logo

SIMULAR SER UNO MISMO. ESCRITOS SOBRE LITERATURA DE PHILIP LARKIN

RESEÑA
por Sebastián Diez Cáceres

El sello Hola & Chau, as de las escaramuzas editoriales, publicó este año una selección de entrevistas, columnas y perfiles escritos por el poeta inglés Philip Larkin (1922-1985); una oportunidad para acercarse a una figura controversial aunque de gran influencia en la poesía argentina desde los años ochenta.

Lo primero que hice fue mirar atentamente el retrato de la tapa. No tan conocida es la faceta fotográfica del poeta inglés y su especial debilidad por las selfies en años que no eran usuales. Entonces constaté el parecido que tenía con Juan Carlos Onetti. No sé, un aroma similar además de las gafas de montura gruesa: un rostro a la vez asombrado y algo abatido, de oficinista que acaba su día en una fuente de soda cenando solo. Rostros estoicos. Y si bien la incomodidad de Onetti es viscosa, húmeda; la de Larkin, en cambio, es solar, irónica. Y acá van un par de preguntas clave: ¿es lo mismo estar triste en Inglaterra que en Latinoamérica? ¿Qué es lo que en castellano leemos de Philip Larkin?

Por su dominio de la técnica algunos despistados hablan de “la grandeza de Larkin”, cuando el poeta siempre se propuso lo contrario, ofrecer pases de movilidad a lo despreciable, lo nimio, atestiguar una incomodidad a escala humana y del orden civil. De aquí su abandono de los “grandes temas” y el uso de lo anecdótico como escenario, aunque tampoco perdió de vista al amor, la muerte o la vejez. Es más, es curioso su uso de “la vida” como tópico literario. Tan amplio e irónico. ¿No es acaso ridículamente necesario hablar con esas expresiones? Marcelo Cohen, uno de sus primeros traductores, señala que verter al castellano a como dé lugar su uso refinado de la rima y la métrica resultaría ridículo. Hay decisiones que el traductor debe tomar para no perder la autenticidad ni el estilo que es para el propio Larkin “más el resultado de la degustación desordenada y parcial que de una coherente educación literaria”.

Estamos en Europa, acaba de finalizar la Segunda Guerra y los escritores del bando de Larkin se preocupan sobre todo de alejarse de las vanguardias. Había que recuperar, no experimentar. Sostener, no construir. Y la operación del poeta conservador es, contra todo pronóstico, luminosa. Es un modo solemne de resumirlo, y no tan exacto en castellano si ya desecha la métrica y rima, leemos literalmente su amargor. Eso aniquilaría tres cuartos de obra. Atragantarse con ese hueso sería inútil. En la entrevista con Neil Powell, incluida en Simular ser uno mismo, Larkin habla de lo liberador e incluso alegre que es su escritura, y con ello se advierte su tono jocoso. No es un abatido, sino un bromista que busca emocionar. Sigue en combate sin que los asistentes al duelo se percaten. ¿Será acaso esa su “grandeza”? No sólo mostrar el dolor sino a la vez un modo de confrontarlo. Una propedéutica. Ser diminuto y gris y ostentarlo secretamente. ¿Será eso posible?

Dada esta serie de contradicciones, este otro tópico: la selfie, ¿es naturalmente exhibicionista? ¿Es una literatura del yo? ¿Es por utilizar material privado necesariamente confesional? Se podría hacer un contraste nítido con Robert Lowell, para quien la literalidad de la vida diaria es materia de su escritura. Larkin, en cambio, crea frankensteins ensamblados de diversos materiales que habitan dentro y fuera de sí. “Efectivamente era muy infeliz hacia el final de la guerra, efectivamente me sentía muy solo y trabajaba en una biblioteca, pero no era una chica y no era extranjera”, dice a propósito de su segunda novela A Girl in Winter de 1947 para luego citar a Wilde: “dale una máscara a un hombre y te dirá la verdad”. Esa verdad es la emoción que evoca el lector, “esto también me ocurrió, esto podría ocurrirme”. La conciencia de un auditorio es central.

Este sino, “soy y no soy materia de mi literatura”, permite a Larkin transmitir una autenticidad a contrapelo de lo verídico, y de paso una voz que siembra siempre una moraleja, una especie de monje zen de traje y corbata que te señala el camino medio a chuchadas. Al acabar el libro, no queda la impresión de estar ante un amargado como se lo suele presentar, sino precisamente ante una simulación, una puesta en escena. Es lo que Larkin rumia en estos textos críticos, muchos de ellos transcripciones de sus intervenciones orales, que permiten entender la operación de su literatura y, lo más valioso, dar luz sobre el modo en que el mismo poeta propone leerla.

Simular ser uno mismo. Escritos sobre literatura, de Philip Larkin
Selección y traducción de Gonzalo Rojo
hola & chau Editorial
2023

Comparti la nota

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram