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LA FÁBULA DEL CORAZÓN DE LOS ARTISTAS DE SANTIAGO PINTABONA

RESEÑA
por Ulises Rubinschik

Tres plaquetas que sin proponérselo arman un libro. “La hermosura pensada como pathos que trasunta autobiografía dragueándola de poema tiene lo mismo de hermosura que de su cacofónica usura”. Y cómo hacer poesía del equívoco en tiempos de likes. La fábula del corazón de los artistas de Santiago Pintabona (Buenos Aires, 1974) abre lecturas necesarias, a pesar de sus altibajos, para la época.

En la contratapa de La fábula del corazón de los artistas, de Santiago Pintabona (Buenos Aires, 1974), Arturo Carrera saluda al autor en un mail (o tal vez un mensaje de Whatsapp). Dice: “hermosísimo tu libro. Con poemas extraordinarios. Con un yo que vuela y se disipa en el final de cada poema […] Veo que aplicás tu tiempo en poemas verdaderos. Qué es un poema verdadero. Qué se yo! Pero hace un libro”.

Contra la conminación del presente a la publicidad personal constante, de la que también la literatura y los escritores participan (tanto como los videos-selfie con gatitos, tanto como los videos al espejo levantando pesas rusas); el amiguismo y/o la urgencia económica editorial, que incentivan publicaciones vagas, desoyendo la calidad de los textos; la ansiedad del cotidiano como magma o denominador común. Contra eso Pintabona nos muestra, con La fábula…, un ejemplo de aquella aplicación del tiempo para entrever alguna verdad poética y luego insertarla entre dos tapas.

Porque el libro se compone de lo que podrían haber sido tres plaquetas por separado y el autor afirma en una breve entrevista para la revista digital Op. cit: “Esta tercera parte [“El ángel del verano”] la hice mucho después de hacer la segunda”. La segunda parte es “Astillas de un palo mayor” y, de hecho, en 2018 se publicó la plaqueta Cien astillas de un palo mayor (editorial Maravilla). 

La hermosura pensada como pathos que trasunta autobiografía dragueándola de poema tiene lo mismo de hermosura que de su cacofónica usura. Como si se tratara de hundir las letras en las aguas narcisistas de las redes sociales y que el paso del tiempo dé likes o palmadas amistosas de los otros usuarios/poetas. La obsecuencia y el apuro parecen primar por sobre el trabajo con los textos, imponiéndose un uso instrumental de las palabras, con aparente transparencia y fidelidad a un sentido que predeterminó (desde el corazón rojo emoji, metáfora de cuerpo y alma) todo el poema, en afán de una representación naturalista. 

Por eso no sabemos si Carrera (aunque, claro, tenga bien ganado el espacio para afirmaciones categóricas) acierta en el uso de “hermoso”, adjetivo frecuente en esta década del veinte para caracterizar un conjunto de versos. ¿Qué podemos, en cambio, escritores jóvenes y no consagrados, tomar de Pintabona? Consciente de las viejas pretensiones del género que siguen azuzando, el autor opta, como indica Sofía de la Vega también en la contratapa, por una escritura de la equivocación. Arma una especie de ética literaria donde se impone la experiencia (escribir, leer) por sobre el ensalzamiento del ego.

“La fábula del corazón de los artistas”, poema que titula la primera sección y el libro, abre “(El arte de no explicaría) asunto: // —- En cuanto a los corazones [[[[[”. Se decide por la no explicación, yendo contra aquella transparencia; no entendemos, con el condicional, hacia dónde quiere llevarnos el “asunto” (¿suerte de mail versificado y hermético?). Arbitrariedad y equívoco arrastran consigo al lector.

Los “corazones” ingresan, junto a unos corchetes descolocados, como personajes inanimados de esta fábula que tiene, a lo largo de los poemas y como es característico de ese género, una moraleja, en este caso trunca, que no terminaremos de manyar. La percepción se nos enrosca, pero, a la vez, de la mano de las rimas consonantes se dulcifica y se produce, a veces, un tinte de fábula cantada, como para chicos.

Junto a los personajes corazones pueden aparecer motivos de la poesía del sentimiento, como un fenómeno climático y su prosopopeya que lo transforma en lágrimas. Pero hay una búsqueda formal, con procedimientos que, en primer plano, se alejan de los modos más yoicos de escribir. Por ejemplo, las barras diagonales se usan para dibujar las gotas de un temporal y, así, algo del orden material del medioambiente se juega en el aspecto gráfico de la escritura. 

En la siguiente sección, “Astillas de un palo mayor” hay poemas muy breves, a veces de un solo verso. Se da una convivencia de aforismos, citas (con autor o anónimas), reescrituras de frases hechas o refranes, donde escuchamos una explosión de la rima en estrofas cortas. En muchos puede leerse esta ética de la escritura mencionada, a la manera, casi, de pequeños manifiestos: “Los buenos poemas son como los trenes/ Hay que esperarlos/ o se los pierde”. 

Es en esta sección donde podemos ver, también, cierto engolosinamiento (deliberado, pero errático) con la rima y algunos juegos de palabras no del todo logrados, leyéndose “astillas” que están más duras y bajan un poco el nivel general: “Si yo no te lo digo/ O vos no lo decís/ Tampoco me fijo/ Igual soy feliz.”

La tercera parte, “El ángel del verano”, inserta una novedad en el libro: la primera persona de la voz poética, sostenida del poema uno al veinte (y no aislada, como sí habíamos podido leer antes). Personaje caro el del ángel, cercano a la solemnidad lírica. Pero si nos topamos con temas solemnes, están extrañados, y leemos versos que no podrían incluirse en el continente de la literatura del yo, sino que van más allá: hacia el geriátrico de un arcoíris indefenso, la amenaza de las flores, o un instrumento de tango como tentativo tranquilizante, clona en 2×4.

Es notorio que las tres secciones del libro son tres plaquetas. Podemos preguntarnos: ¿está bien qué estén unidas? “Qué se yo! Pero hace un libro”. Tampoco nosotros lo sabemos: efectivamente esta decisión también es arbitraria y equívoca. Pero gracias a ella Pintabona nos muestra cómo escribir desde la subjetividad y que eso signifique, sin embargo, un hecho literario honesto y singular. Elude los despotismos individualistas, representativos de la literatura del yo y, así, de nuestro presente, que tanto nos impone leer bajo el prisma de la certeza y la identificación.

La equivocación en Pintabona está en asumir la imposibilidad de calcar un yo (que es, en sí mismo, ya ficticio y contradictorio): si hay corazón, no se metaforiza en su pretendida perfección, sino que se materializa en “personaje”, roto y paradójico, en la superficie y el sonido del poema. La idea sería fundir aquella ficción contradictoria en y para el poema. El autor logra compaginar esa suerte de intraducibilidad deseable, inherente a la poesía que nos interesa, esa corriente eléctrica de la que hablaba Ricardo Zelarayán. La fábula… es, aun con algunos altibajos, un muy buen aporte hacia la tarea de desmalezar y delinear el ramal que la poesía argentina contemporánea necesita.

Los caprichos de Octavio Paz

la tormenta sigue llorando con algo de inocencia
debajo del toldo
junto al poste de luz
////////////////Y&
 
YYYYYY//////yYYYY si no fuera por PERÚ?
mi cráneo seguiría latiendo
y la balanza de mis sensaciones
flotaría sobre las flores

esto no es un poema de amor
si no más bien un músculo
un deseo de volar
esto no es una máquina verbal



Protocolo cardíaco

¡¡¡¡¡¡Cuidado corazón!!!!

La mejor parte la dejamos atrás
Y la imaginación se vuelve hacia sí misma
El tiempo pasa y todo se repite
, baja/ alta, baja/ alta, baja/ alta, b

No tan lejos retumban las olas
Florece la espuma y el aire se
Quiebra y se derrama la imaginación
En la fantasía independiente

¡¡¡¡¡¡Cuidado corazón!!!!

………………………………………………………..

Tu barco mensajero cayó en el centro
Lentamente el agua lo tragó
Y escupió monedas en tres dimensiones

¡¡¡¡¡¡Cuidado corazón!!!!



1.

Y no sabemos qué viene después
Si la vejez del arcoíris no se defiende
Podrán volver las rosas

Y si el hombre se emociona o no
no importa
hay un bandoneón en la autopista
Siempre tropezamos con profesores


La fábula del corazón de los artistas

Santiago Pintabona

Neutrinos

2021

74 páginas

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