Tanto investigadores jóvenes como consolidados están abandonando Argentina en busca de mejores oportunidades, al igual que en períodos de oscurantismo. “Si a fines de 2015 había una falta de interés por la ciencia, lo que se advierte ahora es un interés por destruirla directamente”, comenta un científico repatriado que volverá al exterior en busca de un futuro.
La ciencia y la tecnología en Argentina están atravesando uno de sus momentos más difíciles desde el regreso a la democracia. Quienes formaban parte de la comunidad científica ya no tienen dudas sobre el enfoque del gobierno de Milei hacia los investigadores: la situación es comparable a las crisis de los años 90, 2001 y el periodo macrista, y muchos científicos formados en universidades públicas están comenzando a abandonar el país. “Si antes había un desinterés por la ciencia, ahora hay un interés directo en destruirla. Quieren que nos vayamos”, afirma Alejandro Díaz Caro, un científico que, tras haber regresado en 2014, ahora se muda a Francia por falta de oportunidades en Argentina.
Díaz Caro, repatriado gracias al Programa Raíces, compartió su experiencia en un post que se volvió viral. “Después de un año y medio de trabajo en la Universidad Nacional de Quilmes, el macrismo inició una caída en el financiamiento científico. Desde entonces, he sobrevivido gracias a convenios internacionales, pero ya no puedo continuar así”, explica.
El Gobierno, bajo el lema “No hay plata”, restringió las posibilidades de desarrollo científico. “La degradación del Ministerio a Subsecretaría resultó en despidos de personal clave. Este año, dejaron de abrir convocatorias para colaboraciones internacionales. Aunque el costo para el Estado es mínimo, no les interesa”, dice el experto en computación cuántica.
El Programa Raíces había logrado repatriar a 1,299 científicos entre 2003 y 2016, pero desde la llegada de Mauricio Macri, las cifras cayeron drásticamente. Aunque el gobierno de Alberto Fernández recuperó el rango de Ministerio y relanzó el programa, la actual gestión de Milei vuelve a oscurecer el panorama.
Díaz Caro se trasladará a Francia para unirse al Instituto Nacional de Investigaciones Informáticas, donde espera tener un futuro más prometedor. A pesar de sus planes de seguir dando clases de forma virtual en Argentina, la deserción de docentes y la migración de talentos científicos se intensifican.
Otro caso notable es el de Pablo Manavella, un bioquímico que regresó a Argentina en 2014 pero, tras enfrentar una situación insostenible, se mudó a España. “La biología molecular es un campo caro que necesita tecnología adecuada. La nueva administración ha hecho que la financiación sea prácticamente inexistente, lo que ha alejado a muchos jóvenes investigadores”, señala.
La situación es especialmente crítica para los becarios, quienes ven truncadas sus oportunidades de desarrollo profesional. Con el desfinanciamiento del CONICET y la falta de apoyo estatal, muchos deben buscar empleos en el sector privado, a pesar de haberse formado para la investigación.
El caso de Díaz Caro, Manavella y Carolina Marvaldi, quien se mudará a Estados Unidos para continuar su investigación en salud, refleja la calidad de la formación recibida en universidades públicas, pero también la triste realidad de que muchos deben dejar su país para prosperar.
“Me encantaría volver, pero en estas circunstancias es complicado. Irme era lo único que me quedaba”, dice Marvaldi. “Abandonar el país que amo es una decisión muy difícil. Los científicos argentinos hacen maravillas con lo poco que tienen”, concluye Manavella.
El estado actual de la ciencia en Argentina es preocupante, con un sistema desguarnecido y un gobierno que, al mismo tiempo que desinvierte, se presenta como un polo de innovación. La pregunta que queda es: ¿el Gobierno busca convertir a Argentina en un referente científico o sus intenciones genuinas son otras?