito se perdió y con el grande fueron a buscarlo desviándose hacia la parte peligrosa. Lo encontraron enfermo. Se había intoxicado con hongos venenosos del bosque y el cazador con el oso lo curaron. Y después, cuando lograron irse, se despidieron del señor, pero otro cazador disparó al oso grande. El osito trataba de limpiarle la herida. Le lamió la sangre. Cuando la música se puso más fuerte, yo me aferré del brazo de mi papá. El oso iba a morir y mis mocos crecían tapándome la pantalla que ya se ponía negra. Estiré la nariz para aguantarlos cuando sentí que más agua recorría mi hombro hasta llegar al codo. Una cascada caía del ojo derecho de mi papá. Él con tranquilidad me apartó para poder sacar su pañuelo que estaba en el bolsillo de su camisa y, con la misma suavidad que me peinaba, limpió mis ojos.
Mariela Coronel Silva (Buenos Aires,1984) estudió Letras en la UBA y fue integrante de varios talleres de escritura, entre ellos los de Virginia Feinmann. Textos suyos fueron publicados en diferentes revistas culturales. Cornish Rex es su primer libro.