Encuesta literaria
Sistema federal; organización unitaria; migraciones internas. Las artes argentinas parecen estar atravesadas desde siempre por un marcado desequilibrio político-territorial. En Hurlingham Post nos interesa conocer de primera mano cómo viven esa dinámica las y los escritores actuales; en qué medida tiene incidencia sobre su literatura, y qué circuitos alternativos surgieron en el último tiempo ahí donde viven y escriben. María Lobo (Tucumán, 1977) responde la primera entrega de esta breve encuesta literaria en la que participarán escritoras y escritores de distintas provincias del país.
El esquema centro y periferia, ¿sirve para pensar la literatura argentina actual? En tu propia escritura, ¿qué importancia le atribuís a ese esquema en términos estéticos, ideológicos, sociales y de circulación?
Los esquemas deberían ser importantes para pensar a las literaturas, siempre y cuando podamos pensar a los esquemas no como estructuras sino como entramados dinámicos. En ese sentido, me parece que las nociones de centro y periferia en este momento podrían pensarse no en términos de territorios físicos, sino como una relación diferenciada de ideas. Me refiero a que, más allá de los mapas políticos, la literatura no es otra cosa que un espacio de disputa entre las ideas que parecen ejercer cierta hegemonía —y que podríamos llamar ideas de centro—, y aquellas otras que se resisten a esos mandatos de orden. De todas las ideas que están instaladas arbitrariamente en nuestro campo cultural, a mí me interesa desde hace tiempo el imaginario que sostiene que la capital del país es el centro neurálgico y el espacio del progreso y, por el contrario, las provincias representan el lugar del atraso y de la imposibilidad. Esta idea niega a las provincias el estatuto de ciudad. Las representan siempre desde el concepto de lo ruralizado, la naturaleza desmedida, las siestas, el calor, el polvo. Entiendo que hay obras que adhieren a ese imaginario a partir de esquemas que se repiten, a veces más claramente y otras menos. Son los libros que narran a la ciudad como el espacio seguro y a aquello que está detrás de la frontera como el lugar de lo peligroso, lo incivilizado. Las formas de hacer esto son variadas. Con frecuencia el modelo apela a lo más directo, y entonces los personajes que se atreven a habitar la provincia suelen estar en desventaja respecto de algo, transitan unas vidas miserables, están en peligro, viven experiencias infernales e incluso mueren. Otras veces la idea de orden toma formas más sutiles. Pero basta con decir que en una provincia es difícil respirar para entrar ya en ese universo de adhesión al mandato. Luego, frente a esas obras que repiten el imaginario central, hay una literatura que lo discute: son libros que ponen el ojo en estas ciudades de media altura que se extienden por nuestro territorio y que son complejas precisamente a raíz de esa escala tan particular. Hay obras que se sitúan en ese lugar otro, en estas ciudades que, aunque sean más bajas en términos de altura, están atravesadas por la cultura del capital. Entonces, por supuesto que este esquema me parece vital para la literatura. Porque desde esa puja de ideas las personas reconstruyen su propio espacio pero, sobre todo, es importante pensarlo porque a partir de la intervención de la literatura también se construye el campo cultural. Tal vez haya autores y autoras que no se detengan a pensar en estos términos al momento de narrar un espacio literario. En mi caso, no puedo despegarme de esa conciencia. Para mí escribir es, ante todo, tomar una decisión, la de situarme de un lado u otro de esa línea que es imaginaria pero que tiene consecuencias en el campo de lo social.
Es común hablar del unitarismo cultural argentino, cuyo centro ineludible sería la ciudad de Buenos Aires. En el caso de tu escritura, ¿reconocés conexiones estéticas por fuera de esa relación? Con autores o tradiciones de otras provincias, países, culturas, idiomas, etc.
Yo creo que, más que hablar de una discusión con la ciudad de Buenos Aires, habría que pensar en una disputa con las ideas centrales que pretenden ignorar la complejidad de las ciudades de media altura. Discutir ideas, no lugares territoriales. Porque realmente creo que las ideas no están vinculadas al lugar físico que habitamos. No pienso que Buenos Aires sea el lugar donde viven sólo personas de pensamientos centrales ni que en las provincias sólo vayas a encontrar personas que tienen una mirada federal. Creo que se puede pensar en términos de periferia desde una capital y, a la inversa, vivir en una provincia y habitar un pensamiento central. En ese sentido, hay muchos autores y autoras que me interesan porque sus obras están situadas, precisamente, en este lugar de lo imaginario y no en los territorios trazados política e interesadamente. Pienso en Calvino, por supuesto, que construyó con sus ciudades invisibles un territorio que explora todas las posibilidades de existencia de las ciudades. Pienso en Sam Shepard y su mirada al lejano oeste como espacio marciano, plagado de incrustaciones del capital. Los libros de Eduardo Muslip, donde los espacios cobran vidas y dimensiones inesperadas. Pienso en Gabriela Wiener, tan incómoda allí, en las ciudades de media altura, escribiendo no acerca de lo que la colonización nos ha quitado sino sobre todo aquello con lo que la conquista nos ha cargado.
¿Podrías hacer un boceto del circuito artístico en tu provincia o localidad? ¿En qué lugar de ese mapa te ubicarías en tanto artista?
Qué difícil. Difícil trazar ese mapa. Porque todo lo que yo podría decir sería una construcción imaginada, situada en una perspectiva. Y estoy segura de que el lugar a donde yo podría pensarme sería un espacio muy distinto al que podría imaginar un otro. Y es eso, precisamente, lo interesante de pensar a los mapas como espacios que van desplazándose. Los lugares son en relación y según quién los está observando.
María Lobo (Tucumán, 1977) Estudió Comunicación y obtuvo el título de Doctora en Humanidades en la Universidad Nacional de Tucumán, donde ejerce la docencia. Ha publicado las novelas Los planes (2016), El interior afuera (2018) y San Miguel (2022, Finalista del Premio Nacional de Novela Sara Gallardo), y las colecciones de relatos Santiago (2016) y Un pequeño militante del PO (2014). Ciudad, 1951 —su nueva novela— fue distinguida con el Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes en 2022. Más sobre la autora: www.marialobo.com.ar