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LA PUERTITA DE ALAMBRE DE MARIANO BLATT

Reseña.
por Nicolás Ricci

El nuevo libro de poemas de Mariano Blatt (Buenos Aires, 1983) es la búsqueda inquieta de una forma; su resultado: un conjunto de aproximaciones diversas. Nostalgia y simplicidad se ponen a prueba, se tantean. Los lugares comunes de las plataformas sociales son aprovechados como material por un poeta que asume la voz, inevitable, de ex joven.

La puertita de alambre es el segundo libro de Mariano Blatt desde la recopilación de su obra poética, Mi juventud unida (2020), que marcó el cierre de una etapa. Con este nuevo poemario, el autor se acerca a su período de madurez, lo que tiene efectos tanto en el estilo como en los temas, correlativos a ciertos cambios en las experiencias que lo mueven a escribir. Se destaca como novedoso el tono nostálgico o incluso elegíaco a lo largo del libro, que vuelve una y otra vez sobre la sensación de que algo se ha perdido o está a punto de perderse. Si bien varios poemas se ocupan de sus temas habituales (amistad, amor, chicos lindos), si bien son frecuentes los juegos formales (poemas de un verso y hasta de ninguno), la tónica está dada por la melancolía (palabra que Blatt elige repetir). 

Se suceden poemas a la memoria del abuelo, a un “amigo muerto imaginario”, a las postales, al pasado… ¿Qué hace Blatt al tener que dar cuenta de sus preocupaciones de ex joven? Lo que haría un poeta honesto: buscar una forma. El libro es el resultado de esa búsqueda, de la que sin embargo no ofrece una salida definitiva, sino un amplio registro de posibilidades. De este modo, algunos textos presentan la expresión directa del tema emotivo, como el brevísimo poema: 

                          Yo me acuerdo de esa época. 
                          Fue una buena época. 
                          Mejor que esta.

El principio compositivo se basa en no enrarecer la forma, sólo decir la idea en premisas sueltas, evitar encabalgamientos y todo hallazgo verbal. Pero, como es usual en la poesía de Blatt, nada es tan llano como parece. Los títulos generalmente agregan una capa más de complejidad. Estos dialogan con los versos, algunas veces completando el sentido; la mayoría, discutiéndolo. En el caso de este poema, el título, “Memorias de un pesado”, se distancia, irónicamente, de la nostalgia. Otros poemas exploran modos muy distintos, como este apenas más largo:

                          Operarios de una empresa
                          descubren un cofre negro bajo tierra.
 
                          Lo abren y suelta
                          el aire que contenía.

Mismo tema, pero codificado. La imagen objetivada cifra el suspiro y lo despersonaliza, aplicando lo que T. S. Eliot llamó “correlato objetivo”. Nuevamente, el cuerpo del poema está en tensión con el título, que contrarresta la distancia al explicitar la cuestión: “Reivindico mi derecho a ser un melancólico”. Pero tampoco esa actitud desafiante es del todo suya, sino que parafrasea (y la mediación sugiere pudor) el poema más conocido de Susy Shock.

O también, este fragmento de su poema alfabético, en muy otro registro:

                          …El tiempo 
                          v de vuela 
                          se va 
                          se escurre 
                          no vuelve. El tiempo es como una botella de 
                          w de water pinchada.

Alguien podría ver en esta falta de homogeneidad formal un límite del autor. Es posible. Pero también se puede leer en consonancia con el conflicto interno del yo poético, que se debate entre la evocación, el pudor y la ironía. La variación formal acompaña la indeterminación general del libro, que no adopta una actitud única respecto del nuevo tema. 

Por lo general, los poemas parecen buscar la conjunción de dos instancias: en la primera, algo terrenal y mundano; en la segunda, una fuga, que puede o no ir hacia lo trascendente. El que da título al libro es un ejemplo claro de esto: “una puertita de alambre / que se abría al más allá”. Muchos replican la estructura de esos versos, tendiendo al final sorpresivo, efectista. Los textos se extienden lo necesario como para preparar el terreno en pos del giro inesperado. Otros pocos, más largos, de unas cuantas páginas, son encadenados de sorpresas semánticas del tipo: 

                          pidió
                          solo vino 
                          tinto y vino 
                          solo 
                          sin compa 
                          y sin ñía 
                          solo 
                          vino
                          puro

El otro gran tema del libro son las redes sociales. Se trata de una serie de poemas acaso combativos, en los que el autor parece ajustar cuentas. Sucede que cada tantos meses, en Twitter tiene lugar la misma secuencia: alguien descubre la poesía de Blatt, comparte algún poema burlándose y se viraliza. Miles de likes y retuits, malicia y risas, pero sobre todo el mismo comentario repetido en las respuestas: “creen que por apretar enter están escribiendo poesía”. El malentendido es obvio: se detienen en el marcado coloquialismo, en la engañosa liviandad y, desde una supuesta superioridad cultural, en la grafía afectada (“qemamos uno?”). La lectura es, como casi siempre en las redes, superficial y pedante. La misma suerte podrían correr La zanjita de Desiderio, los poemas de Fernanda Laguna o de Ioshua, entre muchos otros.

Yo quiero creer que en eso estaba pensando Blatt al componer los versos en los que critica a “Toda esa gente”:

                          que no hacen nada 
                          con 
                          las palabras 
                          que 
                          simplemente 
                          las usan 
                          las ponen 
                          una 
                          al lado de la 
                          otra 
                          para decir
                          algo

Varios elementos permiten, en efecto, leerlo como una contestación a la gilada: la profusión altanera de cortes de verso, la invectiva contra el lenguaje utilitario y, en especial, la inversión perfecta de la burla: lo extraño es poner las palabras “una al lado de la otra”. Este poema, no por nada titulado “Se enojó”, es uno de al menos cinco que parecen girar en torno al discurso de la red social. El más agudo, casi un ejercicio de escritura no-creativa en tanto no agrega texto propio, pone de relieve —con solo cuatro palabras y limitándose a conjugar dos consignas populares en Twitter— el afán de legitimación emocional y autoafirmación en el vacío de las redes: “Nadie: / Alguien: Sí soy”.

Blatt cultivó durante años un estilo propio, aparentemente sencillo, pero una lectura atenta hace evidente las vueltas de tuerca. En el umbral de una nueva etapa, exhibe un mejor manejo del verso que muchos que gozan del prestigio que dan la solemnidad y la pose. Versos como: 

                          Abierto a lo 
                          cerrado 
                          esperás 
                          esperanza 
                          a la espera del 
                          tren.

Sonoros y rítmicos, impredecibles, de estructura meditada y de imagen fuerte, con una economía verbal extrema y, sin embargo, el lujo austero de la variación, que por su brevedad no cansa. No sólo son buenos, sino que ellos solos desbaratan toda acusación de simplismo, de limitarse a “apretar enter”.

La puertita de alambre

Mariano Blatt

Caballo Negro

2024

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