Una calma financiera con una tormenta social de fondo, los efectos de la cadena nacional fallida del presidente, las declaraciones del papa Francisco y la realidad versus virtualidad; por Martín Gambarotta
Los datos muestran que este es un año recesivo. El Gobierno controla el corto plazo usando los fondos del Banco Central para controlar el tipo de cambio. Los dólares financieros bajan. El ministro de Economía Luis Caputo todavía cree que puede bajar la inflación del 4% mensual. No hay crisis inminente, pero en el fondo lo que sucede es la destrucción lenta de la economía como en los 90 con la convertibilidad.
El presidente libertario Javier Milei va construyendo escenarios mientras tanto para desplegar su histrionismo. El domingo a la noche por cadena nacional presentó el presupuesto 2025 en la Cámara de Diputados que promete crecimiento económico y una inflación anual menor al 20%. Igualmente el debate inmediato fue otro: el colapso del rating cuando Milei arrancó con su discurso. Las encuestas son contradictorias, pero ya no son tan buenas para Milei. La actuación en el Congreso supuestamente fue diseñada por el asesor Santiago Caputo para alimentar el aura del presidente. La próxima movida es un acto en Parque Lezama para celebrar el armado del partido de Gobierno, La Libertad Avanza (LLA).
En la Cámara de Diputados Milei prometió ponerle un “cepo” al estado. ¿Es buena la metáfora? El Gobierno todavía no puede terminar con el cepo cambiario y utiliza el término para justificar sus recortes. Ofrece dos cepos por el precio de uno. Milei intercambió chicanas con los pocos diputados kirchneristas que fueron a la cita diciendo que “suman con dificultad”, después les advirtió a las provincias que tienen que hacer recortes por 60.000 millones de dólares. Durante la semana, los funcionarios del Gobierno tuvieron que correr para asegurarle a los gobernadores que la cifra del recorte era exagerada. El presidente es efectista y no mira de cerca los números, cuando le toca hacer anuncios lo que le interesa es la espectacularidad.
El contexto es una ola de rumores sobre diferencias internas entre el veterano jefe de Gabinete Guillermo Francos y Santiago Caputo. Para negar las discusiones el Gobierno hizo pública una foto de la secretaria general de la Presidencia Karina Milei, Francos y Santiago Caputo juntos. El asesor estrella no suele exponerse en fotos, pero durante la semana apareció en al menos dos. En una de ellas, parece intentar esconder su rostro rodeado de otros funcionarios del Gobierno. Francos admite que no está del todo de acuerdo con el asesor y dice que la diferencia de edad influye.
Hay una voracidad, encabezada por Milei, por practicar la actitud predilecta del sector privado: la agresividad pasiva. El Gobierno está en guerra con los gremios de la estatal Aerolíneas Argentinas, que están lanzando un plan de lucha para reclamar un aumento salarial. El ministro de Desregulación Federico Sturzenegger dijo que la oferta del Gobierno es cero. Para el Gobierno la huelga de Aerolíneas es una “extorsión” y amenazó con abrir contactos con empresas internacionales para que se hagan cargo de la compañía. Hay una ofensiva contra el jefe de los pilotos Pablo Biró. A Biró lo quieren echar del directorio de la empresa. La respuesta gremial es armar un frente de sindicatos del transporte. El ataque mediático al sindicalismo es brutal.
Otra joya de la agresividad pasiva fue el asado que Milei celebró en el quinta de Olivos para felicitar a los “87 héroes” que no votaron en contra de su veto de la nueva ley de movilidad jubilatoria en la Cámara de Diputados. Al asado faltaron 17 diputados y el Gobierno tuvo que explicar que no se trataba de una celebración. La solución comunicacional fue hacer que los concurrentes pagaran por el asado; no sucede lo mismo con los viajes internacionales del presidente que se pagan con los impuestos de los contribuyentes. El veto casi quiebra al bloque de la Unión Cívica Radical en Diputados cuando cinco legisladores votaron a favor de Milei. Finalmente los radicales decidieron no expulsar a los díscolos del bloque.
La solución comunicacional fue hacer que los concurrentes pagaran por el asado; no sucede lo mismo con los viajes internacionales del presidente que se pagan con los impuestos de los contribuyentes
En este escenario de controversia hizo su entrada el Papa Francisco desde el Vaticano. Francisco se reunió con los jefes de la Confederación General del Trabajo (CGT) y, por separado y en privado, con la ministra de Capital Humano Sandra Pettovello. El viernes Francisco se vio con el activista católico Juan Grabois; en el encuentro, habló a favor de la justicia social (una inmundicia para Milei) y en contra del uso del gas pimienta para reprimir manifestaciones. La administración de Milei tomó a esto como un ataque a su “protocolo antipiquetes”, pero evitó una confrontación directa con Francisco. Ahora, cuando la ministra de Seguridad Patricia Bullriich despliegue sus fuerzas represivas, sabrá que Francisco la está mirando. La última trifulca entre la policía y manifestantes terminó con una nena de diez años rociada con gas pimientas, una advertencia que la represión tiene consecuencias imprevistas.
Por momentos Milei parece vivir en un video juego. El presidente difundió un video hecho con inteligencia artificial que pinta a los kirchneristas como muertos vivos infectados por un virus. La respuesta vital, lejos de lo virtual, de algún modo fue un acto en La Plata encabezado por Máximo Kirchner el viernes a la tarde. El próximo nivel del juego para Milei será el acto en Parque Lezama.