Literatura.La mirada sobre la infancia a través de un vidrio biselado. Recuerdos y leyes que se atrofian o deforman hacia el lugar más elocuente: una frase, que pueda resumir el odio, la violencia y la vida no como un río sino como este “hilo de baba que es”.
I. Yo tuve un odio hacia la niñez, fue un odio quieto porque en el fondo yo quería odiar desde donde estaba. Entre algunas cosas quería ser grande para amar como en las novelas explicar el dolor de pierna conocer los enigmas de mis padres (nada demasiado ingenioso frases cortadas nombres cambiados señas a mis espaldas) Mientras ellos trabajaban de ocultar lo grave yo armaba mi idea de la vida la armaba como un río difícil nunca como este hilo de baba que es. Quería ser grande para poder llorar en paz frente a ellos apreciar de cerca la hermosura de un dolor sin que nadie me diga no hay que sufrir. Ahora quisiera ser esa niña navegar por el río prestado de mis padres hacer un barco de mí misma sentir el azote del agua en la piel de mi corazón. IV. Desde su accidente nuestro amigo tiene la marcha disbásica de las cucarachas que han sido pisadas por el gigante dios su puño izquierdo ya no ha vuelto a abrirse es ahora una garra espeluznante donde resguarda intacto nuestro pasado. Si te distraés lo suficiente su voz gruñida puede lanzar verdades al fuego de tu cara hacerte sentir la peor persona del mundo que no es mucho si solo sos una persona. En el sistema operativo de su memoria tenemos apenas catorce masticamos chicle con la boca abierta y estamos casi ciegos ¿no es acaso la juventud una luz que encandila? Desde su accidente nuestro amigo luce como esos dinosaurios de juguete por sus poros verdinegros traspasa el sonido interno de sus máquinas. Cuando quiere nos ama cuando quiere nos asusta como chicos hablándonos de la muerte que es de todo esto una simple imagen aérea. Cada vez que lo veo me pregunto qué tan buena persona habré sido ¿amé a mis padres? ¿arqueó mi corazón el dolor ajeno? Desde su accidente nuestro amigo se queda dormido en la mesa sueña lo remoto a veces abro su mano inútil y allí nos veo: entre su piel áspera somos siempre un puñado de perlas blancas. XIX. Hace poco volvimos de un viaje. Todas las imágenes que recuerdo parecen perforadas por un sol abrasador, hay sobre él un vapor de agua como si estuviéramos dentro de una habitación del mundo y entre ambas hubiera una olla hirviendo. En medio del humo veo su cabeza dorada que brilla y me da una señal: ¡acá estoy!, me dice su cabeza dorada y frente a esa señal yo dejo, siempre de doblar los dedos dentro de mi zapatilla. Lo hago bajo el sol nocturno de Río lo hago, incluso, descalza la noche en la que naceré. Una tarde mientras mirábamos caer el sol desde Arpoador mi hermana salvó la vida de una niña que el mar quiso tragar. La gente aplaudió, el padre de la niña abrazó a mi hermana con euforia, mientras sostenía a su hija como se sostiene algo que se desarma. Con el pelo todavía chorreando, mi hermana se sentó a mi lado y juró que yo había sido la cosa que más cuidó. Sus ojos se notaban cansados como los de una madre al final del día.
María Paula Vettorazzi nació en 1988 en Sampacho (Córdoba). Estudió Derecho en la UNRC. Actualmente reside en la ciudad de Río Cuarto, donde trabaja como empleada judicial. Formó parte de la Antología de cuentos breves Los veinte (SADE Río Cuarto, 2018). En 2019 publicó Algo que vuele, su primer libro de relatos, editado por Editorial Cartografías. Es autora, además, de la novela Moscas brillantes del aire, publicada por UniRío en 2023. Actualmente se encuentra cursando el Diplomado en Escritura Creativa dictado por la UNTREF.