Reseña.Una moneda que no se puede tocar se gasta mucho peor. En Lamonega, Nazareno Castro piensa el presente político desde una poética sin nostalgia. Publicada por Ascasubi a fines de 2024, la plaqueta articula crítica económica, invención formal y una lengua colectiva en ruinas, a la vez que proyecta hacia adelante un atisbo de programa. La metáfora central —la moneda, su pérdida de valor— atraviesa un texto que se resiste al cinismo y vuelve a apostar por una novedad real: no la del mercado, sino la del acontecimiento.por Nicolás Ricci.
Existe un tipo de poesía política actual que evoca un pasado mítico, una era donde las condiciones objetivas permitían la participación entusiasmada y la épica. El tema, tratado con una distancia entre nostálgica y escéptica, resulta sobre todo anacrónico. Por suerte hay también otra corriente que, desde el mismo terreno, se dedica a pensar el presente con una actitud menos contemplativa, que no se refiere a la acción como algo lejano sino inmediato e inevitable. La plaqueta de Nazareno Castro, publicada a finales de 2024 por la editorial Ascasubi, se sirve de imágenes y conceptos económicos, políticos y sociológicos para pensar el tiempo presente. Sin bemoles, el nuestro es “el tiempo de la maldad / ejecutada desde la estupidez”. El volumen consta de un único largo poema en fragmentos. En sus trece páginas, el texto traza un paralelo entre la circulación actual del dinero (billeteras virtuales y otras formas intangibles) y la pérdida del fundamento. La moneda —unidad de cambio nacional y a la vez metálico hoy en desuso— es la figura central del texto, por su aproximación sonora a Sebastián Lamonega (dedicatario y personaje del poema), pero también por prestarse a la metáfora, por connotar la situación política. En una época de crisis tanto económica como ideológica, la moneda “rueda pendiente abajo” y se corresponde a un estado de depreciación discursiva, que afecta a las palabras en general y en especial a la lengua de una comunidad política: “los significantes pesados / ya no tienen efecto”.
Con una genealogía que va de Leónidas Lamborghini a Violeta Kesselman, el poema de Castro participa de una tradición que aúna inconformismo político y estético. Es decir que el discurso político no basta, el poema no puede armarse sin una búsqueda formal, sin el hallazgo de una lengua. El yo ausente, la máquina del pensamiento que deja de lado la introspección y se articula en torno a hechos concretos de la realidad social, son rasgos de una poética antisubjetivista: “hablar mucho de las cosas / poco de las personas / nada de uno mismo”. Por otro lado, hay en el poema elucubraciones sobre un “banco de tiempo”, una “biblioteca de bienes comunes” y otros proyectos que parecen sugerir un funcionamiento económico alternativo donde el conocimiento y los recursos circulan por fuera de las estructuras tradicionales del mercado. Lejos de cerrarse en un armado de referencias melancólicas para conmover a los propios compañeros, o para ganar la benevolencia del público politizado, el poema plantea que quedan cosas por pensar.
No se trata de un poema teórico, sin embargo, en tanto siempre hay una imagen concreta que baja el imaginario a lo terrenal: un lechón, motores, el culo en el sillón, el borde de la moneda nueva al tacto. La crisis discursiva a nivel social condiciona la sintaxis, que pierde fluidez y gramaticalidad, que gana en maquinación y rumia. En ese rumor paratáctico y fragmentario, prima la sonoridad sobre la transparencia («si libra es porque labra / si libera es de otra era») y muchas veces el tono dubitativo desemboca en enunciados opuestos. Este tipo de contradicción directa (“hace frío / hace calor”), abierta y sin solución, plantea un juicio mudo sobre el estatuto de la verdad en el presente. En el mundo de la posverdad, resuena como un eco que viene de lejos “el ruido seco de lo verdadero”.
El texto expone una concepción temporal que invierte los términos usuales: lo nuevo es lo que “cansa”, se rechaza por conservador, cobra la forma de lo viejo: “el medioevo digital”. Lo novedoso no es simplemente lo que llega después. La verdadera novedad quedó en el pasado reciente, y los personajes claman: “¡que regrese / lo nuevo!”. Pero el pasado no se toma como un todo dado, con las características de un historicismo acrítico; en cambio, es campo de disputa. Y una célula organizada puede construir una narración retrospectiva que actúe sobre el presente: “inventemos lo antiguo” es la consigna de Lamonega. Un esfuerzo benjaminiano por modificar el pasado, por recuperar lo que hubo en otra época de acontecimiento (“ponerle la cabeza / a la evita de san vicente”). No tanto una nostalgia por el modernismo como la proyección hacia un futuro en el que se hayan descartado, por peso muerto, las taras posmodernas de un presente falso y somnífero.
Fragmentos de Lamonega:
el peso muerto de los significantes pesados
ya no tiene efecto en el agente
oye y lee sobre amor poder y muerte
no como quien degusta un lechón asado
sino más bien como el que
respira y empaña la pantalla del teléfono
hace frío
hace calor
una historia iluminada por esa ausencia
en la sombra el ruido seco de lo verdadero
*
el peso muerto en tu billetera virtual
las tasas bajan al ritmo
de la depreciación del autoestima
una serie de transferencias semanales
al profesional a cargo de la salud mental
*
y soren dijo
el hombre se cansa de lo nuevo
no de lo antiguo
y el seba dijo
inventemos lo antiguo
y el negro dijo
ponerle la cabeza
a la evita de san vicente
el peso muerto del culo sobre la punta del sillón
un auditorio a media luz y el pedido
de evitar los flashes
la hora corre tersa en el discurrir de su balbuceo
un círculo rojo no es
el vientre henchido y rubí de un mosquito
apaga el video y decreta
el fin de la guerra psicológica
*
se labra con la lengua el borde exterior
de la nueva moneda
o es el filo nutrido del borde
el que de a tajos labra la lengua
el agente se dice
si libra es porque labra
si libera es de otra era
le tocó el tiempo de la maldad
ejecutada desde la estupidez
swapeando tasa
hedgeando libor
el que no afila el machete
para qué carajo vino
una moneda fuerte
que no olvide su valor
inscrito en el metal
una moneda que no se puede tocar
se gasta mucho peor
*
la moneda en el aire
sangra como una rodaja de tomate
el símbolo de la orden hospitalaria
de los freires
depositaria de la biblioteca
de bienes comunes
una luz en el medioevo digital
hablar mucho de las cosas
poco de las personas
nada de uno mismo
*
la flor al árbol
el árbol al carbón
el carbón al diamante
la flor del esfuerzo continuado
en la guarda de la moneda
distintas leyendas:
la novedad es lo antiguo
vuelve siempre como diferente
¡que regrese
lo nuevo!
la paciencia es amarga
el fruto es dulce
Lamonega
Nazareno Castro
Ascasubi, noviembre 2024
20 págs.