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MOTIVOS DE JOSÉ MARÍA EGUREN

Reseña
Prosas breves de un lirismo exacerbado, justas reflexiones filosóficas, ejercicios de estilo o un género propio: la reedición de los Motivos del poeta peruano José María Euguren (1874-1942) abren la pregunta acerca de cómo se pueden pensar hoy una estética simbolista que supo atraer a César Vallejo aunque, ya en 1930, sonara anacrónica.

por Nicolás Ricci

El poeta José María Eguren vivió entre 1874 y 1942 y su obra es considerada el inicio de la poesía moderna en Perú. En vida, publicó unos pocos libros de versos, que le valieron un renombre considerable y la admiración de, entre otros, César Vallejo, quien lo entrevistó con actitud epigonal en 1918. La reedición de este libro, que no se imprimía en nuestro país desde 1998 y que antes formó parte de la mítica Biblioteca Ayacucho, inaugura junto a los Cuadernos de Vorónehz de Ósip Mandelstam (ambos editados en simultáneo) una nueva colección de clásicos modernos en la editorial Blatt & Ríos.

Motivos está compuesto por una gran cantidad de prosas breves que Eguren publicó originalmente en revistas y diarios en 1930 y 1931 (esto es, durante la última etapa de su vida de escritor). Estas prosas —que Ricardo Silva-Santisteban, responsable de la edición de la obra completa de Eguren, definió como “divagaciones líricas”— habitan un terreno de límites difusos entre la prosa poética y el ensayo, donde se juntan el tono de la reflexión filosófica con el estilo y el imaginario lírico simbolista. Avanzan en sus derivas por vía de la intuición metafísica y la revelación poética. La lectura del libro ofrece el goce estético de un lirismo exacerbado, hoy en desuso, pero también de vez en cuando la sorpresa ante una justa apreciación filosófica. Aunque escrito en los 30, su factura denota una visión prevanguardista, casi independiente de los movimientos literarios de principios del siglo XX. Eguren menciona esporádicamente a Breton y a Maiacovsky, lo que da cuenta de la extensión de sus lecturas, de su conciencia acerca de la evolución literaria de la que era contemporáneo, pero la forma no parece haber asimilado la experiencia de las vanguardias históricas. Dicho llanamente: aunque coetáneas de Altazor, estas prosas podrían haber sido escritas en 1880.

Asombra la homogeneidad formal de estos textos que, pese a haber sido escritos a lo largo de años y para distintos medios gráficos, se valen, todos ellos, de un estricto arsenal de recursos y componen, por esto mismo, una unidad ceñida. Ya de entrada, a simple vista, cada texto abarca un único párrafo de varias páginas, un leve extrañamiento tipográfico que insinúa que cada uno es producto de una sola emanación, sin solución de continuidad. Suelen abrir con una definición (“La música es…”, “La línea es…”, ”La lejanía es…”), sutil, oscura, a medio camino entre la meditación pastoral y el soliloquio de poeta en trance. Esto se hilvana con imágenes de corte simbolista, ejemplificando sus casi nunca nítidas hipótesis con referencias cultas de todas las ramas del arte. Son frecuentes los cultismos, no fácilmente distinguibles de los neologismos, que también abundan. A veces, un breve pasaje narrativo intercalado se destaca debido a la variación en el tiempo verbal, que pasa del presente atemporal de las descripciones (el tiempo base de los textos) al pasado imperfecto. Y siempre, el lenguaje floreado y delicado del modernismo. Con sus procedimientos y sus tics, el motivo puede entenderse como una forma nueva; Eguren, no ya un poeta que aspira a escribir prosas, sino a inventar un género. Y lo curioso es que intenta hacerlo con los materiales verbales del bajo siglo XIX.


Muchos han vinculado su obra a un simbolismo tardío, y sobre todo tardío para 1930. El crítico y traductor Ángel J. Batisstessa describió cierta vez el simbolismo como un género “vuelto hacia la expresión de lo inefable”; los poetas simbolistas buscaban “desentenderse de la apariencia inmediata de las cosas, para atender, como místicamente replegados sobre sí mismos, al sortilegio de sus panoramas interiores”. En este sentido, puede entenderse la relación de Eguren con esa corriente: privilegio de la capacidad evocativa de la palabra, desinterés por la claridad, indagación de lo enigmático, tanteo de los límites de la capacidad expresiva del poema: “La poesía es la revelación del misterio por la verdad del sentimiento”, escribe con ánimo de arte poética.

Su reedición a principios de este año nos llama a una consideración doble, en su contexto y en el nuestro. Está claro su valor histórico situado: la renovación de la lírica peruana desde su primer libro de 1911, su influencia en grandes nombres de las letras latinoamericanas, etcétera. Pero, ¿cuál es su aporte a la literatura de hoy, con sus urgencias y sus tensiones, con sus indulgencias y veleidades? ¿Hay, en esa prosa de revelaciones casi místicas, verdades para nosotros, tan lejanos al aplomo y la gravedad de Eguren, ya un poco anacrónicos en su época? De aventurar una respuesta, habría que señalar, por sobre todas las cosas, que la reedición parece proponer una suerte de retorno a las fuentes para recuperar el valor de la preocupación formal en medio de tanta llanura estilística actual. Eguren entiende su escritura como una “música del pensamiento” (con esas palabras ilustra en cierta página el concepto —musical, por otra parte— de “motivo”). Basta leer unas líneas para entender que lo esencial acá es la sonoridad embriagada, la eufonía laboriosa y fina del fraseo. 


Decíamos que Vallejo lo trató con devoción en su juventud, pero es de notar que más tarde, precisamente mientras Eguren escribía los textos de este libro, el autor de Trilce renegó de ese acercamiento por razones estético-políticas: el maestro quedaba relegado, en su nueva visión intensamente marxista del mundo, como “artista de evasión”. También Mariátegui, que lo admiraba y que lo editó, señaló (no casualmente, desde la misma ideología) que lo de Eguren era “poesía pura”, ajena a las preocupaciones de la realidad social. Si este rasgo se leyera aislado, podría pensarse que la reedición busca aportar a las letras actuales una sana despolitización artepurista; pero esta lectura se desarma si consideramos este libro en conjunto con su acompañante en la misma colección: los Cuadernos de Mandelstam escritos desde el destierro. No es posible leer ese libro por fuera de su situación coyuntural, a tal punto determinante que le garantizó a su autor su destino de preso político (lo que le ganó el destierro en los Urales, cabe recordar, fue un poema satírico sobre Stalin). En un principio, la editorial Blatt & Ríos señala al mismo tiempo dos extremos de una cuestión —un libro de poesía política y el libro de un dandy modernista—, dando a entender la amplitud de las posibilidades literarias válidas para una época. Queda por ver qué otros títulos se suman a la nueva colección.

Motivos

José María Euguren

Blatt & Ríos

2024

152 páginas

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