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IDO, DE MANUEL ALEMIAN

RESEÑA
por Tomás Fadel

La reciente publicación de Ido, nuevo libro de poemas de Manuel Alemian, suscita una reflexión sobre de qué se discute cuando se discute a favor o en contra de la llamada “literatura del yo”. Objetivismo, primera persona y una fina elucubración sobre los artefactos verbales.

En estos días se reavivó (aunque cuándo no) entre algunos grupos de poetas y escritores, el ya viejo debate sobre poesía confesional: ¿sí o no? Si uno lo lee así nomás, creo que no se necesitan argumentos para saber que ya el enfoque está errado. La crítica de parte de los relegados por el auge del autobiografismo suele ser que nadie quiere leer lo que hiciste en tu día, o tus sentimientos más triviales. Crítica que fácilmente cae al suelo cuando se analizan los ejemplares vendidos y, más pronto, cuando en la propia sentencia inicial se reconoce un auge de tal tipo de escritura.

La poesía confesional o poesía del yo se caracteriza por expresar de modo directo y sencillo elementos de la vida cotidiana personal. Estos elementos pueden ser situaciones, emociones, reacciones, listas de compras, cualquier cosa. Se me ocurren de entrada varios poemas “del yo” excelentes, como el famoso poema de Williams de la anciana comiendo ciruelas. Como los argumentos son tan malos, a los poetas del yo que son criticados les basta con espetar un “viejo meado” o ni contestar para ganar la batalla. También en la misma definición de poesía “del yo” hay un truco, porque quién escribe sino el propio poeta. En este sentido, se podría pensar si no es que dicho auge no tiene que ver con una cuestión histórica que viene desde antes del objetivismo norteamericano, que, reaccionando a la poesía medida inglesa que tomaba como tema su gran tradición (por ejemplo Browning), trató de proponer una manera más adecuada a su tiempo, más “personal”.

Pero no estamos acá para debatir estos temas; más interesante sería leer un libro al que no podemos clasificar dentro de esta relación maniquea y hacernos vivir un momento placentero a todos (poetas del yo, poetas del nosotros, poetas del ustedes, poetas de la historia, los que sean). Ese libro está, como se dice, Ido, de Manuel Alemian. Publicado por Nebliplateada, tiene cuatro partes: la primera, “La vida de los demás”, la segunda, “La vida circundante”, la tercera, “La vida del yo” y la cuarta, un poema más extenso llamado “Escribo para que pase el tiempo”. Todos los poemas, salvo el último, son poemas breves, de corto aliento, con una gracia sutil que le permite a Alemian, como al lenguado del poema de Watanabe, “comer y burlar enemigos” para crecer y sobrevivir. Pero ¿qué enemigos? Por ejemplo, el enemigo del sentido.

Rauchen Verboten
Se les dice
Que no fumen en el palier,
Y eso hacen

Ido no confía en el lenguaje; los poemas saben que, en cuanto uno quiere decir algo, el lenguaje está ahí para impedírselo, para imponerle sus trabas y sus límites, y mientras el poema logre escabullirse, nos deleita. No importa si desde el yo o desde dónde.

El poema “Rauchen Verboten” podría responder medianamente a la definición dada de poesía del yo. En un lenguaje simple y directo retrata un hecho cotidiano, pero no está escrito en primera persona. La única oración, de hecho, si bien no es impersonal, es pasiva-refleja, es decir, un tipo de oración que oculta la información del agente: no sabemos quién les dice que no fumen. Es un poema, en este sentido, con detalles objetivistas. Si tenemos en cuenta que Manuel Alemian podría ser referenciado como parte de o cercano a la generación de poetas de los noventa, no nos sorprende y a la vez nos demuestra la multiplicidad de formas que obtuvo en Argentina la influencia de dicho movimiento. Porque además de todo esto, el poema termina con una frase que nos hace dudar de la misma oración: ¿fuman o no fuman? El artefacto lingüístico deja de ser solo un poema para pasar también a ser una broma.

Chance
Una rama de romero
¿o romeo?
¿La tragedia
o el condimento?

El retruécano, el doble sentido, es parte de la poesía desde tiempos inmemoriales. ¿Cómo dejar afuera del arte de la lengua esta parte tan esencial? El chiste, la chanza, es una de las formas que tiene el lenguaje de reflexionar sobre sí mismo, de hacernos dudar de él, que está siempre ahí presente dando explicaciones.

Postura extrema
Escribo
y a la vez
me jorobo

Este poema también está compuesto por una sola oración, como el primero. Aunque esta vez sí está en primera persona. Difícilmente se pueda argumentar que este poema de Alemian no es un poema “del yo”, “confesional”, pero lo que confiesa es una duda, una duda que acepta dos tristes certezas compartidas probablemente por el lector. Lo que conmueve, igual, tiene más que ver con cómo está compuesto que con el hecho de que escribir sea jorobarse. Como dice Alejandro Rubio en el prólogo al libro (“El género poético de Manuel Alemian”): “La base de la poesía es el silencio, que niega los otros géneros, los otros usos de la palabra […] las palabras simples cuya constelación gramatical dentro del poema son la gracia de este, las onomatopeyas, las frases nominales, están muy cerca de la base”. Manuel Alemian no “trabaja con el lenguaje”, es al revés. La poesía de Ido, “se trata de una especie de sencillismo sofisticado […] No hay drama que conmueva, y la risa se atasca en la garganta”. El “antilirismo”, como lo llama Rubio, se aparta de manera equidistante de cualquier prejuicio que podamos tener.
Lo que pienso ahora, mientras termino estos párrafos es, ¿dejará contentos a todos? ¿no dejará contento a nadie? No lo sé, pero sé que al leerlo, al menos en esos momentos, mi mente elongó un rato sus músculos tensos. Por eso Ido merece ser leído.

Ido
Manuel Alemian
Nebliplateada
2023

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