Notas para una epistemología liminal
La pregunta por el conurbano se fetichizó. O está en eso. Entre una histórica estigmatización y una no menos recurrente romantización, el fetiche conurbano prepondera, vuelto objeto de fascinación, incluso objeto de estudio. Una posible definición de fetichización, sabemos, es el devenir objeto (y) sagrado de algo: historias, comunidades, sujetos. Bueno, eso.
Y ante esto, ante una insistente pregunta/mirada que fetichiza: ¿qué es/existe el conurbano?, y su aseveración fetiche consecuente: el conurbano es un infierno-encantador; nos preguntamos qué hacer. Incluso ante aquello que no deja de punzar -afectar, faconear- y/porque sí entendemos que el/lo conurbano se erige como esfinge, como oráculo.
El Edipo nacional hace allí su pregunta, cual peaje de Acceso Oeste: ¿quiénes somos quienes?; ¿existe algo así como la Nación Argentina? El conurbano -creemos, en alerta de fetiche- tiene la respuesta, como entrada/salida al “interior”, desde -dónde sino- el “exterior”: la Caba calva. Y no solo porque rodea a la máquina fetichizadora de “todas” las preguntas y respuestas: la capocha de Goliat; sino porque ronda, acosa. Características éstas, todas -afectar, merodear, acechar- del fantasma. Claro, de la sombra terrible.
El conurbano así es tanto la efigie oracular como el resto/exceso temible. Y una cosa por otra. Es lo sub/sobre observado (precondiciones del fetiche), que tiene las respuestas, las que explican/salvan al todo. Espejo opaco del individualismo ensimismado del que está solo y espera y chamuya. Su voz es la de lxs abjuradxs, lxs mal-decidos, lxs de la mal-hablada lengua de lo común, de la vida (necesariamente) en común. Por ello in-escuchada, in-escuchable.
“Las respuestas están donde no se las escucha, y las que se escuchan son las respuestas que la condenan. Y porque las respuestas de la efigie conurbana, descalificadas, se dicen en una lengua in-oíble, in-audita, en una lengua otra”
He allí la paradoja que funda la nación (decimos, al pasar, con aires de anti-sarmientinos de José C. Paz al fondo): las respuestas están donde no se las escucha, y las que se escuchan son las respuestas que la condenan. Y porque las respuestas de la efigie conurbana, descalificadas, se dicen en una lengua in-oíble, in-audita, en una lengua otra (tal una definición de bárbaro: el que habla una lengua otra). Y las amplificadas y bravuconas y cabezonas respuestas de la monstruo, que ahondan la herida, la vida euro-parasitaria, que la tumorizan, por el contrario, están dichas en lengua (de) noble, sea de plateas prime time, sea de canchera verba de académicxs (cancherxs y de lxs otrxs) del mundo.
Qué hacer entonces, ya no solo ante lo fetichizado sino ante lo que tiene las respuestas, las mejores, las únicas (como decían los Filippi de los métodos, los piqueteros, en apología no romántica sino justiciera), pero ilegitimadas, vueltas rumor balbuceante de fronterizo, rumor de la frontera. Martin Kohan para reescribir El matadero utiliza la figura sonora del rumor, el de las vacas antes de ir al mismísimo, en un camión que las transportaba, varado en una ruta. Rumor que perturbaba al camionero que por suerte lo tenía a Moyano. Aunque esto último Kohan ni lo dice ni diría.
Qué hacer pues ante esta paradoja. Tenemos las respuestas, tenemos las máquinas, pero están dichas, funcionan en/para otra lengua, en una lengua “otra”, por acallada, por inentendible, por ser la del -gran- otro: el negro cabeza, el cabez-it-a negra.
Por caso, deconstruir y reconstruir. Y/o pluralizar y situar. Si el fetiche es el uno, la cosa. Y si el uno y lo objetual sólo existen en tanto abstracción universalizable: insumo epistémico de la ciencia nor-citadina. Ante ello entreverar, carnalizar, situar, posicionar. Abrir la experiencia en/a lo dicho, lo pensado, la pregunta. Y viceversa, abrir la pregunta a la experiencia.
La idea de conurbanos, en plural, por sí sola, puede ser cómplice y cobarde. El gobierno de la ciudad, por ejemplo, pone en sus formularios la opción “no binario”, pero después manda a perseguir pibxs, a sus familias, por demandar, exigir, quejarse, por caso, de hacerlos trabajar de modo precario. El “progreso” del progresismo en su versión discursiva neoliberal hipster. Episteme CA(l)BA.
Situar la pregunta entonces. Posicionarla, y no solo geográficamente. Pensar desde las condiciones de trabajo, de existencia. Como hipotético apotegma anti fetiche (o bajo el anhelo de horadarlo), desde allí escribir, decir, pensar.
“Pensar lo conurbano, su “polifonía (oracular) bárbara”, por caso, desde una Universidad Conurbana. Desde una específica. Como no es lo mismo Olivos que Carupá. No es lo mismo la UNTREF que la UNPAZ. Pensar desde el/mi trabajo en la UNPAZ. “
Pensar lo conurbano, su “polifonía (oracular) bárbara” (como Eduardo Grüner recupera y conceptualiza las búsquedas del Pasolini más suburbial), por caso, desde una Universidad Conurbana. Desde una específica. Como no es lo mismo Olivos que Carupá. No es lo mismo la UNTREF que la UNPAZ. Pensar desde el/mi trabajo en la UNPAZ. Hacer que lo allí vivido, mirado, conversado hable/piense a través de uno de sus trabajadores. Por caso yo.
Si la UBA -donde se formó, trabajó y aun trabaja quien de repente evidencia que esto escribe- piensa en abstracto, sin cuerpos ni territorios (nombrados más como objetos de estudios que como condiciones de enunciación); y piensa la nación, sin nombrarse críticamente como ámbito del pensar; si la Universidad de BsAs piensa el todo, el universal, desde/sin mostrarse o casi nada, y en abstracto; la Universidad conurbana vive (el) todo, el universo, desde el concreto (e invención) particular de la vivencia, vívida y vivida.
Del cristal lustroso y refractario de sabidurías autocelebradas, al vidrio polarizado y música al taco. La universidad conurbana enuncia desde (alg)un lugar, una espacialidad, el más allá (y la inundación) Un espacio (de conexiones inter galácticas) no cualquiera. El liminal, el fronterizo.
Pensar pues desde las instituciones, especializaciones legitimadores del sentido, por caso las universidades. Pensar el rol de la Universidad, siendo que pretenden “entender/orientar” los designios de una nación, en el mejor de los casos. En el peor y en paralelo, pretendiendo solo entender de modo individual los mecanismos de legitimización de la lengua, una, por caso, la académica, con algunas excusas llamadas “temas de investigación de tesis doctoral”.
Siendo que es desde estas instituciones legitimadas y legitimadoras, desde donde se yergue el criterio de verdad epistémica, donde se construye y estudian las lenguas que configuran una nación, las que actúan como maquinarias de ensalce y/u ocultamiento. Ya que qué otra cosa es hablar que elegir en principio la lengua en la que se habla. Y qué lengua elige, nuevamente, la cabeza de goliat, con su cabeza epistémica, la UBA.
“Un proceso por tanto menos instituido (fetichizado/r) que instituyente (transformador). Menos de nuevo tipo (de autonomismos alienados) que de vieja estirpe moderna; pero de modernidad crítica, de crítica modernista, por caso, brasilera. Pensar una universidad antropofágica. “
Pensar pues no solo desde el/un proceso de institucionalización. Sino pensar desde lo que queda y resta, desde el margen de tal tarea. Siendo el margen no solo (como el resto) lo que vivifica el centro, el todo, sino lo que debe ser ubicado en el centro de indagación, de con-formación. Tal como imaginaba y hacía Horacio González a y en las instituciones, entre otras la Biblioteca Nacional (vaya institución fetiche), aquietadas pero mutantes formas forjadas y forjadoras de raptos de excesos pulsionales, libertarios.
Un proceso por tanto menos instituido (fetichizado/r) que instituyente (transformador). Menos de nuevo tipo (de autonomismos alienados) que de vieja estirpe moderna; pero de modernidad crítica, de crítica modernista, por caso, brasilera. Pensar una universidad antropofágica. Que haga del encuentro entre lxs mal-formadxs y mal-formadorxs en los centros epistémicos con lxs mal dichxs, mal-vistos, mal-ditos de las periferias enchastradas, también del conocer hegemónico, su potencia. Que haga del “tratamiento” creativo y comunal de los des-hechos, los restos, expulsadxs, excluidxs, menos su objeto de investigación, que su insumo auto regurgitante, transformados de las enquistadas cucardas bibliográficas.
Recuperando (también) el modernismo revolucionario de sus reformistas. Reformistas revolucionarios los cordobeses del 18. Que al manifiesto de Andrade lo anteceden con el suyo propio. Liminal. Así se lo llamó. Manifiesto liminal. Y al que en 2018, a los 100 años, reescribimos desde la UNPAZ, imaginando nuestros Manifiestos de/para una Universidad conurbana, decíamos, en instantes (siempre) de peligro, de una gobernadora con botas para la ocasión.
Uno de ellos, recuerdo, del estudiante Noel Torres, se llamó, Manifiesto del Barro. Donde el barro era/es tanto material moldeable para la creación desde el mismo fango despreciado, incluso complicador del arribo de lxs estudiantxs a clase. Calles de barro que embarran, dificultan, pero materializan de facto esloganes heroizantes de patas en el idem y en la fuente.
La antropofagia, la liminalidad, conceptualmente, discuten, claro, problematizan la idea de universalidad cientificista. Donde solo existe lo que puede observarse, delimitarse, categorizarse. Principio de distinción, catalogación, incluso de la socio semiótica. Donde lo que no se puede nombrar, catalogar, distinguir, no existe plus. Ante ello, a fuerza de liminaridad antropofágica, esto es de (retro)alimentarse de la mezcla de lo (im)perceptible y/por vivenciado (y en) común, no solo la universidad conurbana sino el propio conurbano, se fundamentan.
“La antropofagia, la liminalidad, conceptualmente, discuten, claro, problematizan la idea de universalidad cientificista. Donde solo existe lo que puede observarse, delimitarse, categorizarse. “
En lo incognoscible y otro, para el conocimiento ilustrado, universalista, la universidad conurbana será la expresión de la lengua otra. Expresión de un límite, frontera, orilla constitutiva. En tanto borde, límite, es una entidad no existente, es lo que está contiguo de y da borde a. Si la universidad urbana afirma lo existente. La conurbana dice lo inexistente. Por tanto, de donde emerge lo no dicho, lo expresado en el margen, de una hoja, de una vía.
Dice lo -aun- no instituido, lo no -aun- legitimado. En tanto, el conurbano es un no territorio, liminal, su universidad (sus calles) dice(n) lo no existente. Es decir el lugar donde puede emerger una transformación. Donde su lengua constitutivamente in-disciplinada emerge y puede decir lo no dicho, incluso por los que su voz es inaudible. dando voz a los que no tienen voz. Donde habita cierta posible transformación del todo.
En ese sentido una Universidad conurbana, como el propio conurbano, es/tiene una existencia en/tanto oxímoron. La lengua conurbana es un oxímoron. Es un oxímoron de la lengua. Así como “pensamiento salvaje”. Palabras que no se llevan de la mano. Que enuncian cosas distintas. Como decir blanco y negro. Una reunión de elementos no comunes. Tal el principio del surrealismo. Un surrealismo (aquí) barroso. O neo-barroquismo pícaro.
La Universidad conurbana es un oxímoron. No existe (no se le otorga existencia validada) y a la vez es lo (más) vital que existe, lo que define/salva al resto, por la diferencia, por lo que no se quiere ser (bárbaro). La definición misma del/o otro. Y el todo, sabemos, sólo se transforma y salva por la irrupción del resto.
Lo innombrable, carne de cañón de la máquina fetiche, la lengua que expresa lo no existente. Oráculo marginal, porque en la frontera, está el agite y la madre de todas las batallas (también) culturales.
Sebastián Russo (La Plata, 1973). Sociólogo, escribiente. Lic. en Sociología con especialización en Soc. de la Cultura. Doctor en Ciencias Sociales UBA (2022). Docente en Sociología del Arte, Sociología (de la Imagen), Pensamiento Social Argentino y Latinoamericano (UBA/UNPAZ). Investigador IDEPI/UNPAZ. Dirigió los proyectos de investigación “Memorias Imaginadas” (UNPAZ), “Sombras Terribles. Imágenes y figuraciones de lo maldito” (UMSA), “Formas de lo invisible. El espectro como cuestión estético-política” (FFyL/UBA), entre otros. Codirector de plataforma VerPoder-Ensayos de la mirada. Cofundador de las revistas culturales Relámpagos, Carapachay, Tierra en Trance y En ciernes Epistolarias. Publicó el poemario Fluir Seco. Crónicas de una letanía (2015), los libros La parva muerte o la memoria de los otros (2018) y En la lengua que cortaste o la memoria de nosotros (Milena Caserola, 2021). Compiló Los condenados. Pasolini en Latinoamérica (Nulu Bonsai, 2017) y Coutinho, cine de conversación y antropología salvaje (Nulu Bonsai, 2013), entre otrxs.