Literatura
Una figura recorre los claroscuros de una ciudad vibrante, a la vez en expansión y decadente. El personaje, que no se nombra, es William Blake, el poeta visionario, y la ciudad es Londres en plena revolución industrial. Mario Rucavado Rojas (Costa Rica, 1989), especialista en literatura romántica inglesa, aplica a su tema un estilo propio, hijo de la tradición latinoamericana; una sintaxis quebrada, cuyos fragmentos, como las pinceladas del poeta-pintor-grabador inglés, van conformando una “Visión”.
I Junto al río serpenteante tiemblan los árboles en la sombra incierta que arroja el crepúsculo, caen las hojas sobre el barro de Lambeth y alguien en la media luz alguien —la mirada incendiada el rostro ido— cruza el Thames por el oscuro puente de Westminster —un artesano, cincel en mano, Visión Deseo mirá sus ojos— entre las palabras que alumbran y las figuras que hablan; en los árboles canta una alondra y trae su voz un olor a tomillo —Arrojar al Espectro Ya lo creo Y al acusador idiota Sí— y el fuego sigue paso a paso su jornada: Milton se despoja de su traje negro e Isaías le pasa el cáliz para beber; en Felpham acecha el tigre, cubre el sueño los ojos y nueve noches nueve noches luchan hielo y fuego hasta que la serpiente que roe el mundo es clavada sobre el árbol Misterio y las estrellas se consumen como lámparas; Londres de nuevo y otra vez la noche oscura, Tyburn de los condenados donde la Visión se hunde en nubes de sangre; otra vez el tronar de la guerra, pestilencia y hambre que el viento trae del Continente desgarrado —y pobreza, y sed, pero es otro es otro el vinagre que arde en sus labios: en South Molton Street vierte ácido sobre láminas de cobre, un infinito se descubre en las llamas y ahora ahora hay luz hay calor hay fuego hay una ciudad que lucha por romper su cuerpo y quemar la otra: el Arcángel Protector baja los ojos ante la mirada infernal en la lámina, esos ojos donde nace ardiente una palabra —una palabra nuestro nombre— la ciudad hacia donde marchan siempre sus pasos, la posesión de su deseo infinito. Muere tranquilo en su cama, lo arropa su Emanación en cálidas sábanas pero nadie cierra sus párpados: arde el Carro de Fuego en sus ojos. II ¿Cómo hacías para pretender que era real la ciudad externa mientras Jerusalén, ardiente en tus entrañas, se consumía por desgarrar la túnica de sangre? Decime: cuando sumergías el cobre en los fuegos corrosivos de tu infierno, ¿temblaban los cimientos de la ciudad negra, rodeaba un coro de ángeles al sol, veías el mundo en un grano de arena y revelaba el tirano su forma de dragón? ¿O tuvo la Envidia estrellada la última palabra y silenciados fueron alondra y tomillo? ¿Sigue pese a todo el Arcángel Protector en su puesto junto al árbol de la vida? ¿Se apagó el horno y descansó el martillo antes de crear la divina forma humana? III No debe haber sido fácil y sin embargo caminaste por las calles de un Londres negro a la sombra de las chimeneas de carbón con la aljaba llena de flechas de Deseo mientras en el Thames pululaban los cañones y en los teatros gritaban God Save the King! No debe haber sido fácil y sin embargo comiste pan al desayuno como si nada ignoraste ese pedazo de papel que decía acusado por sedicioso y por blasfemo habiendo insultado a nuestro Señor el Rey y después te levantaste, le sonreíste al vecino fuiste al taller, discutiste con un patrón cuántos chelines por un grabado que no muestra al Dios en el hombre No debe haber sido fácil pero volviste a casa escuchaste al vecino gritar las noticias: Napoleón triunfa, Napoleón es derrotado el rey está loco, Pitt gobierna Pitt les ordena a los panaderos hacer el pan más negro posible y te levantaste a ponerte el abrigo, agarrar el sombrero, besar a Catherine fabricando una sonrisa; de nuevo por las calles rumbo al taller, siempre entre las chimeneas de vuelta al taller.
Mario Rucavado (1989) nació en Costa Rica y vive en Argentina desde 2007. Es Especialista en Traducción Literaria y doctorando en Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Poeta y traductor de poesía, publicó Libro apócrifo de Samuel y otros poemas (Caleta Olivia, 2019); su versión de El matrimonio del cielo y el infierno y otras obras de William Blake acaba de salir por la editorial Colihue.