Reseña. Una suerte de cuaderno de viaje, un montaje de entradas breves que alternan prosa y verso en un entramado híbrido. Una «poética nipona-barrosa». Poemonogatari de Facundo Ruiz (Buenos Aires, 1980) se mueve entre la sobriedad oriental y la exuberancia barroca americana, a la vez que escapa de la mera imitación o del homenaje superficial.Por Manuel Pérez
Nuestras letras no suelen ser ajenas a la imitación, disimulada o explícita, a la adopción de modas, sean o no pasajeras, y a los homenajes, sinceros o capciosos, a cualquier tradición o tendencia literaria. Los ejemplos abundan en temáticas, estilos y premisas que se repiten, ad nauseam, para escarnio de la paciencia de editores y lectores por igual. Es tan simple como medirlo en el resto de tolerancia hacia lo que se imita y a la pertinencia o no de la materia homenajeada. Podemos notar estas marcas en la lectura y la identificación de significantes, en los tonos más o menos explícitos, y en lo apropiado o no de un fondo que tiñe al texto que se encuentra en el primer plano.
Poemonogatari goza de una doble ventaja en este aspecto: el tratamiento de la materia literaria o tendencia que trabaja en sus páginas es óptimo, desenfadado, jugado a un posible fracaso, del cual sale airoso. Pero, además, su composición denota algo más que la destreza de su pluma, un conocimiento pleno tanto de lo homenajeado, el punto de salida, como del punto de llegada: una breve historia de viajes y experiencias teñida de las inquietudes y reflexiones de aquel que la ha escrito.
Puede resultar inverosímil plantear las preocupaciones del autor como fuente fiel para juzgar el alcance o no de la obra que ha producido, pero el trabajo de Ruiz permea cada una de las páginas de Poemonogatari. Sus columnas frecuentes en este mismo portal denotan una preocupación patente por lo americano (no lo latino-americano: lo americano a secas, aclaración obvia y a la vez necesaria), y sus publicaciones previas indican, además, una tenue y constante obsesión con la estética literaria japonesa. Es en Escorzos, libro escrito a cuatro manos junto con su heterónimo/compañera de trabajo, Irené Sola, donde se le presenta al lector un “catálogo japonés de imágenes a mano alzada”, en textos breves y concisos que apuntan a la creación de, justamente, imágenes que remitan a la estética nipona desde una óptica occidental:
memoria caligráfica para Henri Michaux
lejana en la hoja
fugaz derramada
ligera bandada
de pájaros mancha
La clave de lectura, en estos textos, sería centrarse en la brevedad y el tono que lo emparentaría con el haiku. Pero es loable aquí, y específicamente en Poemonogatari, que jamás se acuse recibo de éste u otro término cultural nipón. Lo que pesa aquí no sería, entonces, la adopción de un tono o un tema, la honestidad cultural de llamar a las cosas por su nombre o el nulo uso de la versificación inexacta del terceto 5-7-5, impreso en nuestra memoria colectiva por el embuste que nos garantiza la comprensión de lo extranjero adaptándolo en una escala cultural lo más cercana posible al 1:1. No, aquí lo que pesa es la comprensión de que el haiku no es un metro, sino una forma de conocimiento, una forma de expresión que, en un giro producto del ingenio, se entrecruza con la exuberancia del barroco latinoamericano.
Es así que el texto se desprende en estampas, en relatos en los que el sosiego, la quietud y el movimiento son los disparadores de reflexiones poeti-lógicas, instancias de lectura o reflexión, relatos de viajes o recuerdos en hoteles, de una redacción cristalina y a la vez trastocada en forma y recursos. Producto de un barroco orientalizado, depurado a sus elementos mínimos, coinciden estos “japonismos” con poemas versificados por el capricho, por la necesidad, que acaparan cada experiencia en sonidos, en trastocamientos o en el detenimiento obsesivo y espinoso sobre una situación. Quiebres en la prosa, quiebres en los versos, encabalgamientos de palabras y neologismos son algunos de los elementos que detenta esta poética nipona-barrosa.
aa-zulel carbón dél VERDADERO
c i e l o e l c i e l o n o e s
paraNOSotrosnoPARA
es
c l a r o
es
u n i n c E e n D I O h o
JA
losco lores delos -vivos
a r d e n p r i m e r o e n l o s f ó s i l e s
Hay, en la coincidencia de pasajes de esta naturaleza con los pasajes poético-reflexivos, un ocultamiento adrede de un montaje minucioso, la aparición de un traslado que genera un movimiento de reciprocidad entre el texto y su correlato poético. Es aquí que Ruiz pone sobre el tapete un elemento inédito en su poética: el zuihitsu como género, las notaciones de Sei Shonagon y de Urabe Kenko como modelo necesario para el decurso de los relatos de Poemonogatari. La lectura rebaja su velocidad a la de la observación, a la de la notación “a mano alzada”, proeza obtenida en base al ritmo de la anotación breve, de textos despersonalizados que buscan el afín dentro de una forma propia. El sitio del afín es el entre-lugar, una liminalidad que abarca todo el desarrollo del libro, donde el lector oscila entre prosa y verso, entre la austeridad del haiku y la exuberancia de la poesía barroca, entre el acaparamiento de la reflexión y el derroche léxico de ciertos pasajes.
Entre el Lejano Oriente y la América Cercana es, entonces, donde Ruiz ha cosechado los textos de Poemonogatari. Textos que, a la fanfarria performativa del orientalismo, han respondido, en detrimento de la forma poética foránea, con una mescolanza (a la usanza lamborghínea) de formas propias que no reniegan del tono y el pulso de la poesía latinoamericana (perdón: americana) contemporánea.

Poemonogatari
Facundo Ruiz
Caburé Libros
2025
80 pp.
 
								

