Entrevista
Poeta de los noventa, cofundador de la mítica revista 18 Whiskys, y de las editoriales Del Diego y Taller Chapita, Daniel Durand es además un formador de nuevas generaciones de poetas, editores y traductores. En ocasión de su reciente libro de poemas Lupa de la inmersión (Caleta Olivia, 2023), Magalí Legarralde le pregunta sobre el quehacer poético en la actualidad.
Por Magalí Legarralde
Daniel, además de poeta, es maestro de poesía. Dicta talleres y fomenta el hábito de lectura en voz alta entre quienes asisten. Como todo taller de escritura que se precie, genera un intercambio constante entre les participantes, alzándose como facilitador de dinámicas donde la permeabilidad, el encuentro con la diversidad de voces (y sus reveses) abundan. Estas voces, en ocasiones, se prestan a leer textos ajenos para entrenar la escucha y alejarse unos minutos de lo propio; un movimiento que, gracias a la magia de los grupos, habilita una perspectiva de alteridad.
En los poemas de su último libro, La lupa de la inmersión, hay una voluntad de brevedad y nitidez que empuja a la voracidad a quienes lo leen, cuando no al desconcierto: todo un síntoma de época, que se aviva con la frescura de la letra.
¿Qué te llevó a pensar esta antología para “gente que no lee’’, como decís en el prólogo del libro?
—Siento que cada vez soy más simple y me gusta lo simple, lo directo. Estoy a favor de lo inteligible, ya estoy cansado de leer y leer textos que no se entienden y tratar de encontrarle un valor a lo ininteligible. Esa época de mi vida ya pasó. En un mundo donde cada vez sabemos menos, solo me interesa lo que puedo entender de una manera clara e inconfundible.
Lo descifrable cobra cuerpo tanto en la forma como en el tema de su último libro, imprimiendo a la lectura una dosis de levedad guiada por la captación del instante cotidiano –cual sea el lugar: la ciudad, la orilla del río o el paraíso filipino– en detrimento de la grandilocuencia. Eso mismo le da sello propio a su escritura enmarcada en la generación de los 90 y atravesada por el objetivismo, con el condimento de secuencias eróticas y disruptivas. La diversidad de escenarios, por su parte, responde a la gesta de poemas concebida en los últimos 15 años, que ‘‘vinieron a parar’’ –dice en el prólogo– a Lupa de la inmersión.
Durand menciona una época de su vida pasada, a tono con el ‘‘pasado podrido’’ que da título a uno de sus poemas, referido a las fotos que destruyen la energía de quienes las capturan y almacenan a diario. Sin embargo, en ‘‘Abuelo, tripas y collares’’ asoma otro registro, que comienza al ignorar ‘‘fotos geniales’’ para al fin cerrar los ojos e invocar a su abuelo recorriendo un caminito de ladrillos impregnados de musgo. El cambio de ritmo ligado a la desaceleración, entonces, se instala en el poema, con la sensatez que el recuerdo de la infancia exige. Nos lleva, en la misma hoja de la ultravelocidad contemporánea, a los tiempos de la niñez, regida por leyes muy distintas, cercanas al lenguaje onírico.
¿Qué tienen en común el proceso de escribir un poema y el diseño?
—En la escritura de un poema siempre se pone en marcha un diseño, o método compositivo, este método puede ser inconsciente, como en la mayoría de las personas que escriben poemas, o también puede ser un método consciente, que cada vez es menos frecuente.
‘‘Mis poemas son solo diseño/ en eso me empeño’’, afirma entre versos, como si estuviera hablando al lado nuestro. Oralidad y coloquialismo son rasgos distintivos que despliega a lo largo y ancho de su obra, cargando de singularidad su estilo. El diseño de este conjunto sostiene el poema corto, al que se accede con apenas un vistazo, inspirado en sus maestros William Carlos Williams y Du Fu.
¿Qué relaciones y tensiones ves entre las imágenes visuales y la imagen poética? ¿De qué manera interviene lo gráfico y la edición?
—La poesía puede estar compuesta por cualquier tipo de imágenes visuales o de otro campo sensorial, cualquier imagen puede ser escrita en forma de poema. Lo que conocemos como imagen poética está cargada de sentido poético, está saturada, como la luna o el arco iris. Me interesan más las imágenes que no están cargadas previamente al poema y que se cargan de poeticidad en el poema mismo. Lo gráfico y la edición pueden intervenir de muy diversas maneras y si no se sabe controlar bien esto, la manipulación gráfica y la edición pueden empeorar la presentación de un texto.
Cofundador de los sellos Ediciones Del Diego y Colección Chapita, Daniel es un verdadero inspector de la mancha gráfica, dimensión que subraya en sus talleres y se distinguen en muchos de sus poemas; como ‘‘No de lo que pasó’’ –favorito de favoritos– cuya particularidad gráfica se destaca por su formato centrado, con versos que crecen y decrecen como el río, al que hace mención en el penúltimo verso. Si bien no se explaya en este aspecto, basta leer cualquiera de sus libros para conocer la importancia que le otorga. A su vez, la musicalidad es un elemento medular en sus últimos poemas, como escuchamos en una lectura atenta de ‘‘Para qué?’’ –podría ser la estrofa de un trap–, ‘‘Dale’’ –poema seudoporno– y ‘‘Poema trilingüe’’ –lúdico y sonoro–, por nombrar algunos.
¿Cómo fue tu primer acercamiento a los poetas chinos? ¿Encontrás alguna influencia que no esté presente en la poesía latinoamericana?
—Me acerqué a los poetas chinos como casi todo el mundo, leyendo a los poetas clásicos de la Dinastía Tang: Du Fu, Li Bai, y todo el resto. Luego compré muchos libros de poesía china en inglés, pero por intermedio de Miguel Ángel Petrecca empecé a conocer a los poetas chinos contemporáneos. Encuentro que los temas y procedimientos de la poesía occidental son mucho más comunes entre sí, ya no encuentro casi nada revelador en la poesía traducida del inglés, por ejemplo, como sí lo encuentro en la poesía china. Hay mucha más distancia de todo tipo, entre nosotros y ellos, tienen otro tipo de cotidianidad, me sorprenden de otra manera, como hace 30 años quizás me sorprendían los poetas americanos del siglo XX. Hay una manera de ver en la poesía china que no está en la poesía latinoamericana ni en ninguna otra literatura.
El último libro de poemas presenta una tensión entre la cultura del consumo y la poesía, ¿cómo te atraviesa esa coyuntura? ¿Cuál es tu perspectiva sobre la poesía actual?
—No creo poder responder bien esta pregunta, solo puedo decir que me interesa mucho el fenómeno de la poesía contemporánea que tiene muchos lectores, como el caso de Mariano Blatt, Cecilia Pavón, Fabián Casas o Vicente Luy, solo por citar a algunos poetas. Y en cuanto a la poesía actual realmente no tengo una visión abarcadora, solo entiendo una pequeña porción de la poesía actual, que es la porción que más o menos me rodea. La poesía actual en su totalidad es inabarcable.
En uno de los poemas mencionás los diccionarios adquiridos por tu madre, que era maestra, como un primer encuentro con la literatura, ¿qué lugar tiene para vos la infancia en la poesía?
—En tanto y en cuanto la infancia es un momento de descubrimiento permanente, de sorpresa, de creatividad e invención y derroche de energía, le adjudico un valor poético y no poético que otros momentos de la vida evidentemente no tienen. En la infancia están prácticamente todos los componentes que el poeta necesita para crear en su más alto nivel y en su estado más puro, luego todo eso se va perdiendo, la audacia, la frescura, la inocencia, etc., y es trabajo del poeta tratar de preservar y mantener estas cualidades en la vida adulta.
Los relatos de mamá, el olvido inefable de la bruja buena, las protestas del padre al barrer las hojas del sauce, la perra Lena y una pelota de tenis perdida por siempre, el fraserío del tío Roberto repetido en el puesto de barquitos forman parte de esos elementos constitutivos del universo que Daniel repone en sus poemas.
¿Estás escribiendo algo nuevo?
—No estoy escribiendo nada nuevo, no entiendo el mundo y no comprendo esta realidad en la que vivimos. Estoy completamente perdido.
Compartimos el sentimiento con Durand y nos consolamos sabiendo que otres, en otros tiempos, se sentían del mismo modo. Quizás sea cuestión de entregarse a la perdición de la escritura y de la época.
LA MANÍA DE RODAR Mi amor por vos sufrió se retorció, el nervio se estrujó la tripa se enroscó y se escurrió exprimió la imagen, extrajo de allí la delicia del pasado, y la invención torturada de un presente irreal. Ideal es el momento de las bocas que se abren al intercambio de salivas. El viento arrastra un vasito de plástico, lo azota contra unos escalones, después lo lleva a los tumbos por la vereda. El vasito llama la atención de una nena que empieza a correrlo, lo alcanza, y lo aplasta de tres o cuatro pisotones para que ya no siga dando vueltas. CUÁNTOS CUANDOS Todavía llueve o son los techos impermeables que gotean al final de la canción? Cuántos mates inconscientes antes de éste? Cuándo llegarán las fiestas y los viajes? Cuándo los nuevos y repetidos ganadores van a dejar de considerarse perdedores? Cuándo llegará el día en que las plantas vuelvan a ser admiradas por su verdor y no por haber sido atravesadas por la mirada casual del buscador de vocablillos? Cuándo tocarán el timbre con el paquete? Cuándo se podrá volver a decir lo que todos pensamos y hoy está prohibido? Cuándo morderán las futuras golosinas Y ni al dentista irán? QUERIDO PRIMO Nos une el humo querido primo yo te quise salvar del humo caliente de los camiones vos quisiste salvarme del humo congelado de los versos ninguno de los dos pudimos vos en verano y yo en invierno querido primo nos une el humo SECOND LIFE 2007 Tirado en un flotador amarillo un rato boca arriba un rato boca abajo en Romantica Beach cobrando 5 Lindens por hora por estar así en esta playa de palmeras y fogatas nocturnas. Tengo una novia fantástica que se llama Yam, tiene 23 años y vive en Kioto, mi avatar todavía no tiene poronga y estoy trabajando en esta playa tostándome en el flotador para comprarme una buena pija bien curvada, de 199 Lindens para ir esta noche a Sexy Beach y metérsela a la preciosa Yam. LA CASA DE MAMI Una casa blanca soleada y amplia con grandes ventanales en los cuatro costados que dan a un jardín propio. A pleno entra el sol y las brisas la atraviesan. Ventanales grandes con cortinas blancas y suaves que al menos suspiro inflan las velas y la casa vuela. Una casa blanca, amplia y soleada con ventanas en los cuatro costados que dan a un jardín propio. A pleno entra el sol y las brisas la cruzan. Ventanales grandes con cortinas blancas y suaves que al menor suspiro inflan las velas y la casa vuela. Una casa blanca.
Lupa de la inmersión
Daniel Durand
Buenos Aires
Caleta Olivia
2023