Literatura.Una retórica exaltada: tono litúrgico, registro arcaizante, imaginario surrealista. El fraseo, las anáforas y la parataxis componen una prosodia que recuerda a Gelman y a los salmos. En estos poemas no hay fragilidad sin violencia ni espiritualidad sin animalidad. Leonardo Nieto (Agustina, Junín, 1984) mezcla lo mitológico, lo onírico, lo erótico y hasta lo metalingüístico como quien busca un idioma para nombrar una incógnita.
Un alcázar como construcción comparativa.
Mi lágrima de bronce llora ante Ilio derruida.
Comienzo entonces por el beso
y restablezco luego las entrañas
que escurren del tajo azul
donde hendió la espada.
Seguramente,
he venido a este mundo
sólo a tratar de olvidarte
pero en mi tiempo libre
me gusta andar sopesando
así estos puñados de arena.
***
Tu boca de damasco.
Tu boca,
damasca chorreosa,
cortajeada por esquirlas de fuego,
por salpicaduras de plata.
El veneno que te desviste
y que me das a prueba
y que yo bebo
sorbo
chupo
aplaudo
poseo.
El veneno en que permanezco
por los siglos de los siglos.
Qué distinta sos a todo
cuando yo te veo,
qué distancia encandilada se achica y se acorta tanto
y tan aceleradamente
y tan crepúsculo con barca y naufragio
y cántaro y hombre lobo
y música y, sobre todo,
todo cuanto has empeñado.
***
Mientras no te nombre,
sabemos que no sos.
O más bien te dejás estar
apenas,
solamente,
malamente,
corrupta de todo lenguaje,
cautiva de cada no sintagma.
Mientras no te esculpa,
no tenés forma.
O mejor: tu forma empieza y termina conmigo,
tu forma en mi estilo
y una persecución de sueños de argamasa,
hojas de puñal de obsidiana,
cazador culebra instinto
efímero más que perfecto,
dios sin arrogancia,
sin bastos para el recado,
sin sal y sin tinieblas.
Te pienso
como un excéntrico extrañarte
y -dependiendo de los caprichos de un cenit sulfuroso-
te me aparecés con brazos y piernas,
tu boca y tu pecho
todo lo tuyo en vos.
Entretanto yo tan inmoral
y tan sin verdades
te creo
-te crío-
y vos como si sonrieras
-toda la vergüenza tan en vos-
y yo como si acusara recibo
de tus pezones en mis yemas
pedazos de sol.
En fin,
hay un discurso entre nosotros
que se reanuda imposible
cada vez que escribo la palabra desierto
o la palabra monasterio
que a veces
-un poco a la fuerza,
un poco por metonimia-
significan lo mismo.
***
Le exigí una vez al Dios de los cristianos:
Hazme poeta
para conocer el mundo,
para entender la muerte.
Me advirtió sobre lo ubicuo del sujeto,
me explicó algunas cosas,
me reveló ciertos secretos,
lo sufrí todo tanto:
fui el humus, el útero, el espanto.
Pero un día otro
-harto del cosmos, ahíto del rayo-,
le rogué al Cristo de los dioses:
Bórrame la memoria y la palabra,
hazme mortal de nuevo;
quiero ser tan sólo piedra
-por completo arrepentido-,
durazno, lobo, arcángel,
puñal de hielo partido.
***
La carne se abre a causa del hierro:
se desgarra lenta, dolorosa,
ciertamente extravagante.
La sangre como vino
vuelve a buscarme,
quiere volver y buscarme,
se muestra huidiza sin embargo.
Cómo duele.
Cómo dolés carne.
Cómo dolés hierro
Como una ópera de Verdi dolés.
Mi Pasión no ha sido voluntariamente aceptada.
Y compro arcángeles y un río,
una sudestada;
surubíes en el aire.
Un algo como la sonrisa,
la inmadurez,
la terquedad,
tan lejos,
un gesto de la muerte.
¿Qué traición se elabora
-se ha elaborado-
por un comité de desagravios?
Ando siempre firme,
oigo mis propios pasos.
El cigarrillo,
el pecado,
la náusea,
la palabra interesante,
de nuevo la palabra interesante,
más whisky,
más trébol,
más caballo de Troya.
Un trapecio de palabras sobresdrújulas
para darme valor
y preguntar entre escupitajos
dónde y cuándo lo divino.
Y de qué manera.
Tres mil años
y estaré aquí mismo,
colgado de la misma rama
con una soga de fuego al cuello
preguntándome las mismas cosas.
Esperando.
Equidistante.
Siempre que venteo
me llega un olor de azufre,
de sexo,
y de holocausto.
***
De nada me sirve el intelecto,
de nada el agudo prever,
la osada angustia
de saber tan poco tanto,
el verso audaz,
la melodía.
Los versos entre estrofas prescindibles
-¿prescindibles los versos o las estrofas?-
De nada me sirven los escombros
enmohecidos
de haberte enamorado.
De nada el pez dorado.
De nada el alba,
la estantería,
pensamiento, nomeolvides,
vaso de vino apurado.
vienen a ser como un juego
en el que te digo que he muerto
De nada me sirve el llanto
de un otro cielo acumulado.
Breteles olvidados,
pulseras que fueron esclavas;
lamento de huayra muyoj,
transfusión de casi sangre,
acero y hierro y bronce:
antes la piedra fuera sacra.
pero no del todo
porque, ya ves, sigo pudiendo
No te ha bastado mi barco
pero bien me lleva donde yo vaya
con sus velas de poesía y testamento,
su quilla de soneto y caracoles.
Me llevo cada vez que zarpa
una lágrima ajena
y un recuerdo plácido
-que siempre vuelve a ser un rayo-
de lo que no sabe acontecer,
como si volvieras
como si volvieras
como si volvieras.
detener el tiempo,
masticar una arena hecha de muerte,
sonreírle al carbón como rescoldo,
como si volvieras.
***
Asgo tu impaciencia
como si fuera tu vientre
y la reclamo.
Y te reclamo a ti
-ida-
terca de miedo y de fábula.
Me recuesto en la poesía
y me desangro.
Soy, desde esta sufriente inmortalidad,
corona de espinas,
naufragio,
acontecimiento.
Es desde lejos que te acaricio,
que te suspiro y que te verbo.
Se ponga el sol para echarme a llorar.
Ya no me da peces este río.
Leonardo Nieto —Nieto el mayor— nació en Agustina, Junín, Provincia de Buenos Aires, en 1984. Es profesor en Letras, docente de la Escuela Secundaria, poeta y escritor. Suele colaborar en www.lapelotasiempreal10.com, www.peliplat.com y www.locorabia.com.ar.