Literatura.Cuerpo, memoria emocional y rituales de despedida. El cuerpo es campo de batalla y territorio del duelo, espacio donde se inscriben la pérdida y la resistencia. La despedida no es solo un acto interno, sino una construcción meticulosa. En los poemas de Ana Pagura (La Matanza, 1977), hay un tono elegíaco sin artificios; hay alusiones a Pizarnik y versos que recuerdan a Juan Ramón Jiménez (“¡Qué goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!”); hay ceremonias de cierre pero también de transformación, entre la melancolía y la afirmación de un nuevo comienzo.
¿y qué ropa me voy a poner desde ahora,
que no sea también (y todo el tiempo) tu ropa?
¿cómo le quito tu olor, y el calor de las mañanas
en que amanecía tirada por el piso
o escondida en el revoltijo de la cama?
Voy a empezar a pintarme la piel
para que mi color deje de ser tan idéntico al tuyo
a tapar mis poros
para evadir la temperatura y la humedad
que nos dejamos impregnada.
Seguro no lo sabés,
pero dejaste olvidada en mi casa
la textura de tu voz,
unos susurros
y los gestos de deseo que grabamos en los marcos.
Ojalá pudiera taparlos con pintura
o con algo.
Ya no quiero hurgar entre mis libros
y encontrarme con tus notas marginales
ni cortarme con el borde de las hojas recordando
que tus dedos una vez
buscaron en mi biblioteca las respuestas
y un hogar donde quedarse.
—
Ensayé el ritual
y junté las flores
de un jardín robado
a una rara ficción de tiempo.
Escribí las palabras
que no cabrían en todas las botellas
que le supimos ofrendar a las noches.
Adopté la pose del entrecejo,
la cerrazón de la garganta,
las lágrimas ásperas,
para despedirte
de una buena vez.
Dispuse las velas en la arena
y un mantra,
encerrando en él las tormentas y la danza.
Teniéndolo todo,
quedando sin nada,
apareció, mudo, el poema
que explica sin palabras de este mundo
que partió de mi
un barco
llevándote.
—
Voy a comerme en pedacitos tus poemas
un mordisco
y un segundo
y que chorree juguito de poesía
por las comisuras de mi carne
Pronunciame
un bocado
que rime con asfixia,
devoremos cada verso
arriba de un techo.
Que nos caigan las palabras como lluvia de meteoritos
y con la maldición de un salmo
nos acabe
un viento
caliente
y nos extinga.
Con el banquete servido
me pregunto
si comerme tu poesía
será condenable
como un acto caníbal.
—
finalmente
y aún joven
abandonó el umbral
y en él
abandonó también
las valijas
donde llevaba los vestidos de sufrimiento.
El esfuerzo fue inmenso,
sobrehumano:
Tuvo que abrir
una puerta sin llave,
desnudarse ante sí misma,
y mover un pie.
—
Ya bailé.
Ya me quité delante tuyo
la ropa y los fantasmas.
Bajé las armas,
mostré mis tesoros
y los dejé entre tus dedos.
Ya me quité del medio,
me dediqué mi tiempo,
viajé a donde nace esta polvareda
y te busqué en la música,
entre los ranchos.
Te compré un cuchillo
y volví.
Te pedí que me besaras el corazón
y lo hiciste
sin rastros de piedad
ni del cuchillo.
—
Soñé que corríamos
entre las casas
saltando los alambrados
me decías
—“hay que avisarles
que todos somos todos”
y te agitabas
y corrías
y reías.
yo pensaba
—lo encontré.
Encontré al que sabe
lo mismo que yo sé.
Y me reía también
aunque yo
no era yo.
Ni vos
eras vos.
No sé.
Pero éramos nosotros
—
Me acosté
en la cama de la poesía
Le susurré
mis versos de hambre al oído.
Hice los honores
con su verbo
chorreando.
Pasé mi lengua
por sus puntos finales
y se volvieron blandos
Recé una oración
a su ropa en el piso
Me abracé a sus cadenas
Olí los restos
pegajosos
de todos los poetas
que quisieron jugar con ella
Gimió
como un animal herido
Nos acariciamos
Nos meció un colchón líquido
por las orillas
del río más ancho.
Me llovieron sus cascabeles
y sus bríos.
Me prometió
cambiar la duración de los inviernos
Voy a guardar en secreto
ese premio.
—
Te bendije en Carnaval,
Y recé con la sal de mi cuerpo
en ofrenda a la Madre Tierra.
Me vestí de bohemia
y también me vestí de hogar
Bailamos
Envejecí diez años
a la espera de un gesto
que tal vez nunca llegue.
Nació en 1977 en La Matanza. Entre 2009 y 2014 formó parte del Galpón Cultural Tapiales, una organización de vecinos auto-gestionada. Es docente de danzas folklóricas, diseñadora y gestora cultural. Participó de las antologías Nada de poesía, por Piedra al Cielo Ediciones (2017) y Calíope, antología de mujeres poetas del conurbano, por Editorial Litica (2020). Editó 3 fanzines: “Tinta china” (2010), “8 Poemas” (2013) y “Del agua, la lluvia y otras maravillas” (2016). El poemario “La Trinidad de las Cosas Evidentes” fue publicado en 2018 por Editorial Prosa. Durante la pandemia inició, junto a poetas de distintas partes del mundo, el colectivo Encías Violetas, dedicado a la difusión de poesía de manera virtual. Organizó diferentes ciclos de poesía en Capital Federal y el conurbano. En 2023 obtuvo el tercer puesto en el Slam Nacional de Poesía Oral, organizado por Slam Argentina. Actualmente forma parte del colectivo cultural Punto Bardo donde participa en la promoción y difusión de artistas, la gestión de eventos y el desarrollo editorial del grupo.