RESEÑA
por Sebastián Diez Cáceres
La conversación, con un dios, sobre la muerte; el descanso en el camino durante la ascensión a un cerro; la letra en medio de una palabra que puede traer escondida un consejo de supervivencia. Estas son algunas de las figuras que trama Cripsis, el nuevo libro de Germán Carrasco (Santiago de Chile, 1971), en poemas que son “como un plato delicioso preparado por manos no vistas”.
De cara al cielo flota en un agua quieta, parece una especie de bautismo inverso cercano al fin, sin ese batido de alas y plumas que se estila al hablar del único spoiler real: la muerte. Ahora está en un lugar incierto de Santiago. Rinde cuentas con dios. Le confiesa que ha cuidado su envase desechable por pánico a los hospitales y este le contesta que los choros no se quejan, no hablan amarguras. En Cripsis los poemas alusivos a la calva furtiva son los más potentes por su tratamiento. El díptico que inspecciona las prendas del difunto, por ejemplo, o la segunda parte de otro aparecido en Ruda dedicado al poeta Héctor Figueroa, una elegía, no son avistamientos ni estudios hechos a distancia, sino que se palpa su aromática presencia, su reflejo incluso sensual. El baño de tumba y el rumor de un funeral insólitamente alegre recuerda a algunas escenas de Sonatine, la película de Kitano, donde los aprendices de yakuza le pierden el miedo a la muerte convirtiéndola en un juego.
Es en los funerales y el coito cuando se susurra, en el origen y el fin, y tal como ciertas escrituras temen de la alergia del tópico amoroso, el de la muerte suele caer en la pompa fúnebre para acabar los mismos gusanos entrevistando al cadáver. Por eso no se tratan de las palabras urgidas de un montañista que se extravía una noche de nieve, sino de las sílabas de un felino que se regocija de los sectores más abismantes de cualquier geografía o disposición de muebles. La gravedad del asunto parece estar cubierta siempre por una suave brisa marina. Acá la naturaleza no está loteada y los hostales a veces son el hogar. No hay poetas sino vagabundos. Se recoge la fruta del piso mientras desmantelan la feria y se pierden máquinas de afeitar poema por medio. Ciertas especies se mimetizan con el entorno para no ser devoradas: no hay épica sino estado de cripsis. El poeta insiste en que no olviden la “p”.
La canonización de la mala escritura y sus miles de seguidores dieron la espalda al poema que se saborea como un plato delicioso preparado por manos no vistas. La sola perspectiva de ver un atardecer de colores irreales propone que no todo lo maravilloso es un gesto atlético, artificial, destacado. No se requiere un arrebatado despliegue de tropas para alunizar en sitios tan bellos como anodinos. En el poema, por ejemplo, la protagonista no es la gimnasia del afluente, sino la enorme y lisa piedra de río. “Soñaba trabajar en un leprosario para lavar su culpa/ en vez de empezar por algo más sencillo, digo yo, /como sería lavar los platos.” Y quizás sea la “p” la que haga cripsis en el centro de una palabra tan explotada por la gravedad y la alharaca. Cripsis funciona como la estación de descanso de un ascenso hacia la cima, donde se verifican víveres, herramientas, el estado de la propia lengua, para continuar el pique.
Algunos poemas de Cripsis
El sombrero del difunto
Este es el sombrero del difunto.
Esta es la cinta interna del sombrero.
Se pueden oler sus sienes
y lo que había entre ellas:
La diadema de su mujer cuando niña
y el canto de los chercanes:
acupuntura en los oídos para despertar
con el lujo de una sonrisa.
La cola de un zorro en el follaje.
Los olores del mercado, la lana.
El fascismo. La violencia. El poder.
La parte superior desteñida
de este Panamá ecuatoriano
habla de largas caminatas
para evitar a la gente en el microbús.
Amor y pánico a la gente.
También suponemos que padecía
una ligera alopecia nerviosa:
demasiado uso del sombrero
y en las fotografías se aprecia
pelo con escaso volumen
La muerte acaba para siempre
con todo problema: recompensa
de paz al final del trayecto.
Recapitulamos:
—El sombrero del difunto.
—La cinta interna del sombrero
—El aroma de lo que había
entre sus sienes
adherido a la cinta del sombrero
La camisa del difunto
Esta es la camisa del difunto:
un tesoro de popelina impecable
comprado en la ropa de segunda
La parte de las axilas y la espalda
huelen a desesperación y sonrisa
a caminata y alivio.
Se podría hacer un perfume
que imite esta mezcla de olores
y bautizarlo como Oxímoron o Paso.
Cascadas
1
Dame crack y sexo anal:
ellas se enamoraban de un dealer
y ellos de una loca, o al revés,
la cosa era darse con todo, matarse. De suerte
estamos vivos. Pero luego:
Dame café y TV.
Y más tarde:
Dame Benzodiacepinas y Bill Evans.
Dame horario valle y velocidad crucero.
Dame haikús y koans, léeme el Eclesiastés en voz baja
con un té de termo cerca el río. Te devuelvo
todo con intereses. Te conviene. Dame el Río Claro
o la cascada del Empalmado: divinidad
que no permite mirarla —ninguna divinidad
permite que la miren a los ojos—
y arroja una llovizna para delimitar su señorío
perfecto para — sed cautos— resbalar en las piedras
o para que todas las neuronas se refresquen
como las hijas desnudas del verano.
Los más extrovertidos practican asanas o katás
en las cercanías de la cascada. Otros se quedan
en silencio. Se siente: kjjjjjsssshhhhffjjjjjffff.
Dame té, cine sigiloso y silencio,
dunas tibias en el viento litoral.
2
No sé cómo interpretar el sueño de las cascadas de sangre
pero tengo la certeza que es un buen augurio
porque la sangre es el rey de los combustibles.
Weinberger habla de 25.000 cuerpos decapitados y mutilados
tiñendo las hermosas cataratas de Rusomo.
Lihn menciona de una vaga llovizna sangrienta.
Pero el cuerpo es un envase de sangre y es mejor
que la sangre siempre permanezca dentro su envase.
3
El letrero decía
Propiedad privada
Pero en su reverso
No decía nada
Guthrie
¿Recuerdas cuando estuvimos ahí, cuando cruzamos
la cordillera del Maule con un mapa que se deshacía,
Pichún. Nadamos a manera de prólogo
con el poeta Moncada quien, antes de comenzar el viaje,
nos dijo en guitarra lo que vendría:
abstracciones.
La cordillera pierde su contenido
y somos una forma entre las formas.
Su guitarra era una improvisación maulina
con visos de rock: las rocas y pendientes de la travesía
venidera. El flujo fresco del río en los acordes,
paisaje marciano, suelo de piedra pómez.
Lluvia, frío, whisky. Un huaso de montaña
Parecido a B. Dylan nos rodeó con su caballo largo rato
sin pronunciar sílaba nos miraba fijo.
“Qué hei tenío que lidiar con gente
como ustedes. Soy el dueño”
“Bueno Sr. Ud. puede estar tranquilo,
nosotros nos llevamos la basura que dejan
los súper equipados que ingresan a la montaña
por propiedades privadas o en helicóptero.”
Y le mostramos la bolsa con residuos ajenos.
Y ya viendo que no había caso,
nos dio algunas coordenadas del camino.
Váyanse por ahí que ahí está la nieve dura.
“¡Cómo que es el propietario del volcán”
Decía Juan más tarde
“¿o sea que si el volcán erupciona
hay que culparlo a él de los desastres,
me imagino, ¿o no?”
4
Una pareja creía haber encontrado la coordinación para remar.
Luego de diez años de nado sincronizado en todos los océanos,
comenzaban a prepararse incluso para sus cambios hormonales.
Pero todo se termina:
donde estaba la hermosa cascada
que llamábamos la Camotera de Buddha
el aluvión dejó sólo una playa seca.
Tiene sentido: teníamos apego por ese paraíso en las montañas
pero el aluvión nos dejó claro que de un segundo a otro
todo se va a la.
CITA CON UN DIOS EN ALGUNA PARTE DE SANTIAGO
Aquí estoy
tal como me lo solicitaste:
desnudo y con un cuerpo que cuidé
más por pánico a la decrepitud y al médico
que por lo sagrado de este envase que me diste
desechable, a fin de cuentas.
Si tu intención es darme una paliza,
Te aviso que practiqué algo:
el maestro decía con una sonrisa
que la solución siempre eran
“los cien metros planos”, o sea, huir.
Sólo si no quedaba otra, había que actuar,
lo aprendido no se aplica nunca,
quizás una sola vez.
Y parece que este es mi turno.
Un desquiciado dice barbaridades
y ofenden gratis a ½ mundo.
Algunos sabemos contenernos
pero los que tienen genuina dignidad y honor
no aceptan la humillación y terminan en la cárcel.
Que el espíritu de ellos esté conmigo
por si se te ocurre divertirte torturándome.
Mira, si crees que las decepciones políticas
pueden dañar mi espíritu,
te equivocas.
Mira mi rostro: las caminatas
por esta ciudad que los currutacos no conocen
le dieron una protección natural.
—Recuerdo: me bajé del avión y tomé el 8
y llegué como a las 1 de la noche a Balvanera.
Un hombre alegre se vino hablando conmigo
Decía que África era la mano, la salvación
si uno no temía al trabajo.
A veces hay personajes fascinantes
que se bajan del avión y toman el 8 en Ezeiza
muy entrada la noche.
Quería invitarme a un asado, conversar
en algún lugar de Buenos Aires.
Era luminoso y tenía mundo.
Pero bajé del 8 en Balvanera
y caminamos con F muy alegres
por calles oscuras
buscando donde comer un bife
argentino pero mucho más crudo, rojo
-jugoso como le dicen los porteños-.
Dimos con un lugar de meseros amables.
Me sentía cómodo, conocía el barrio
y estaba alegre de ver a F.
Pasaron dos personas y fueron ellos
los que se asustaron de nosotros
y vi la sonrisa de F
que fue el trofeo de esa noche.
–A todo esto, Ger, a una administración política
la puede fregar la falta de calle.
Esforzar los ojos para ver cosas pequeñas
-milagros, flores, bichos-
moldea la mirada
y nos protege de la letra chica
con la que nos quieren timar
a cada instante.
Y ya que estamos, podrías aprovechar
y aclararme la película
con los temas de
la violencia, el territorio
y el deseo.
Quizás alguien se imaginó a dios
como un cuchillero de la vieja escuela,
como una persona que canaliza el rencor y el dolor
con elegancia.
Ojalá hayas venido para avisarme algo bueno.
Un poco de dinero no me vendría mal
o quizás morir pero luego de comprender
todo esto.
El cuerpo es un envase increíble
y es eso lo que más te agradezco
junto a la existencia de ciertas mujeres,
esos mecanismos misteriosos y complejos.
Me dices que los choros no hablan amarguras
ni menos se quejan de su entorno
La misantropía y amargura
son de burgueses o de estúpidos.
El cuerpo, el silencio y algunos versos.
Lo demás casi no importa.
Nací en un lugar fregado
Cabezas cerradas o cortadas, delaciones,
castigo a quienes se salen del formato
y a quienes juegan diferente.
He visto verdaderos homicidios
He visto ángeles descuartizados
He visto la orgía de la mediocridad.
Aquí me hiciste nacer
y comprendo por qué.
Estoy tranquilo
y siento ríos dentro del cuerpo,
siento sus quebradas y sus vegas frescas.
cada músculo, cada dolor y tensión
que deshago con algún que otro método.
¿Por qué me haces comparecer
si soy yo el que tiene dudas?
He leído a tus monjes y embajadores.
Es fácil distinguir a genuinos y charlatanes.
Te espero.
He estado horas
Seguiré esperándote
hasta hacer cripsis con el entorno
y desaparecer por completo.
Cripsis
Germán Carrasco,
Tadeys
2023
116 pág.