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EL REGRESO DE TRUMP, POR MARTÍN GAMBAROTTA


El clima mundial de ultraderecha que alienta el histrionismo de Milei, los servicios fenicios libertarios alrededor del FMI tras el triunfo de Trump, la película repetida de la privatización de Aerolíneas Argentinas y la criminalización de los conflictos sindicales mientras la capacidad gerencial del Gobierno pende de un hilo; por Martín Gambarotta.

Hay una noticia que no se puede obviar en ningún lugar del planeta. Donald Trump, el candidato del Partido Republicano, ganó las elecciones presidenciales de los Estados Unidos contundentemente el martes. Trump derrotó a la vicepresidenta Kamala Harris, la candidata del Partido Demócrata. Trump tiene ideas proteccionistas y su plan es cargarle tarifas a las importaciones que quieran entrar a los Estados Unidos, pero aparte de eso se supone que el resultado es una buena noticia para el presidente libertario Javier Milei. La ultraderecha mundial festeja. Es la nueva derecha, así la llaman. Elon Musk, el dueño de Tesla y la red social X, se pasó toda la campaña agitando a favor de Trump desde sus plataformas. Milei ya se reunió varias veces con Musk y ahora se habla de una reunión entre Trump y Milei la semana que viene en Miami. Todavía no hablaron por teléfono, pero Milei le grabó a Trump un histriónico video por TikTok diciéndole que Argentina está con él y viva la libertad carajo.

El progresismo tiene que hacerse un par de preguntas. Trump ya fue presidente entre 2017-2021. El Partido Demócrata estaba virando a la izquierda, pero una movida del expresidente Barack Obama limpió la cancha de precandidatos para permitir que Joe Biden ganara la candidatura presidencial en las primarias de ese entonces. Biden le ganó a Trump y es el presidente hasta ahora, pero el precio fue que los centristas mataron toda la vitalidad que tenía el Partido Demócrata gracias a su ala izquierda. Obama y sus amigos del notorio Comité Nacional Demócrata pueden decir que todavía les queda otro disparo en las próximas elecciones presidenciales dentro de cuatro años. El Senador Bernie Sanders, que fue el candidato de la izquierda en las primarias que ganó Biden y había arrancado muy por arriba de su rival hasta que intervinieron los jerarcas del partido, no está tan seguro. El Partido Demócrata, según Sanders, “traicionó a la clase trabajadora”. Visto desde otra perspectiva y en palabras del legendario inversionista Warren Buffet, “hay una lucha de clases y nosotros los ricos la estamos ganando”.

Musk obló 44 mil millones de dólares para comprar Twitter y ahora se perfila para ser una figura central de la nueva administración Trump. Musk, cuando no está tratando de conquistar el planeta Marte con su emprendimiento de cohetes, dice cosas como “ahora nosotros somos los medios”. En algún punto es una versión recargada de lo que decía Néstor Kirchner: los medios son los fierros. Jeff Bezos no la vio tan clara. Se compró el Washington Post, un diario tradicional, y tuvo que intervenir personalmente para que la publicación no apoyara a Harris, desatando una crisis en la redacción.

En definitiva: hay clima internacional para que Milei siga haciendo de las suyas, pero también hay clima para que la izquierda o el progresismo replantee el maquillaje centrista que se pone para combatir contra la ultraderecha. Si hay una nueva derecha, debería haber una nueva izquierda igual de dura en mantener sus principios que los falangistas.

Para muchos en el Gobierno, el triunfo de Trump también habilita para ir por un clásico de los gobiernos conservadores: sacarle más plata al Fondo Monetario Internacional (FMI) cuando se pueda, lo más rápido posible mejor. Trump era presidente cuando en Argentina gobernaba el liberal Mauricio Macri (entre 2015-2019). Trump y Macri son amigos personales desde el tiempo que hacían negocios inmobiliarios en Manhattan. Cuando Macri era presidente, el FMI le concedió al país un crédito de 55 mil millones de dólares. Ahora la película se repite. Trump y Macri, el líder del partido de centroderecha PRO, siguen siendo amigos. Lo que no está claro es si Milei y Macri tienen una alianza política estable. Macri, en el fondo un magnate que cree que se le debe pleitesía, siempre se queja por lo bajo de los “malos tratos” de Milei y sus funcionarios. Milei todavía necesita el apoyo del PRO en el Congreso, donde el partido de Gobierno, La Libertad Avanza, tiene poca representación. La última movida del Gobierno en el Congreso es habilitar la aprobación de la privatización de la aerolínea estatal, Aerolíneas Argentinas. El problema para el presidente es que no cuenta con los votos en el Congreso para la aprobación de esa privatización.

Hay clima internacional para que Milei siga haciendo de las suyas, pero también hay clima para que la izquierda o el progresismo replantee el maquillaje centrista que se pone para combatir contra la ultraderecha.

El tema Aerolíneas está otra vez en las noticias. Un paro sorpresivo de los trabajadores del servicio de rampa estatal, Intercargo, dejó a pasajeros varados en Aeroparque. El ministro de Economía Luis Caputo respondió con 15 despidos. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich hizo una demanda penal contra los sindicatos por privación ilegítima de la libertad y habilitó a la policía aeroportuaria a realizar las tareas de los trabajadores de Intercargo cuando hagan paro.

El Gobierno así confirma su mirada policíaca sobre los conflictos sindicales. Hay muchos medios que ya hablan fluidamente el lenguaje libertario: “sindicalistas terroristas”, “piquetes del aire”, “paro salvaje”. El Gobierno anunció la desregulación del manejo de los servicios de rampa, algo que en realidad ya había hecho público hace unos meses.

Después se dijo que a Milei le colmó la paciencia el paro de Intercargo y que su postura era que Aerolíneas se privatiza o se cierra. En el medio, se amagó con declarar un procedimiento preventivo de crisis con muchos funcionarios, especulando que esto llevará a los sindicalistas a aceptar cambios en los convenios colectivos de trabajo.

Algunos elogian la capacidad política de Milei. Lo que está en duda ahora es su capacidad gerencial. Cerrar Aerolíneas Argentinas de un saque, en medio de un ataque de histeria, no parece ser una señal de compostura administrativa. De hecho, el Gobierno hizo muchos anuncios, pero hasta ahora efectivamente no privatizó nada; una situación muy diferente a cómo se encaró el tema sistemáticamente en los 90. Bullrich puede mostrar videos de policías aeroportuarios cargando valijas en canales amigos durante un día, pero a la larga los propios agentes se van a cuestionar por lo bajo la tarea.

El involucramiento de Bullrich en el conflicto con los sindicatos aerocomerciales, igual, no parece inocente. Bullrich viene de librar una batalla callejera y legal en contra de las organizaciones piqueteras, que por ahora están dominadas. La tarea de Bullrich es criminalizar.

Los ejecutivos de Aerolíneas se reunieron con los representantes de tres sindicatos aeronáuticos (incluyendo el de los pilotos el viernes a la tarde) y se declaró una “tregua” para decepción de los periodistas que apoyan al Gobierno, quienes se alimentaban de la fantasía de que Milei ya iba a cerrar la empresa sumariamente, así porque sí, antes del fin de semana. Igual, algunos diputados opositores advirtieron que la intención final del presidente es en efecto “liquidar” Aerolíneas. Los ejecutivos el viernes insistieron en que la declaración de un procedimiento preventivo de crisis todavía está latente. Lo que les preocupa a los gremios es el retraso salarial, esto es, la licuación de los ingresos en el estado que aplica Milei, pero el conflicto ya es más grande.

El presidente encaró de la misma manera beligerante la crisis en Cancillería por el voto de Argentina en las Naciones Unidas contra el bloqueo a Cuba. El presidente no sólo echó a la Canciller Diana Mondino sino que lanzó, para seguir hablando en el idioma libertario, “purgas” y “auditorías” en el Ministerio, para averiguar por qué Argentina no votó con Estados Unidos e Israel en contra de la condena del bloqueo. Milei armó una historieta con el dramilla de Cancillería, en la que él es el héroe. Otra vez: lo que no queda claro es la capacidad gerencial de los libertarios. Todo lo que había que hacer era instruir al diplomático argentino de turno en las Naciones Unidas para que oprimiera el botón que Milei quería en la votación. De manera inexplicable, eso no sucedió.

Ya juró el nuevo Canciller, Gerardo Werthein. Por suerte, Cancillería ahora está en manos de expertos: Werthein es empresario y médico veterinario.

Milei, mientras tanto, comenzó la semana dando un espectáculo. El presidente se dejó entrevistar en un programa de cable por su pareja, Amalia González. Milei canturreó una canción de Elvis y después, con más entusiasmo, interpretó el tema “Libre” del cantante español Nino Bravo. La canción se transformó en una especie de himno no oficial de los libertarios. La aparición televisiva con Milei con su enamorada era apta para el consumo irónico. La actuación no tuvo mucho rating, pero acá estaba Milei desplegando su instinto político: tirando una maniobra de distracción televisiva mientras Caputo trataba de canjear deuda.

El presidente siempre se acuerda de la izquierda. Trató a los “zurdos” de “minusválidos” que no se dan cuenta que la contabilidad del socialismo no cierra. La contabilidad de la Argentina tampoco nunca cerró y se dice capitalista. Milei también se metió en la discusión sobre el ataque contra el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical que preside el senador Martín Lousteau. Para Milei el ataque fue un autoatentado porque Lousteau se resiste a una auditoría del Ejecutivo sobre las cuentas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y está escondiendo pruebas del robo universitario.

Milei ya había provocado a los radicales, al declarar que el fallecido expresidente Raúl Alfonsín fue uno de los que comandó un “golpe” en contra del gobierno del también radical Fernando de la Rúa en 2001. Sin embargo, Milei se reunió sin mayores sobresaltos en la semana con los cinco gobernadores radicales. El Gobernador de Santa Fe Maximiliano Pullaro dijo que estaba “dolido” por las palabras de Milei sobre Alfonsín, que según el consenso mayoritario, es considerado el padre de la democracia moderna argentina. Igual, todos los gobernadores radicales, incluido Pullaro, dijeron que apuntaban al “futuro” y trataron de minorizar el tema durante la reunión con el presidente. El gobernador de Corrientes Gustavo Valdés dijo que los comentarios de Milei se debían a su “frescura”.

Así, el Gobierno parece mantener canales de diálogo abiertos con el radicalismo, aun cuando le pega a uno de sus padres fundadores. En el peronismo también hay novedades. El Partido Justicialista proclamó como su nueva presidenta a Cristina Fernández de Kirchner, la expresidenta, terminando así con una disputa. El gobernador de La Rioja Ricardo Quintela había desafiado al kirchnerismo, pero según la Junta Electoral y la justicia no logró juntar los avales para competir en una interna con Fernández de Kirchner. La expresidenta sigue con sus apariciones públicas en el conurbano. Es la única política que puede barrenar por el territorio sin tener que preocuparse por las objeciones limítrofes de los capos distritales. Eso demuestra algo que sus rivales deberían saber: es la líder natural del espacio.

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