Transfiguraciones de Jimena Schere

Autora de Una antología de la literatura argentina (2000) y Gorgona (2016), Jimena Schere acaba de publicar una serie de cuentos que abordan mutaciones inesperadas en los cuerpos como contrapunto de cambios abruptos en la estructura social.

“La transformación está en marcha”. “Hagamos el cambio de nuestras vidas”. “Cambiemos”. Cuando no queda claro en qué nos van a convertir, ¿es deseable la transformación? En Transfiguraciones, los nuevos relatos de Jimena Schere (Buenos Aires, 1976) responden que no. No todo cambio es bueno; las súbitas mutaciones en el cuerpo, el contexto social, la vida íntima y las relaciones afectivas es, incluso, una condena a la que los personajes se ven sometidos inopinadamente y sin vía de escape. 

La fricción no mediada entre emociones e instituciones fuerzan al protagonista de “Larva” a transformaciones incontrolables durante toda su vida: se convierte en marioneta de madera cuando no lo dejan jugar con otros niños; en caperucita al rendir un final en la facultad; en rata gigante que asesina a su jefe y compañeros de trabajo cuando la quieren despedir de la empresa; en gusano al ser internada en un hospicio y, finalmente, en “polvo enamorado” del enfermero, la única persona que le demostró cariño pero con quien, por su flamante condición física, ya no puede interactuar. La súbita transformación en can de un padre de familia le permite conocer mejor la vida de su esposa e hijos, solo para enterarse de que lo desprecian. La donación de sangre de una hija solícita pero anémica no logra saciar el hambre de un progenitor progre vuelto vampiro ni solucionar las diferencias familiares: el núcleo hogareño se deshace y deja solo el parasitismo como herencia.

Estas son algunas de las tramas que apunta Jimena Schere en relatos breves, con una prosa austera, quirúrgica, en los que narrar es señalar un problema, exponer un caso. Si bien la fábula de estos cuentos trae reminiscencias superficiales a una tradición del terror, el relato extraño o la ficción científica, la operación de Schere tiene mucho más que ver con la novela experimental del naturalismo: establecer en la narración un modelo de la realidad que ponga de relieve cómo los actos individuales se ven afectados y condicionados por lo social.

Pero el gran valor de Transfiguraciones no es solo la preocupación por injusticias de diversa índole y en heterogéneos contextos económicos; tampoco, la simple reincidencia en el naturalismo ni el recurso a géneros literarios hoy en boga. Sino el hecho de que el planteo político de sus relatos es indisociable de la apuesta formal: la especial atención a la expresión verbal no convencional hace de este libro una mesa de operaciones sobre la que Schere trabaja la narrativa con el escalpelo propio de la poesía contemporánea.

Así, el pegote alimenticio que, en la víspera de una reunión importante, obsesiona a un joven emprendedor (“siempre pensaba en positivo”) lo vuelve a él mismo una masa amorfa adherido a las sábanas, el picaporte y el gato. Convierte su cuerpo, pero sobre todo su discurso, en un pegote, y no puede pensar si no es con el eco de sus propias frases hechas —el cliché que se vuelve chicle: “Trataba una vez más de recuperar el control de su cabeza, poner el asunto en frío, adoptar la mejor estrategia posible, pero el asunto. El asunto, el asunto. En frío. Frío. Frío. Adistancia. Distancia. Distancia. Nopodía. No. No. En frío. Frío.” 

En Transfiguraciones los esfuerzos de adaptación individuales se ven frustrados por fenómenos que los personajes apenas vislumbran, de manera tal que las mutaciones fantásticas que se sufren terminan siendo apenas una expresión curiosa de una violencia mayor, a la que se ven sometidos cotidianamente. Bajo el subterfugio de lo sobrenatural y mediante una prosa incisiva, Schere pone en el centro el problema del cambio —aquellas transformaciones aceleradas en el presente, que no fueron consensuadas, que no se eligen y que son para peor.