Murió Henry Kissinger, el arquitecto del apoyo de EEUU a las dictaduras latinoamericanas en la guerra fría.
El ex consejero de Seguridad Nacional y ex secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, murió el miércoles a los 100 años de edad en su casa en Connecticut, informó Fox News. Kissinger fue el impulsor del Plan Cóndor, que impuso sangrientas dictaduras en América Latina en la década de 1970, dejando la de Argentina un saldo de 30.000 desaparecidos tras siete años de gobierno de facto, entre 1976 y 1983.
Su apoyo a las dictaduras latinoamericanas contó, por ejemplo, con reuniones con Jorge Rafael Videla o con el dictador chileno. Augusto Pinochet. Pinochet tuvo el poder en Chile entre 1973 y 1990, por lo que gobernó de facto durante 17 años.
Cuando Pinochet fue detenido en Londres en 1998, el juez español Baltasar Garzón pidió interrogar a Kissinger por su supuesta responsabilidad en el Plan Cóndor, la coordinación de las dictaduras sudamericanas de fines de los 70 y principios de los 80 para detener y matar opositores, pero el Reino Unido negó esa posibilidad.
Asimismo, Kissinger fue acusado de cometer crímenes de guerra por el bombardeo de Estados Unidos a la neutral Camboya durante el conflicto en Vietnam. Sin embargo, en 1973 recibió el premio Nobel de la Paz por su contribución para el final de la guerra de Vietnam.
Kissinger nació el 27 de mayo de 1923 en Fuerth, Alemania, en el seno de una familia judía que emigró a Estados Unidos en 1938 escapando del régimen nazi. Su primer trabajo fue en una fábrica de brochas para afeitar en Nueva York. Después se convertirse en ciudadano de Estados Unidos en 1943, sirvió en el Ejército de ese país durante la Segunda Guerra Mundial. Luego ganó una beca para estudiar en la Universidad de Harvard, donde obtuvo una maestría y un doctorado, informó Télam.
El restablecimiento de las relaciones con China
En 1969, el presidente Richard Nixon nombró a Kissinger como consejero de Seguridad Nacional. Su guía filosófica fue que la política exterior debía servir a los intereses nacionales con pragmatismo. Así, en medio de la Guerra Fría, Kissinger arregló dos visitas cumbres, a China y la Unión Soviética, en 1972 para desarmar las tensiones bélicas con los poderes comunistas.
En 1973, Nixon lo designó secretario de Estado, cargo que ocupó hasta enero de 1977, cuando terminó su mandato Gerald Ford -sucesor de Nixon en 1974-, y hasta enero de 1975 lo hizo en forma simultánea con el de consejero de Seguridad Nacional. Como secretario de Estado, Kissinger practicó la llamada “diplomacia de la lanzadera” que alivió tensiones en Medio Oriente, siguiendo a la Guerra del Yom Kippur en 1973, entre Israel y Egipto. En ese contexto se firmaron luego los acuerdos del Sinaí, mediante el cual ambos bandos acordaron renunciar a la guerra a pesar de sus diferencias.
En 1977, Kissinger fue a trabajar a la Universidad de Georgetown, pero retornó luego al Gobierno estadounidense en 1985 como asesor de inteligencia exterior del presidente Ronald Reagan. El fallecido mandatario nombró a Kissinger presidente de la Comisión mixta bipartidaria que definiría los intereses de la Casa Blanca en Centroamérica. A pesar de ciertos logros diplomáticos, el papel de Kissinger quedó deslucido en América latina luego de respaldar el golpe militar del general Pinochet contra el gobierno constitucional de Allende en Chile, de acuerdo con una serie de documentos desclasificados por la Casa Blanca.
De silueta encorvada pero todavía reconocible por sus anteojos negros de montura gruesa, Kissinger permaneció activo prácticamente hasta sus últimos momentos. Pocos días antes de cumplir 100 años, en mayo pasado, participó en un homenaje en el muy selecto Club Económico de Nueva York, donde apagó las velas sobre una torta de chocolate.
Sus apariciones públicas se volvieron más escasas con el correr de los años pero más frecuentes en videoconferencia, como lo hizo en el Foro Económico Mundial de Davos en enero último. Conservaba desde sus oficinas en Nueva York y su consultora Kissinger Associates una relativa aura entre la élite de Washington y del extranjero, incluso entre demócratas como la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, que un día dijo que confiaba en los “consejos” de su “amigo”.
Sus restos serán sepultados en un “servicio familiar privado” y “más adelante habrá un servicio conmemorativo en la ciudad de Nueva York”, dijo el comunicado de su empresa, reproducido por el sitio PRNewswire y citado por Fox News y The Washington Post, entre otros medios estadounidenses.
FUENTE: El Destape.