Literatura. Gestos mínimos, rutinas, objetos, esperas. Una atención constante a los detalles que sostienen la vida. Los poemas de Soledad Passaro construyen escenas íntimas sin convertirlas en confesión ni en consuelo. El dolor, el trabajo, la escritura y el afecto conviven en un mismo plano.
31 de enero
Tirada a un costado brotaba
la sangre y tu cabeza
sin saber dónde caber, los ojos
perdidos por ahí
lloras despacio evitas el ruido.
Ahora te dejas levantar resistida un poco
te rendís, después
al trapo húmedo remedio farsante
de todo el dolor.
Hay que ir, ahora
la espera perdida en la nada
reclama un lugar y
hay que ir ya mismo.
Te ven, te revisan sin ningún sentimiento
casi
sí miraran profundo
se perderían en la zanja
que araste en tu brazo y ahora
pedimos la ayuda
opioide bendito talismán
te lleva a dormir y a olvidar.
A dormir ahí hay que ir
donde otros agobios persiguen
la misma calma
otras muertes esperan
a la salida del lugar.
Me quedo con vos, espero
el sueño, nos recibe
como a una sola humanidad
la hora que existe
afuera del mundo.
Dormimos bajo un techo de camas enfrentadas
vigilo tus horas me hallo en un dolor
nuevo que me regalas.
Todo es más claro ahora:
Vos, la loca que trata de morir
niña mía que quise nacer
me matas a mí también en tu intento
comprendo recién lo que es amar.
Todos los lunes son iguales:
la mañana sin desayuno
corriendo el colectivo rogar por un asiento
para llegar al trabajo menos cansada
la jornada sin mucha risa
abrazada a la aspiración de ganar alguna parte
cuando se terminen de pagar todas las cuentas.
Y a eso de las cuatro empieza a sentirse
el deseo montado cuando ya son las cinco.
Podés salir, moverte hacia el lugar, caminar
pasar por el congreso, rezarle que se porte bien
encontrar la universidad bajo un cielo injusto
con las puertas abiertas
subir la escalera y esperar un rato más
que la veas entrar
escucharla
pensar en la poeta todo el tiempo
imaginarla escribiendo cómo será,
su sensibilidad
su mano punzante, su amor por el Delta.
Cerrar la tarde colmada del deseo
de la búsqueda ajena que se te contagia
mientras tomás algo en el barcito de enfrente
antes de volver a la vida real
un café que siempre se enfría
porque te quedás pensando
en un nuevo poema.
III
decía lobo la etiqueta
en el jean del señor
un peldaño más arriba
en la escalera mecánica
lobo leí pensé en la fecha
sí sería alguna en lista
cosas importantes
para no olvidar
13 de mayo repetí
el eco de los años
cayó lunes o martes
podría ser hoy
falta la escalera tradicional
todavía quedan
escalones de cemento
pensé todo en subida
bastó ver el cielo
al final del recorrido
luna llena
pensé en lobo
la muerte de papá
IV
Un té de manzanilla a la tarde
tentar al sueño más temprano
la calma templada en esta taza
no se termina de llenar
enchufo el aparato y las bondades
de la tecnología doméstica se revelan:
no anda no sé
sí es el enchufe o la pava
o las ganas de prender la hornalla
esperar el agua burbujear
mirarla
dejar que el calor entre y suba
como hacía entre nosotros.
16 de julio
Para qué esta memoria
recuerdo cumpleaños de gente del pasado
amigos que hace mucho
no son parte de mi vida
ocupan un espacio, me invaden
es tonto recordar cosas inútiles.
Te mando el mensaje
confirmo que el número
no le pertenezca a otro
ahora
hayan dejado libre el código
desearte felicidades
igual
sostener la idea de lo irremplazable
papá
de qué sirve saber
que hoy sería tu cumpleaños
sí total
ya no puedo recordar
cuantos años cumplirías.

Soledad Passaro es, entre otras cosas, escritora y docente. Desde 2023 cursa la Licenciatura en Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). En diciembre de ese año participó del seminario en Lago Puelo coordinado por Samanta Schweblin y, en 2024, retomó de manera activa la poesía en el taller Fuga y Queda, a cargo de Andi Nachon. Es madre de dos adolescentes, convive con dos gatos y practica la lectura de Tarot.


