La charlatanería como distracción de algo peor; personajes, los charlatanes, al servicio del poder económico. En este artículo, el poeta chileno Germán Carrasco parte de un tipo social y llega a la forma, paródica, encarnada en la escritura de Enrique Lihn, y al trabajo actual con las escrituras en contexto de encierro.
La Polla Gol era un sistema de apuestas por cartola, salían todos los partidos y había que acertar quién ganaba, empataba o perdía el campeonato. Había una versión hípica que se llamaba El Pollón de Oro. A una amiga española le causaban mucha gracia los nombres. En Argentina se llamaba Prode. Estos sistemas de apuestas se prestaban para algo muy común en dictadura: los charlatanes sombríos. El Mago de la Polla Gol era un funcionario gris que tenía un sistema para acertar todo y hacerse millonario. Los charlatanes inverosímiles abundaban, como el que se supone iba a hipnotizar a Martín Vargas para darle las instrucciones telepáticamente mientras boxeaba y de esa manera evitar que el oponente escuchara. Abundaban esos personajes por dos motivos: eran estafadores oscuros, la encarnación de la alienación, la canalización negativa de las aspiraciones de la gente cuya mayoría vivía en la pobreza. Y lo segundo es que esos personajes funcionaban como parches porque la dictadura necesitaba lo que fuera para tapar sus atrocidades: montajes con la aparición de la virgen, ovnis, pero especialmente estos charlatanes.
Luego apareció en la televisión un microprograma de un tipo que corregía la ortografía, el Profesor Banderas, que tenía un aire y una manera acentuada de hablar muy similar a los pastores protestantes que fueron el punto más alto de la charlatanería: Rex Humbardt, Pat Robertson, Jimmy Swaggart, la mayoría se reunía con Pinochet, eran de un conservadurismo tosco y se caracterizaban por ser muy expresivos en su oratoria, caían de rodillas durante el sermón a grito limpio, cosas así. Sábados Gigantes y su monstruoso animador también están en el primer lugar de esta lista horrible, y copaba todo el día sábado en todo Santiago. Había que huir de cualquier lugar con un televisor encendido. Un tipo humillando gente y regalando televisores y productos. Estos temas nunca son abordados por la tercera ola de charlatanes, los defensores del neoliberalismo a ultranza con sus conferencias, campañas políticas de apoyo a ciertas candidaturas y cumbres internacionales copiadas de sus oponentes políticos. La ultraderecha neoliberal habla de populismo omitiendo la relación populismo y dictadura. Cómo entraron los pastores evangélicos a Chile y qué rol jugó cierto sector de la iglesia y la CIA para disolver la teología de la liberación es una larga historia cuyos resultados se vieron, tras los años, en el Brasil de Bolsonaro.
Todas esas figuras, a veces siniestras y a veces pintorescas fueron, de algún modo, no sólo ironizadas sino también utilizadas por la figura de Enrique Lihn, que encarna a una especie de charlatán con chistera o sombrero de copa y seudónimo Pompier. O sea, frente a la performance constante de la dictadura, Lihn adoptó un personaje en ese estilo, con esos materiales zafios, sucios, difíciles de manipular por una mera cuestión de salud. El mismo procedimiento es llevado a su extremo por Bruno Vidal más tarde. Hasta la poesía de Lihn tiene eso, cuando adopta mucha altura, se toma el pelo.
El uso de oraciones subordinadas y frases entre guiones son otra herramienta eficaz a la hora de hacer hablar a todos los personajes que hay en un yo. Un charlatán con destreza, lo que en la jerga de la cárcel y del sistema judicial relacionado con ella se llama: hábil declarante (“ojo, cuando este interno declare, que puede darse vuelta a los abogados”, o: “el tipo sabe de leyes, pónganle especial cuidado”). No es el clásico poema ultra simplificado y declarativo escrito en Chile: X es Y (La bandera es esto. El desierto es esto. La ciudad es esto). No se trata de definiciones. Por otra parte, el loro es el símbolo de la charlatanería, que Pompier –alter ego payaso de Lihn– usa de símbolo. Lihn era un tipo muy crítico del progresismo, para los que quieren meterlo en ese saco. He escuchado cosas muy lejanas a la realidad, especialmente a universitarios bien pensantes de la academia norteamericana. Escribir en dictadura era extremadamente difícil y Lihn logra hacerlo sin escapismo y sin llenar los poemas de miedo, que era lo que menos se necesitaba. Pienso en una situación similar: en el momento político actual, julio de 2024, la presión por el tema de seguridad está en alza; hay gente que literalmente quiere que rueden cabezas, construir cárceles, pena de muerte y cadena perpetua a todo el mundo. En esas condiciones y con todo en contra, hay gente que trabaja con los presos. Es duro, desgastante, no reconocido. Pero hay gente que lo hace. Me saco mi panama falso y roto y pongo la cabeza con manchones de alopecia en el tatami por ellos y por la poesía de Lihn.