Reseña.La violación y asesinato de una niña en Junín produce un levantamiento entre los vecinos. También atrae la visita de la cronista, con el ojo en los ojos de los otros y el oído puesto en la ausencia de sintaxis. En Que te guarden sin los evangelios Nadia Gómez indaga sobre sus propios materiales sin asir hasta el final ningún objeto ni perspectiva en particular; más allá de la horror-risa de lo que está ahí.por María Laura Cesar Arbiser
Archívese. En Junín, el mes de febrero de 2018, una niña de once años apareció ahorcada en el baño de la casaquinta de los Quadrelli – un proyecto frustrado de mansión alrededor del cual se formó una villa. Los vecinos que la encontraron vieron consigo al casero, atónito, y lo intentaron prender fuego junto a la casa. Unas horas después, la policía lo arrestó. A partir de este suceso, la autora Nadia Gómez decide viajar a la ciudad con su pareja y su hijo a cubrir el caso. Una escapada breve.
El teleobjetivo desea bien claro el pliegue blando de los labios lampiños. Si existiera un mástil en el velero dibujado, estaría justo sobre la ingle. La carne se adivina en el trasluz de la bikini empapada. De la foto viviseccionada, el pedazo de tela infantil no deja saber la edad de esa vagina.
Mientras avanza, el texto delimita los términos de su propia lectura sin nunca terminar de resolverla. Persiste la idea de que, por lo menos para los documentos legales, hay algo inenarrable en la realidad y es en esta zona donde la literatura adquiere una ventaja relativa. Sin embargo, lo impensable también es parcial, histórico. Como un punto ciego donde se podrían vislumbrar, si se pudiesen ver (si alguna vez pudiésemos ver) los límites de la representación que llega a producir una sociedad particular. Hay un intento difuso, ralo, de erigir una identidad de lo no-idéntico: no se deja a un lado el crimen para quedarse con el vuelo lírico y la forma «pura», sino que se niega tanto el abandono del objeto como de la narración objetual. No se distingue el horizonte de lo inmediato.
Tampoco queda claro qué es lo que está buscando Gómez concretamente. Por momentos parece ser que a ella le interesa la pedofilia pero luego este hilo conductor se abandona. Las explicaciones políticas, psicológicas y esotéricas abundan pero no esclarecen y queda, ni reprimida ni sutil, la risa. No la risa como bálsamo ante el horror ni como transgresión módica sino algo más parecido al horror-reír de Leónidas Lamborghini, una risa que no llega a ser sádica pero que linda con la crueldad o, por lo menos, con el distanciamiento que surge cuando no se opta por la solemnidad.
MARTABOLINCH dice: Se ha comprobado que en su primer grabación de estudio, en pistas 2, 4 y 6 si pasamos el audio del revés se escucha claramente “el camino es el paco, Piñón te va a llevar”. Albañil. Imbécil. Animal. Rata inmunda. Violín. Su hermano dijo que vivía en un galpón sobre una chapa. Estos daltónicos no ven el verde, eh. (…)
EL GALLO_CARP dice: Me mató la fuente, “lo leí de un flog”. Si a vos te llega un mail de que Carlitos Balá comanda la barra de platense, te lo crees. Movimiento involuntario y sádico de los ojos o nistagmo.
El intento de generar empatía o una mayor identificación con los personajes posicionaría a Que te guarden sin los evangelios en el campo del true crime pero una pulsión evitativa lo corta. Si surge esta impresión es porque Gómez nunca quiere abandonar por completo el caso, aunque podría hacerlo; su apego se extiende más allá de lo formal y lo estrictamente narrativo.
Si algo se transmitiese, es decir, si se pudiese asegurar que la obra en sí misma desea transmitir algo, sea sobre el caso o sobre su propia escritura, es cierto aura de matter-of-factness que poseen los informes policiales, las opiniones de los expertos e incluso por momentos el patetismo de las voces más compungidas que rodean la historia.
Esto la vincula inesperadamente con los poemas de la serie Tragodia de Vanessa Place, donde la artista conceptual estadounidense transcribe documentos legales públicos sobre distintos casos penales y los presenta en verso.
Subyace la idea de que el verdadero horror se encuentra en la falta de sintaxis. En su narración del juicio a Vicalba se entremezclan comentarios de la transmisión en vivo por Facebook y digresiones academicistas vacuas sobre la relación entre discurso-grupo-realidad. Es esta misma cadena la que se presenta como inexistente, no contradictoria ni fracturada sino falta. No solo ninguna lengua toca la realidad sino que ninguna puede siquiera acercarse a otro discurso, y su yuxtaposición o su sucesión se torna risible. Aún así estos pasajes densos no ofuscan un texto predominantemente claro. Incluso cuando, después de la sentencia, se revelan datos sobre el delito que cambian por completo la percepción del mismo, esta revelación no logra manifestarse del todo como un giro argumental.
Archívese, desarchívese. Sigamos con los chistes: un suceso civil entra a la literatura. ¿Pasa de lo público a lo público? O quizás, en una época dónde se imprimen más libros que nunca y se lee menos que nunca, pasa de lo público a lo desolado. Hace un páramo de sí: un despliegue privado de deseos, fantasías y perversiones colectivas. En última instancia, el goce de la literatura se encuentra en la negativa del otro.
Que te guarden sin los evangelios
Nadia Gómez
Palabras amarillas
2024
104 páginas