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NO QUIERO DECIRTE ADIÓS DE LUIS GUSMÁN

RESEÑA
por Rocío Kiryk

Luis Gusmán (Buenos Aires, 1944), autor de la novela iniciática El frasquito (1973) y uno de los editores de la no menos legendaria revista Literal, acaba de publicar este año el policial No quiero decirte adiós, donde la narración de relojería y la oralidad efectiva de los personajes dan un nuevo impulso al ya clásico género popular.

No quiero decirte adiós (Edhasa, 2023) es la nueva novela de Luis Gusmán; la quinta parte de una saga que puede leerse con cierta autonomía, pero que da por sentado el universo de referencias de las anteriores como Tennessee (1997) o Hasta que te conocí (2015). Una nueva apuesta al suspenso y el policial, clásicos y logrados artificios de un escritor que supo irrumpir en un canon desde la ruptura con El frasquito y que hoy recrea un género más tradicional, pero anclado en la oralidad y precisión narrativa de un profesional de la escritura.

Todorov cuando hablaba de lo policial decía: “Quien quiere embellecer la novela policial hace literatura, no novela policial”. ¿Es posible hoy seguir escribiendo estas novelas? ¿Se puede seguir la norma y aún así hacer literatura? Frente a la proliferación autobiográfica y el realismo, o más bien costumbrismo, que impera en la circulación de la literatura más popular, ¿se puede todavía entretener con los códigos del siglo pasado? Quizás Damián Szifron sea el último representante de un fenómeno policial popular como fueron Los simuladores, pero ya pasaron unos veinte años. Sin embargo, Gusmán aún encuentra la variante dentro de la norma, todavía un texto puede producir la sorpresa cuando la construcción ficcional es de relojería y no deja ningún detalle suelto para una trama sólida: ¿encontrará a sus lectores? De lo que no hay dudas es que el escritor parece divertirse con su propio juego de enigmas, con el armado del dispositivo que seguramente el lector no pueda resolver hasta que llegue a la última página.
Enunciar el conurbano y los arrabales porteños sin caer en las claves literarias de moda es un acierto de Gusmán, que puede incorporar esos elementos en función del policial y no como el gesto canchero para que venda la editorial. En línea con lo que Borges decía sobre que no solo de vaquitas podía hablar el gaucho, el conurbano también puede ser espacio del policial sin que la trama esté necesariamente vinculada con la marginalidad o la violencia como un gen de clase. Los personajes, las motivaciones, los conflictos escapan a los estereotipos y están casi al borde de romper con la verosimilitud.

En No quiero decirte adiós Walenski, el ex pesista, vuelve a enamorarse y, al mismo tiempo, a verse vinculado con un crimen, lo que lo lleva a cruzarse nuevamente con el ya retirado policía Bersani. En la estructura narrativa, ellos se vuelven los investigadores del asesinato. A su vez, este último es el único personaje “libresco”, quien no parece salido de lo real a diferencia de los demás, lo que genera un equilibrio entre lo cercano del espacio en el que transitan y lo excepcional de la razón policial. Con estas líneas juega Gusmán a tensar las estructuras clásicas del género, en el que no hay sólo dos líneas que seguir, sino que a partir de sub historias, que tienen que ver con el vínculo de los dos protagonistas, se enmarcan nuevas, una y otra vez, acelerando la acción. Los diálogos efectivos acompañan esta velocidad de la trama con destreza oral, sin quedar pegados a modismos que envejezcan al poco tiempo.

El olor, ¿no les da asco?

No, es tu río.

Walenski no puede olvidar el olor del Riachuelo en el Regatas de Avellaneda, mientras unos nenes dominicanos lo creen propietario de la atracción. La mezcla, la ternura, y la falta de juicio marcan el camino del ex pesista que cada vez que busca el amor se encuentra con el delito. El guiño del humor, ese que esboza apenas una leve sonrisa, es el condimento que le da respiro a los sórdidos motivos finales.

No quiero decirte adiós
Luis Gusmán
Edhasa
2023
236 pág.

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