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SANGRÍA DE MARTÍN GAMBAROTTA

RESEÑA
por Nicolás Ricci

El nuevo libro de Martín Gambarotta retoma, doce años después de su última publicación, el trabajo con la lengua política pero con una perspectiva inédita. Sonoridad interna, la reducción del adjetivo, contexto social e intimidad cifradas son algunas de las características de un poema que viene a imprimir un nuevo escenario a la poesía contemporánea.

George Oppen escribió que las palabras podían ser útiles “siempre y cuando se las trate como enemigas”. La poesía de Martín Gambarotta partió precisamente de plantear una tensión irreconciliable y productiva (en disonancia, distorsión y lecto) entre la lengua propia y la lengua oficial, que, mutilada y puesta a andar por el Poder, parecía ser la única posible después del Consenso de Washington. Luego, su obra atravesó una serie de etapas, más o menos distinguibles, marcadas cada una por la reelaboración de su poética: Punctum (1996) tematizó en extensos poemas narrativos el problema de la disidencia político-discursiva bajo la figuración de la afasia; Seudo (2000) y Relapso+Angola (2005) fueron más lejos e incorporaron esa afasia como procedimiento verbal, resultando en un vaciamiento retórico del estilo; con Refrito (2009), se consolidó una etapa de reescritura y quizás de negación de lo antes publicado.


Sangría, su primer libro en doce años, está compuesto, más que de poemas sueltos, de series imbricadas de poemas fragmentarios. Algo que lo diferencia de la trilogía inicial es la falta de personajes, por lo que la mayor parte del libro carece de entramado narrativo. Nunca está claro quién habla en los poemas, y a falta de un yo lírico que centralice la enunciación, los textos oscilan entre las tres personas gramaticales. En este sentido, es interesante recuperar la plaqueta Para un plan primavera (2011), que, siendo su última publicación hasta este año, y en apenas veinte páginas, ya presentaba estas características.


Si hay algo radicalmente nuevo en Sangría, es cierta puesta en juego de la experiencia subjetiva, sostenida de a ratos por una primera persona muy marcada. No se trata, ni por asomo, de un libro autobiográfico, pero seguramente sí del libro más personal de Gambarotta. Si en Punctum había ruido blanco, ámbitos cerrados y percepción distorsionada de aspectos mínimos de la realidad, en el nuevo libro un poema en primera persona menciona a “un amigo/ que cayó fulminado/ por un infarto masivo”, para luego considerar el peso de esa pérdida: “se ve que no procesé bien/ su muerte/ porque ahora sueño con él/ soltando una congoja inesperada”. Ese modo directo de tratar lo emotivo, aun sin ceder al tono elegíaco, sorprende por venir de quien hizo suya, en su primer libro, la consigna de Williams: “ninguna emoción salvo en las cosas”.


Sin embargo, lo que prima en Sangría no son las tragedias personales, sino el enorme trabajo con el material lingüístico. El libro tiene un relieve deliberadamente audible, profuso en aliteraciones y rimas esporádicas que funcionan como ruidos en la maquinaria verbal y obligan a una lectura lenta y pendiente de los detalles. A fuerza de elidir casi por completo los adjetivos, Gambarotta llega a un estilo directo, decidor y meditadísimo, en el que cada coma y corte de verso responde a una necesidad interna y está en comunicación con el entorno textual (como cuando se repiten palabras de la estrofa anterior pero una distinta disposición, que resulta en un nuevo objeto poético: “pone sangre y ahora/ yo tirando fruta/ ya está lista la sangrí/ la sangría// pone sangre y ahora yo/ tirando fruta ya está/ lista la sangrí, la sangría”). A veces, la lógica oracional, siempre tensionada, es suspendida para extremar los procedimientos formales, que en sus momentos más jugados no están lejos del minimalismo musical tipo Philip Glass, entendido como enunciados cortos en series que se repiten con variaciones mínimas en ritmos cíclicos: “y antes, y antes/ y antes que, y antes/ antes de, y antes/ de antes, antes/ que y antes de/ y antes”.


La lengua política no es un elemento que se baraje en estos poemas, y eso en Gambarotta es novedad. Las series del libro se desarrollan en otras esferas: lo doméstico, la cultura pop reciente y no tanto, los procesos mentales de una cabeza obsesiva en busca de alivio. Lo político aparece, en más de un poema, expresado en términos de “estafa”. Hay series que pueden leerse en clave política, y hasta coyuntural, pero eso queda a manos del lector y en todo caso habla de un lenguaje altamente cifrado. Un poema recurre a imágenes de revueltas “con el armamento en alto” pero lo hace para describir un miedo ajeno, acentuando el anacronismo. Ahora bien, esto importa porque hay poetas tan buenos que se los lee con un especial interés por su visión de la realidad. La obra de Gambarotta dialogó siempre con el contexto social y fue mutando a partir de los cambios de época; alguna vez llegó a decir que la experiencia kirchnerista había exigido de su poesía “una nueva elocuencia”. ¿Qué dice Sangría de nuestro tiempo? Es posible que el movimiento inédito de Sangría –hacia lo lírico, lo personal, ¿la alegoría?– nos hable del repliegue político de los últimos años, del terreno perdido, de “el sentido que pudo haber tenido el día/ dando paso a trece horas de oscuridad”.

Sangría, de Martín Gambarotta
Rapallo
2023
72 págs

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