En mayo la flamante editorial de poesía Media res presentó sus dos primeros libros. Luego de las palabras de Daniel Durand sobre COTA 83 de Darío Poterala, Violeta Kesselman leyó el siguiente texto acerca de Ruido afuera de Nicolás Ricci. Imagen, mente y sonido responden a la basura del nuevo ciclo neoliberal. La apelación a una segunda persona con el fin de convocar un nosotros.
Basura vs. neoliberalismo es una fórmula (incisiva, eficaz) de libros clave de la poesía de los 90 como La zanjita o incluso, previamente, El guadal. La tesis es clara: frente al supuesto avance y modernización que propone un gobierno plebeyo en las formas (en la práctica herramienta de los intereses del capital), en el texto empieza a aparecer lo reprimido: la mugre, la basura: cáscaras de mandarina, huesos de pollo, agua morcilla, moldes de yeso rotos son el reverso necesario de una teoría del derrame nunca cumplida. Para eso hacen falta imágenes, muchas imágenes, que fuercen el surgimiento en el texto de una consigna: la realidad de la época es la basura, la única verdad es la realidad.
Hoy, un nuevo ciclo neoliberal: represión, ajuste salarial, transferencia regresiva de ingresos, cierre de empresas, endeudamiento con el FMI… Una imaginación textual lineal la tendría fácil: volvamos a replicar la fórmula “lado B”. Pero pasaron ahora más de 30 años, un ciclo neoliberal largo, una crisis social, económica y política, un ciclo neoliberal corto, un gobierno decepcionante y, sobre todo, me lo saltée a propósito para decirlo ahora: pasó el kirchnerismo. Si hasta 2014 el parteaguas histórico se ubicaba en general en el 2001 asambleario y horizontalista, a partir de 2015 lo que comenzó a animar todas las discusiones fue “el retorno de la derecha”. Pero el verdadero acontecimiento de la historia argentina reciente son Néstor y Cristina Kirchner, a pesar de los intentos posteriores de derrocamiento en la mente y en la política por parte de los sectores de poder. Una conciencia textual despierta debería captar algo de esto también.
Es lo que pasa en Ruido afuera. Que se mueve entre dos polos: de un lado, la basura y su materialidad (o avionetas y vecinos, como dice la contratapa); del otro lado, la mente y su sonido (el interior mental). Hay, acá y allá, sustantivos que indican que la acción se ubica o ubicaría en el conurbano –siglas crispadas como AMBA, CEAMSE, más administrativas que denotativas, inmateriales como gran parte de la masa verbal de este libro: un conurbano de la mente, nada que ver con el desborde, o “lo ajeno” o “lo mágico” o “son pobres pero festivos” que suele leerse en diversos libros que “representan” ese espacio. El contexto se repliega hacia el interior de la conciencia, el paisaje se absorbe, y deja como resaca algunos microbasurales (pilón de bolsas mal cerradas, lonas verdes destapadas golpeando el alambrado, un borde esconde latas mugre). Por eso los recuerdos lingüísticos de este libro tienen más que ver con un tono general, con su construcción global, que con imágenes específicas o sonoridades. Mandan los sustantivos o construcciones abstractas (“lo que mira atrás”, “la razón individual”, “la relación directa entre responsabilidad y res extensa”), y cuando hay sustantivos concretos el adjetivo los desmaterializa (“tendinitis global”, “yugo literal”, “carga potencial”). En comparación con su libro anterior, Ciencia normal, se pierde la narración, se pierden las imágenes; ya no hay versos de impronta sensual como: “Fuerte, al parecer inconmovible,/ a la intemperie, echado desnudo/ sobre la tierra, un tablón/ pesado de madera vibra/ al calor del día”.
En varios textos existe un solo punto de apoyo. Las imágenes están asediadas por un ruido indeterminado que, como la electricidad, recorre de texto en texto buscando su forma en un sistema. Los cables de ese sistema son: el verso y la prosa mano a mano, el primero más agramatical, la segunda más gramatical, el primero quebrado, la segunda más rápida; lo concreto yuxtapuesto a lo abstracto: el plástico que se derrite arriba de la córnea junto a las coordenadas cuándo y dónde claridad y sombra. Un tono parejo en todos los textos, que difícilmente puedan ser reconocidos como “distintos poemas”; sin rimas chacoteras que sirvan como alivio cómico: Ruido afuera parece reversionar, o dejar reposar por un momento, algunos de los lugares más detectables de la poesía de los 90, como armas muy eficaces y muy usadas en las décadas posteriores por escritores más jóvenes, pero que se pueden hacer descansar.
También es parte del cableado de Ruido afuera (por insistente, por repetitiva) la emergencia del “vos”. Una vez casi que no quiere decir nada, dos podría ser un error compositivo; tres empieza a llamar la atención, pero si es once o doce o más hay un sistema. Esa segunda persona no tiene un sentido claro: a veces ese “vos” parece ser un “yo” objetivado, un poco emotivo; otras parece ser de verdad un vos “apelativo” distinto del yo. La oscilación entre uno y otro sentido termina por volver indecidible e indiferente ese “vos”: no se sabe quién es y no importa. Lo que sí importa, poniéndose estructuralista dura, es su posición relativa. Primero, importa que el “vos” no es un “yo”: por eso no es ni la “literatura del yo”, ni la crónica periodística del yo, ni el posteo poético en redes sociales del yo. Pero tampoco es una tercera persona, el salvoconducto que resuelve expeditiva y muy eficazmente el tema de la objetivación, evita que parezcamos en exceso sentimentales, en exceso egóticos, que creamos en exceso en la plasmación de la propia subjetividad, etc. Tal predilección se evidencia hasta el punto en que el “nosotros”, que sería lo más natural, está forzado en un “vos y yo”. O en que más de una vez los textos enuncian un sustantivo con un artículo indeterminado y lo rematan con un artículo posesivo en segunda (“el asma / tu asma”, “la cara en el espejo / tu cara”, “los restos de paciencia tu paciencia”). Mientras “la época sumerge tu dislexia en aguas de desagüe”, Ruido afuera va a buscar al vos, lo obliga a aparecer, y se construye en el cruce entre hablarle a alguien (conmoverlo, empujarlo, apelarlo, hacer que se presente en el presente) y la destrucción total.