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FLORA VRONSKY (ITUZAINGÓ, 1978)

LITERATURA
Poemas

Poema N° 1
Otoño>2

ola polar devastadora, eso decía el titular.
el trabajo de los adjetivadores
de las tierras sin nieve
que nunca vieron un lobo;
el rojo perfecto de los ojos de los lobos.
¿qué hacer con ellos?
¿a qué páramo se envía a los adjetivadores?
quizá la historia les guarde algún tipo de condena
o les tenga preparado un patíbulo especial, secreto.
he oído que pretenden explicarles
a los adjetivadores qué es el frío.
que algunos eruditos
han gastado los recursos del estado
para exhibirles pruebas contundentes,
que han querido evangelizarlos
a fuerza de ciencia y gramática.
(otros cuentan que los adjetivadores se rieron
de los eruditos con carcajadas gitanas que duraron días)
al final el tiempo pasa y todos los eruditos callan;
se llevan sus estados a otra parte
y los titulares devastadores vuelven.
(algo, sin embargo, permanece en el silencio.
la única verdad que se le puede decir a un adjetivador,
el recurso irrefutable del acontecimiento:
comprender el frío
es bañarse cada día
con la sangre de los lobos).

Poema N° 2
tu padre te habló esa noche, todos lo recordamos.
tenía en los ojos un color incierto
y no sabía qué hacer con las manos.
nos fuimos yendo por grupos
formados por la disciplina de la noche
y la herencia del silencio,
como murciélagos viejos
que escuchan de un solo oído.
pero ella se quedó.
lavó los platos,
tiró los jazmines agrios
y puso la radio.
la voz de tu padre se mezclaba
con el himno nacional de medianoche
–qué ironía absurda–
y aun así se oía alta y clara.
vos respondías con retóricas breves;
él reforzaba las vocales con ferocidad
y estiraba las erres para aliterar su poder.
ustedes nunca lloraron, todos lo recordamos.
ella, en cambio, no podía hacer otra cosa.
se rendía a un llanto llevado con precisión,
calculado para suplir los suyos
como un operario que controla
la represa más perfecta del mundo.
las mujeres no volvieron a hablar de esa noche.
los hombres fingieron demencia y se bebieron el recuerdo.
saliste de ese cuarto siendo una mutación de vos misma,
con dos manos de más, todos lo sabemos.
a ella nadie la volvió a ver.

Poema N° 3

no termino de llegar a casa.
el tren cruje en todas las caras
y yo sólo pienso en colgar el cuerpo.
las pantallas descongelan los ojos
y pienso en tus manos dormidas de día terrible,
de tengo mucha hambre y te espero
para que me cuentes cómo ando muriéndome
en cada una que no es yo.
el vapor de mi cabeza corre como viento del sur
y escarcha las hectáreas planas
donde no hay antenas ni cemento,
donde nadie va a parir ruinas.
me habla una mujer que olvido en ese instante
y pienso en tus dientes,
en darte alrededor del cuello entera toda mi fiebre,
en vestirte de gala y hablarte como a un extraño
a ver si me olvidás al instante
y perforás mi cuerpo de agua
de descolgame de esta altura
que ya no puedo ver la tierra
y ninguno tiene plata para el tren.
qué frío siento en mi cabeza.
alejo la memoria y veo la industria que me lleva
–el mundo cinético que nos cruje abajo–,
los ojos de pueblo inalámbrico
que nunca deja de estar muriéndose,
que encoje las palabras y cuenta
pocas cosas de su esperanza.
¿qué puedo decirte?
quedan muchas horas para el sol
y mi cuerpo de agua no se seca
aunque te mueras de hambre.

Flora Vronsky (Ituzaingó, 1978). Es profesora y licenciada en Letras. Es especialista en formación política y su relación con los estudios de género, las artes y la literatura. Es Magíster en Gestión Cultural y en Filosofía Iberoamericana. Escribe poesía, crítica cultural y una novela que jamás terminará.

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