Los investigadores analizan si el grupo que planeó y ejecutó el ataque a la vicepresidenta contaba con otra arma, además de la usada por Fernando Sabag Montiel y de la aportada por Gabriel Carrizo. Se trataría de una pistola Smith & Wesson que aparece en poder de Brenda Uliarte en una de las imágenes halladas en su teléfono.
Por Irina Hauser y Raúl Kollmann
Una nueva arma está ahora bajo la lupa de los investigadores del intento del asesinato de Cristina Fernández de Kirchner. Sería una Smith & Wesson que aparece en manos de Brenda Uliarte en una de las imágenes que enviaba en conversaciones donde se jactaba de tener “un fierro” y saber disparar. Uno de los interrogantes a despejar es si pensaba usarla al mismo tiempo o el mismo día que Fernando Sabag Montiel, con quien estaba en las inmediaciones de la vivienda de la vicepresidenta cuando terminó apresado por militantes que advirtieron su intento de disparar. Lo que llama la atención es que se trata de un pistola cara, que puede costar unos 3 mil dólares, difícil de pensar que estuviera al alcance del grupo conocido como “la banda de los copitos”. Esto profundiza los interrogantes sobre si había alguien detrás de estas personas que tenía familiaridad con armas y municiones.
La Bersa calibre .32 que llevaba Sabag Montiel tenía cinco balas pero ninguna había ingresado en la recámara. Los peritajes mostraron que estaba apta para el disparo. En las pruebas del testeo no falló ni una vez. En un video se lo veía a él mostrando cómo se accionaba. Es posible que Sabag no haya movido la corredera o no lo haya hecho correctamente. “Che, pero que onda que falló el tiro? No practicó antes o le falló la adrenalina del momento?”, le preguntaba Agustina Díaz, otra de las detenidas (procesada como partícipe secundaria), a su amiga Uliarte, la mañana posterior al intento de magnicidio.
A Díaz y a otros interlocutores, Uliarte les había mandado fotos suyas exhibiendo un arma. Una de esas imágenes podría aportar alguna novedad a la causa. Hablaba de la posesión de la pistola con orgullo y como algo natural. Les decía que sabía disparar. En algunos intercambios aludía a situaciones con una ex pareja pero en diversos intercambios mostraba obsesión con matar a la vicepresidenta. A una tal “Serena” le dijo que se la compró. La jueza María Eugenia Capuchetti dio por hecho en su procesamiento que la Bersa fue adquirida por ella el 22 de abril y que antes había pertenecido a un vecino fallecido de Sabag Montiel. A Díaz, Uliarte le habló del tema: “Es el fierro de un amigo, no digas nada, porfi”, advirtió. En el celular de Sabag Montiel también había fotos de Uliarte con una pistola calzada en la cintura. No está claro de cuántas armas se trata.
En las imágenes del 1 de septiembre, tras la detención de Sabag Montiel, se la ve a Uliarte retirarse sin decir nada. Se va cabizbaja con una bolsa blanca en la mano. Esa bolsa apareció en la casa de una expareja suya, donde fue aquella noche, aunque luego volvió a Barracas, donde se juntaban los “copitos”. Una de las sospechas es que allí llevara un arma por lo que esa bolsa se mandó a peritar. Y si había un arma, ¿era la Bersa u otra?
Pasada la medianoche posterior al atentado, Uliarte volvió desde San Miguel hacia el lugar en Avenida Montes de Oca donde, por los chats de Gabriel Carrizo –quien se presentaba como dueño de la máquina de hacer algodón de azúcar– se sabe que convocaba en ese momento al resto del grupo. Era la casa de Sergio Orozco. A su hermanastra, Andrea, Carrizo le dijo que él había entregado un arma calibre .22 para cometer el magnicidio. Horas más tarde le mostró cierto alivio porque había confirmado que la pistola utilizada y secuestrada no era la de él. “Le di un .22 corto”, le dijo. También comentó que se juntaría con Uliarte para ocultarla o descartarla.
Todavía no se sabe nada del revólver en cuestión mencionado por Carrizo. ¿Tendrá algo que ver con la foto ahora peritada? ¿Cuántas armas manejaba el grupo? ¿Alguien les facilitaba el acceso? No parecían tener una gran capacidad económica como para acceder a una Smith & Wesson. Está todo bajo investigación. Lo que es muy llamativo en los intercambios de Uliarte y Carrizo posteriores al intento de asesinato es que siguen hablando con regodeo de volver a ensayar el asesinato. “Querés hacerlo?”, le pregunta Carrizo a ella. “Te juro que sí. Y no me va a fallar el tiro. Pero hay que pensarlo bien. Pasa que Nando (Sabag Montiel) no tiene mucha práctica. Le tembló el pulso”, responde. En otra conversación por esas mismas horas, Carrizo le dice a quien figura como “Jony White”, Johantan, otro hermanastro, que ahora querían “matar al jefe de La Cámpora”, en alusión a Máximo Kirchner.
Esa fue la tónica de las primeras charlas posteriores. Elogiaban a Sabag Montiel porque “quiso liberar a un país”. Uliarte fue detenida cuatro días después. El arresto de Carrizo demoró diez días más. Fue procesado como cómplice, igual que Díaz, pero crecen las dudas sobre su papel. Este martes hubo una audiencia en la Cámara Federal por el pedido de nulidad del contenido de su celular –que resultó crucial–, formulado por su defensor, Gastón Marano. Los camaristas resolverían en unos días, tal vez junto con la revisión de los procesamientos.
Fuente: Página12