Reseña.El nuevo libro de Marina Closs (Posadas, 1990) es un ensayo con elementos narrativos que pivotea entre el discurso del mito y el de la explicación. Dos temas primordiales: el amor y el miedo. Desde la lógica de la treta del débil, la protagonista reescribe el deseo, desbordando los límites del mito patriarcal, y encuentra en la palabra —más que en la hazaña heroica— un territorio propio. por Rocío Kiryk
Marina Closs presenta en La encendida silenciosa un ensayo literario sobre el amor y el miedo. Reversiona el camino del héroe de los relatos maravillosos por uno femenino, en el que la quietud contraria a la acción es la respiración del ensayo, mientras que la poesía, una gracia mítica de la narración. En esos dos polos de intensidad se inserta el miedo asociado a la tristeza, y el amor al valor, mientras que el medio es el silencio: “Pero entre el amor, que es una clase de valor, y el miedo, que es una clase de tristeza, no se puede más que vivir en silencio. El ruido reaparece en los extremos. Al medio: no queda más que una tierra virgen, encendida y silenciosa”.
En la reversión del viaje, lo externo (la conquista) está instalado en el interior de la casa, pero en su figuración onírica. La proliferación de símbolos para construir “el amor” entre colores azules y naranjas vinculados con la muerte, el fuego y el demonio, o el tigre amarillo, la luz y el amor están obturados de sentido. La propia naturaleza representativa del símbolo le permite la añadidura de significados nuevos, indescifrables, el punto en que lo “literario” impone un carácter mítico sobre el discurso explicativo del ensayo. El pivote entre ambos discursos resuelve las limitaciones de uno y otro, para posicionarse siempre en el lugar de la creación: una realidad creada que engendra otras, no con valor traslaticio de equivalencias, sino imaginario. El valor mítico y por lo tanto universal del texto aleja a la escritura de Closs de la multiplicación de otras publicaciones contemporáneas del “yo” asociadas con las “subjetividades mínimas” o la “información”, una falta de vuelo en la re-producción de la experiencia. Por el contrario, la subjetividad en la obra no se dirime en un retorno a las convenciones establecidas por el relato tradicional, sino que siendo punto de partida, lo desconstruye y posiciona a la narradora-hada como enamorada del diablo, un estatuto desprovisto de lo humano. La extrañeza del ser provoca en el lector perturbación, incluso temor. Entiende a la imaginación como herencia del diablo, algo externo que tiene que ser buscado dentro o detrás de uno. Ingresa a lo maravilloso desde la verosimilitud: entre la sexualidad, el deseo y la prohibición. Figuras que también aparecen desarrolladas en Casa de agua, como el hombre que reclama los dientes de las hermanas debajo de la cama, la pérdida de la castidad en las muelas arrancadas son ecos en La encendida silenciosa con el potencial desdoblamiento del demonio al interior del “yo”: el amor propio, “impropio”, el deseo no alojado fuera como otra trasgresión perturbadora. Es desde el interior entonces que se produce la exterioridad: “(…) en lugar de un objeto exterior, modelan simbólicamente el cuerpo”, dice de los síntomas a modo de analogía con la idea anterior.
En las diferentes formas del amor aparece amplificada la abnegación y el desapego de las abuelas, la adoración como su modo consciente de observación, también relacionado con la “libertad” o con “hacer sombra”, con la envidia con las personas del mismo sexo, con la prohibición. En la desconexión del entorno, a modo de enajenación, el sujeto sólo puede realizarse con el objeto de su deseo. Acción de deshumanización necesaria para la producción de la escritura, quizás tesis del ensayo. Se desmarca en el texto de la literatura del feminismo entendido como sello editorial de escritura realizada por mujeres para mujeres al ubicarse en la reelaboración del camino del héroe/heroína. A diferencia de estos relatos de aprendizaje en el que el niño abandona el hogar para convertirse en un hombre en la batalla, la autora no posiciona a la protagonista como una guerrera. Sino que, como en la contrapartida de los relatos de princesas, el único viaje que puede hacer es enamorarse. No promete como en los relatos de Disney que la mujer sustituya al varón, sino que en la lógica de la “treta del débil”, como llama Ludmer a esa estrategia, explora las fisuras y vacíos de esas estructuras: le permite enamorarse del diablo, de su amiga, de un tigre; agrieta y obstruye el sentido dado por nuevas ficciones. Tampoco finaliza con el casamiento, sino que en el encuentro con el ser imaginado, logra ser ella la imaginada, a fuerza de virtualidad y semiosis se pondera la escritura sobre el cuerpo, la acción y la hazaña del “hombre”. La conquista del territorio pierde frente al potencial de la creación. Como en esos mitos matriarcales en que embarazada del viento boreal Eurínome gana la contrapartida contra las armas patriarcales con el poder de la palabra, la manipulación.

La encendida silenciosa
Marina Closs
Alfaguara
2025
176 pp.


