Literatura
Cultores de un barroco propio (menos neobarroso que todoterreno), estos poemas inéditos de Sebastián Menegaz (1981) –parte del libro inédito La vida en los márgenes– se nutren de lecturas y escenas de lectura: Don Quijote; Colmillo blanco; Baudelaire leyendo a Valéry antes que a Poe. El ritmo de los versos lo rige la pausa obligada ante palabras que, por rareza o anacronismo, obligan a levantar la vista y silabearlas.
Lectura silenciosa Pondré en peso la cripta del párpado —la investidura brutal del cartujo— y arrojaré tímpanos crudos, sobras (del festín de los mastines) allí donde la pulcra masacre del reposo hunda el guisarme. Después, de punta en blanco limpiaré el filo de mi faca con tu lengua. No debe haber pasión más barata —y no, no la hay, knight Denton Welch— que la indignación del justo. La tabaquera Me marché de tus versos dándome por satisfecho. Una ménade más de la economía de mis orfismos: la tabaquera de oro la olvidé adrede. Como Baudelaire, lo había aprendido menos de Dupin que de Monsieur Teste. Volví por ella para desenmascararte pero la había cubierto el musgo. Era parte de tu jardín y no, no había razón para destruirme. Una memoria de La Mancha Siquiera jáquimas a socapa: romper lanzas a bulto. Llamado y escogido, infacundo de todo en todo. Y no por duro campo de batalla este lecho. Me llevan a mi ágora sobre un carro de bueyes, chevaliers de la charrete, Rinconete y Cortadillo: súmulas de Villalpando, ginosofistas. (Estaban en pinganitos). ¡Os empeñaste, alfeñiques! Euralio, Zopiro: la ingratitud vengada. Y yo y todo, en tanto más cuanto a lo rasgado zuzaban, se carpían. Tomáronse ocho meses, indubitablemente. De lance en lance, en la isla de Sicilia. Volar la ribera… Aunque sean unos porros. Partir y hacer tajadas el sol. ¡Oh, hideputa! Flor, nata y espuma. Oxte, puto, ¿qué peje pillamo? Time Safari Nadie me advirtió nunca o nadie quiso advertirme: aplastar una mariposa en nuestro finde cretácico era algo tan intempestivo —de algún modo un acto tan incoercible— como rociar una cucaracha en las oficinas de Time Safari. ¡Como depredar mi patio con limonero y tía quimioterapizada! (Con Huerto del Señor de los caniches percudidos, y sol de primavera alfonsinista.) Nadie me advirtió nunca o nadie quiso advertirme: el plot de crecer obedece con esta aciaga, obcecada puntualidad —con esta inoperante capacidad de asombro— siempre, serpent de mer! al futuro equivocado. Idilio mesócrata Un viento mamón antes que cornúpeta, pobre: se rascaba contra unas cortinas —¿sarna de Palermo?— que a lo mejor, no lo descarto, fueran gamulanes. Se interrumpió la lectura. Sin mediar palabras me arrebataste el lápiz. ¿Qué hacía aquella mano sino te dibujaba? —y así y todo no consigue leer su destino—. Subrayaste un párrafo que todavía se despinta: Cuando en las noches frías y quietas dirigía el hocico hacia alguna estrella, y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y ya convertidos en polvo, los que dirigían el hocico a las estrellas y aullaban a través de los siglos. Dijiste que te hacía pensar —White Fang— en mí. Claro, vos todavía militabas en el pé ó.
Sebastián Menegaz (1981). Escritor, cineasta, músico. Ha publicado la novela La liga harapienta (2022) y la colección de cuentos El espectáculo transparente (2015). En la actualidad vive en un pueblo de las sierras en la provincia de Córdoba.